Política

Lucha contra ETA

«El día que supe de Ternera fue cuando ETA planeó un atentado contra mi padre»

“Nunca le perdonaron que publicara en portada que a «Pertur» le habían matado ellos”

Josu Ternera, en una imagen de septiembre de 2000
Josu Ternera, en una imagen de septiembre de 2000larazon

“Nunca le perdonaron que publicara en portada que a «Pertur» le habían matado ellos”.

La distancia entre Miravalles y Bilbao es de 13 kilómetros. Casualidades de la vida, o no, por lo que ha ocurrido después, aquella Nochebuena de 1950, un día tan entrañable para los católicos, nacía, en la primera población, el etarra José Antonio Urruticoechea, «Josu Ternera»; y en la segunda, el que firma este artículo. En la actualidad, hasta habríamos podido compartir el mismo «nido» de recién nacidos. ¿Quién iba a decir que, con el paso de los años, el terrorista y el periodista estarían en bandos enfrentados, no porque los periodistas nos dediquemos a formar parte de organizaciones criminales como ellos, sino porque, es mi caso, tratamos de cumplir con la obligación de dar cuenta de la actividad delictiva de los que intentan imponer su voluntad por la vía de las armas y las bombas. Y lo hacemos, en la medida de nuestras posibilidades, bajo el principio de la veracidad, que no está reñido con la denuncia de quienes pretenden subvertir el Estado de Derecho, asesinan a los demás por la única razón de que no piensan como ellos o pertenecen a colectivos que les molestan. Tras nacer el mismo día, y en tan española tierra como es la provincia de Vizcaya, «Ternera» tomó un camino y yo otro. Él está hoy en la cárcel y supongo, porque leo y escucho a su entorno, lleno de pesar ante lo que es, simplemente, así de sencillo, la aplicación de la legislación vigente. ¿Dolor? ¿Y el que han causado ellos?. Y, es la primera vez que lo escribo, a mi propia familia.

En 1976, cuando Urruticoechea ya era cabecilla de una de las ramas de ETA, la «militar», y había realizado un viaje a Argelia para perfeccionar las técnicas terroristas, mi padre era director del periódico «La Voz de España», que se editaba en Guipúzcoa.

Eduardo Moreno Bergareche, «Pertur, que militaba en la otra rama de ETA, la «político-militar», había desaparecido misteriosamente en julio de ese año. Inmediatamente, la parafernalia separatista se lanzó a la calle para acusar a grupos parapoliciales de la acción criminal. «Pertur, Gudari, has muerto por Euskadi», gritaban. Pero no era así. Esa facción de ETA mantenía un intenso debate interno y «Pertur» era partidario de apuntarse a las vías políticas de la naciente Democracia. Los que preferían la muerte y la destrucción (pertenecían a unos «comandos» que se hacían llamar «bereziak», especiales, fueron los que, según algunas informaciones llegadas de Francia, le habían secuestrado: Miguel Ángel Apalategui «Apala», que reside actualmente en Cuba al frente de una próspera explotación agrícola, y Francisco Múgica, «Pakito», en la cárcel, se lo habían llevado. La noticia llegó al periódico que dirigía mi padre, a través de una fuente más que fiable proveniente de Francia, y la publicó en portada. La de «San Quintín». Le secuestraron varias furgonetas de reparto del diario y quemaron los ejemplares, dentro del respeto a la libertad de expresión que caracteriza al mundo proetarra. Y pusieron al aita, mi padre, como objetivo prioritario para darle muerte.

El 4 de octubre siguiente, ETA acribilló en el portal de su casa ,al entonces presidente de la Diputación de Guipúcoa, Juan María Araluce; a su chófer y a los tres miembros de su escolta. Había sido la «rama de «Ternera».

Trabajaba como redactor de Europa Press y viajé a San Sebastián para informar del atentado. Mi casa era un poema. Mi madre estaba realmente asustada y triste, porque en las listas que corrían de boca en boca, mi padre era el siguiente o el que iba detrás del próximo. Cuando iba a comprar y se había producido un asesinato, le decían eso de «uno menos» en medio de risas llenas de malicia. Mis hermanos..., se lo pueden imaginar. Claro, éramos, y somos, «españolistas·

Acudí a la Comisaría de Policía, el jefe provincial era el comisario Manuel Ballesteros, experto antiterrorista como tuvo ocasión de demostrar con el paso de los años. Hablé con unos y con otros, y recuerdo que comentaron el nombre de Urruticoechea. Al preguntar datos sobre su filiación, la sorpresa. Habíamos nacido el mismo día, del mismo año, a 13 kilómetros de distancia.

En esos días, hubo un intento, en un bar próximo al periódico, de asesinar a mi padre, aunque judicialmente no está reseñado sencillamente porque no habían conseguido matarle. Los datos eran concluyentes, pero el País Vasco era entonces la tierra del miedo, el silencio; y los que mandaban eran los de las pistolas.

En octubre de ese año, sonó el teléfono del trabajo. Era mi madre que entre lágrimas me anunciaba que al aita, fuertemente escoltado, le habían metido en un tren con destino a Madrid. Las Fuerzas de Seguridad temían un atentado inminente y no podían garantizar su seguridad Venía acompañado de mi hermana pequeña y me pidió que acudiese a la estación a recogerles.

Mi padre, un brillante periodista, valiente donde los haya, ya no era el mismo. Nunca lo volvió a ser. Para colmo y con el fin de desviar la atención sobre los de «Pertur», algún malnacido negó la evidencia. Todo esto se lo debemos a ETA. El delito de mi padre, contar en primicia una noticia. Al poco tiempo, el resto de mi familia tuvo que dejar el País Vasco, la tierra de nuestros padres, abuelos, bisabuelos....Los de la pistola nos habían echado de nuestra casa. Entre ellos estaba «Ternera». Urruticoechea escogió el bando del mal, del separatismo criminal, de la extorsión, de la imposición del miedo. Por razones profesionales, me ha tocado seguir la trayectoria delictiva de este individuo y pocos sujetos tan peligrosos, por su capacidad de liderazgo de los pistoleros, he conocido. Pero no todo fue «malo» aquel 24 de diciembre: además de nacer el terrorista y el periodista, España y Estados Unidos reanudaron sus relaciones diplomáticas. Algo bueno tenía que pasar.