El desafío independentista
El factor catalán que precipitó la caída de Sánchez
El chantaje de los independentistas al presidente ha hecho que los defensores de la unidad de España en Cataluña vuelvan a alzar la voz. «No permitiremos que el futuro inquilino de La Moncloa se arrodille ante los radicales y nos humille a los constitucionalistas», aseguran los representantes de Tabarnia.
El chantaje de los independentistas al presidente ha hecho que los defensores de la unidad de España en Cataluña vuelvan a alzar la voz. «No permitiremos que el futuro inquilino de La Moncloa se arrodille ante los radicales y nos humille a los constitucionalistas», aseguran los representantes de Tabarnia.
Tabarnia surgió entre la broma y la desesperación. Un concepto sentimental y geográfico que comenzaron a utilizar aquellos catalanes que se sentían españoles y que se veían acorralados por una masa independentista ansiosa por destartalar las estructuras sociales e institucionales de una comunidad autónoma secuestrada desde hace décadas por los radicales secesionistas. Un neologismo que fusiona las palabras Tarragona y Barcelona que nació en 2011, pero que tomó forma y consistencia en 2017 tras el referéndum del 1-O. Sus «habitantes» se movilizaron, salieron a la calle e hicieron ruido. En parte, éxito suyo es la histórica manifestación del 12 de octubre de hace dos años en la que miles de catalanes salieron del armario, bandera de España en mano, para reivindicar su sentimiento patrio. En el último año han permanecido latentes, pero la situación actual, los movimientos del presidente Pedro Sánchez y el inmovilismo del president Torra les ha llevado a «rearmarse». Vuelven ahora a levantar la voz para que ningún gobierno central pueda negociar lo que los habitantes de Tabarnia consideran suyo. LA RAZÓN se cita con varios de los representantes civiles (empresarios, médicos, profesores, estudiantes, brigadas de limpieza) para conocer de cerca cuál será su estrategia a partir de ahora y cuál es el futuro próximo de Tabarnia. Javier Megino, consultor de 50 años y vicepresidente de una de las organizaciones más activas pro España (Espanya i Catalans) asegura que «lo que deseamos es que después de las elecciones del 28 de abril, tengamos un Gobierno fuerte y solvente en la defensa constitucional de España, sin más humillaciones ni más arrodillamientos, como hemos padecido en esta difícil etapa de gobernabilidad en precario. No se puede marear la perdiz y no se puede jugar con la soberanía nacional como ha hecho Sánchez».
extranjeros en casa
Este pasional consultor recalca que también hay que convocar elecciones en Cataluña «porque seguimos con la misma basura y la tenemos aquí. Hemos vivido desde la Transición una perversión absoluta a base de ceder, nos han ido vendiendo poco a poco y ahora estamos pagando los platos rotos de las cesiones que han hecho todos los gobiernos desde entonces». La queja más común de todos aquellos que huyen del secesionismo es que, además, desde las últimas elecciones (en diciembre de 2017) el Parlament ha estado inoperativo dejando de lado a los ciudadanos. «Cada día vemos cómo muchos jueces son relevados y sustituidos por otros pro independentismo, igual pasa en la sanidad y en la educación», recalca Megino. Sobre este último aspecto da fe Alba Gómez, profesora de 29 años que ha vivido en primera persona la «falta de neutralidad de símbolos» en la escuela pública. «Se quiere tratar la lengua castellana como extranjera. Yo veo cómo alumnos en Girona o Lleida les cuesta expresarse en castellano y piden por favor hacerlo solo en catalán». Es más, solo se habla castellano en la hora de Lengua, en el resto, el único idioma es el catalán. Además, lamenta que esto no pueda expresarse libremente por las consecuencias que pueda tener para quiénes manifiesten su rechazo al secesionismo. Otro de los aspectos fundamentales por los que los constitucionalistas vuelven a levantar la voz es para frenar la tendencia negativa que, a nivel económico, supone la incertidumbre generada tras el referéndum ilegal. María Rodríguez trabaja en una empresa que ofrece servicios a, entre otras organizaciones, colegios públicos. «He visto cómo muchas se han ido de Cataluña en estos meses, incluso, en la que trabajo, nos han cortado los pedidos si no se les habla en catalán. No es lógico que por no hablar esa lengua se pierdan clientes», lamenta. Christoph lleva diez años en Barcelona y también trabaja en el sector empresarial donde la dubitación juega en contra de cualquier progreso. «Es necesario un ambiente socieconómico estable, la seguridad es fundamental. Yo trabajo en una empresa catalana y hemos recibido muchas consultas sobre la situación, los clientes están preocupados. Nosotros fuimos de los primeros en llevarnos nuestras cuentas fuera de Cataluña por lo que pudiera pasar», explica. Le escucha atento José Luis Robles, radiólogo y podólogo, que a sus 51 años ha estado trabajando desde el principio de la crisis como «brigadista de limpieza» para acabar con la simbología independentista que sigue anclada en varias instituciones y lugares públicos de Cataluña. «Ha sido y sigue siendo un esfuerzo de muchísimos voluntarios que a cambio de nada han empleado su tiempo libre para limpiar las calles. Hemos puesto dinero de nuestro bolsillo para gasolina, pértigas y pintura. Gente que se ha quedado limpiando hasta las cinco de la mañana a pesar de tener que ir a las nueve a trabajar», explica. Por este motivo pide que todo aquel que quiera regresar al sendero de la cordura que se sume a las movilizaciones que ya tienen en mente para los próximos meses. «Hemos estado 40 años secuestrados en Cataluña y los independentistas han vendido a sus seguidores un Dorado que no existe. Todos ellos están ahora frustrados porque ven que se les ha engañado», analiza. Robles destaca además la fractura social que sigue abierta en Cataluña y la ruptura abrupta que ha habido entre miembros de una misma familia y amigos. «Lo bueno de nuestras movilizaciones es que ya podemos salir con orgullo con nuestra bandera a la calle, eso sí aun puedes llevarte algún insulto o escupitajo», reconoce. Alberto Giral, organizador de LosDeArtós, otra de las asociaciones más activas, reconoce que «Tabarnia sigue viva». Para él, este concepto entendido como el conjunto de personas que «nos sentimos españoles» sigue adelante con fuerza porque es «un sentimiento inquebrantable de la unión a España desde las ciudades que nos vieron nacer: Barcelona y Tarragona», y quiere que se sumen a ellos todos aquellos que vivan o no en territorio tabarnés. Giral es uno de los jóvenes pro España que no ha faltado a ninguna de las manifestaciones convocadas en Barcelona, ya que, según él «desde el sofá es imposible cambiar las cosas» y aprovecha su cita con este diario para recordarle al presidente venidero que «no hay legalidad democrática fuera de la legalidad constitucional». El nuevo inquilino de La Moncloa a partir de mayo deberá apuntar en rojo en su agenda una visita a Tabarnia para empaparse del orgullo patrio que recorre cada rincón de este reducto constitucionalista y para evitar que el factor catalán vuelva provocar la caída de un Gobierno.
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