Acoso al PP
El escracher de lujo
Jorge Verstrynge, a la cabeza de la agitación de los antidesahucios, vive en un chalet del barrio de Salamanca
Revolucionario de día, señorito de noche. Así da gusto ser un «escracher». Cuando termina el jaleo, la protesta, el vocerío y las aglomeraciones, siempre te espera una cómoda vivienda donde descansar de la dura tarea de reindicar. Si no que se lo pregunten al converso Jorge Verstrynge, que el viernes se puso a la cabeza de los últimos actos de acoso a los políticos populares protagonizados por la PAH. Él no es nuevo en esto de capitanear circos mediáticos. Asiduo a los desalojos okupas, a las críticas públicas de ideologías conservadoras y a las tertulias más candentes, ahora se ha sumado a esta controvertida práctica de acudir a las puertas domicilios de políticos populares puesta en marcha por la PAH, que desvirtúa y ensombrece el objetivo de esta formación.
Aunque lo más curioso del caso es que Verstrynge, quien ejerció de interlocutor entre los congregados ante la puerta de la vicepresidenta y la Policía que acudió a desalojar a los presentes, reside en un conocido y exclusivo barrio madrileño. Sí, el doctor en Ciencias Políticas y Sociología de la UCM vive en la colonia Fuente del Berro, en el madrileño barrio de Salamanca, en una muy poco austera casa unifamiliar de dos plantas y amplios jardines donde se respira la calma y no suenan los silbatos. Sus vecinos dicen de él que es «un tipo de lo más normal, pero que le gusta mucho participar en este tipo de acciones sociales». El político vive en este céntrico barrio con su esposa Mercedes, con quien contrajo matrimonio en 1995 después de un primer matrimonio fallido con María Vidaurreta. Es padre de tres hijos, aunque cuando se viste de pancartero, prefiere «actuar» en solitario.
«Hay una iniciativa legislativa popular y los políticos tienen que escuchar a la gente. Si no lo hacen y la tratan como a perros, acaban mordiendo. Ahora, por el momento sólo ladran», explicó el profesor universitario. Cuando se le preguntó por qué le parecería si centenares de personas se arremolinaran frente a su vivienda, Verstrynge aseguró que «si me hubiera portado mal, lo entendería». Comprensivo, cuando menos. Aunque no fue multado, aunque sí identificado por las Fuerzas de Seguridad del Estado, el antiguo militante de Alianza Popular, delfín político de Manuel Fraga y ahora fiel seguidor del legado de Chavez y Fidel Castro, abandonó la protesta de manera pacífica.
«El comportamiento de la Policía ha sido ejemplar hasta que llegó la orden», declaró a Ep en relación al mandato de Cristina Cifuentes para disolver la protesta, una decisión que él mismo calificó de «provocación». Resulta curiosa la facilidad de Verstrynge para poner apelativos a ciertas actitudes o mandatos y lo que parece que le cuesta definir la utilidad del escrache. Quienes le conocieron en los años 80 dicen de él que era un hombre «carismático, inteligente, pero muy poco listo», y que nunca le perdonarán aquella «terrible jugada que le hizo a Fraga cuando intentó convencerle de que se presentara a alcalde de Madrid, aludiendo que así empezó Chirac y le fue muy bien», explican varias personas de su entorno de entonces. «Aquello fue una maniobra para hacerle la cama a Manuel, besó la mano de una de las personas que dieron todo por él, el patrón», añaden. El «hombre veleta», como le definen, hacía tiempo que permanecía en un extraño aletargo reivindicativo. Su ultima acción de portada fue en mayo de 2012, cuando fue desalojado de una casa okupa muy cerca de su residencia. En La Salamanquesa participó en actividades como yoga, clases de inglés, o de grafitis, incluso ayudó a negociar con la Policía el desalojo, para que todo se desarrollara con calma. A Verstrynge le gusta vestirse de guerrillero cuando la situación lo requiere y el «escrache» parece que le ha hecho tilín.
Las mil y una propiedades
Además de su pequeño «palacete» en el barrio de Salamanca, Jorge Verstrynge posee la espectacular residencia de estudiantes, «La luna», justo enfrente de su vivienda. Una propiedad que oferta todo tipo de comodidades, incluido solarium, jardín o servicio de lavado y planchado, así como limpieza de habitaciones, por los que puede cobrar hasta 930 euros mensuales.
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