Inmigración ilegal
El CETI de Melilla, una situación extrema, complicada tras la última entrada
La situación del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) de Melilla es difícil desde hace meses por la sobreocupación que padece, sobre todo desde principios de año, pero hoy se ha convertido en extrema tras la última entrada masiva de casi 500 subsaharianos.
La situación del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) de Melilla es difícil desde hace meses por la sobreocupación que padece, sobre todo desde principios de año, pero hoy se ha convertido en extrema tras la última entrada masiva de casi 500 subsaharianos.
Pese a que su capacidad idónea es para 500 residentes, alberga en estos momentos a unas 2.400 personas: hombres, mujeres y niños de múltiples procedencias, desde subsaharianos a sirios.
Situado junto a un campo de golf y a un centro de reforma de menores, el CETI se ha convertido en la primera parada de aquellos que consiguen saltar la valla o cruzar de manera irregular cualquiera de los cuatro puestos fronterizos que separan la ciudad de Marruecos.
Este centro es sin duda uno de los principales focos de atención cuando se produce una entrada masiva, como la de hoy, una llegada a la vez de 500 personas que colapsan, más si cabe, unos servicios ya de por sí saturados.
Aunque los saltos a la valla se producen de madrugada, los allí residentes esperan a sus compatriotas a las puertas del centro, un reencuentro que se produce tras haber compartido las dificultades de meses en los campamentos que conforman en los montes marroquíes, donde algunos pasan varios meses e incluso años.
Uno de ellos, que lleva ya varias semanas en el CETI, ha relatado a Efe la dureza de la vida en el Gurugú, donde la mayoría de subsaharianos esperan una oportunidad de acceder a Melilla.
Asegura que su sueño no es estar en Melilla, sino viajar a la península, donde le gustaría dedicarse a la música.
Era uno de los que hoy habían optado por estar a las puertas del CETI y presenciar así el ir y venir de vehículos o la presencia de los medios de comunicación.
Algunos trataban de matar el tiempo con una pequeña pelota, que hacían botar, mientras que otros, al otro lado de la carretera, jugaban a las cartas, prácticamente ajenos a lo que estaba sucediendo.
Sin embargo, los más indignados de la jornada, de nuevo, han sido los vigilantes de seguridad del CETI, que se han concentrado a las puertas del centro para denunciar la difícil situación que están padeciendo.
Al hecho de que sólo hay un vigilante por cada 200 inmigrantes se suma que estos trabajadores llevan dos meses sin cobrar su sueldo, un dinero que casi dan por perdido, pero al que no renuncian, debido a que su empresa, Serramar, dejará de dar servicio en el CETI para que sea otra empresa la que lo asuma.
Mohamed Bergali, uno de los trabajadores afectados, ha criticado la situación y ha denunciado que, mientras todo el mundo se centra en la atención de los inmigrantes, sus familias llevan dos meses con dificultades para poder comer o para no perder su vivienda.
"Es muy injusto que se esté dando de comer a un montón de personas que vienen del extranjero, y que tienen derechos, pero a los propios trabajadores, que desempeñan su labor en un sitio tan complicado, no nos pagan. Es muy injusto cómo vemos todos los días cómo se les da de comer a 2.000 personas y nosotros tengamos las neveras vacías", ha señalado.
El propio ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, hablaba de una situación "límite"de un centro donde las tiendas de campaña son visibles en el exterior, aunque también las hay en el interior.
Pese a que los traslados a la península son constantes, el ritmo de salidas no compensa el de las entradas y nadie puede obviar, mucho menos hoy, una duda que planea: ¿Y si se produce una nueva entrada masiva?
Los melillenses se oponen a que se habilite un segundo CETI, una idea que se barajó ante una posible situación de emergencia, pensando para ello en un antiguo cuartel militar, actualmente desocupado, el de Pajares.
Los vecinos de la zona se llegaron a concentrar e incluso el propio presidente de Melilla, Juan José Imbroda, tuvo que expresar, ante la incertidumbre creada, su rechazo a la posibilidad de que se habilite un nuevo centro, máxime cuando los inmigrantes no quieren quedarse en la ciudad.
Algunos de los residentes optan por construir una chabola en las inmediaciones del CETI, donde buscan una normalidad que resulta difícil encontrar en un centro tan saturado y donde vive gente tan diversa.
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