Roma
El garante del futuro de la Monarquía
Al cumplirse cien años del nacimiento de Don Juan de Borbón, que escogió para sí el Título de Conde de Barcelona, es preciso recordar las circunstancias cambiantes por las que tuvo que atravesar. En 1931, cuando Alfonso XIII hubo de suspender sus funciones como Rey –nunca abdicó–, Don Juan estaba estudiando en la escuela naval de San Fernando. Hijo de Doña Victoria Eugenia, inglés por parte de su madre, y descendiente de la reina Victoria, se refugia en Gibraltar donde el gobernador le recibe como huésped de honor. Viaja a Francia para entrevistarse con su padre y toma una decisión; continuar siendo marino, para lo cual se traslada a la escuela británica de Sandhurst. La decisión entonces fue ingresar en la Marina Britránica, por esa razón, en 1933, él se hallaba en el oceáno Índico cuando recibió una llamda de Alfonso XIII. Tenía que volver porque sus dos hermanos mayores, Alfonso y Gonzalo, estaban incapacitados físicamente para seguir la Corona. Entonces hay un cambio radical en su vida, a partir de este momento, porque él se convierte en el depósitario de la legitimidad histórica de la Monarquía.
Años después, en 1941-1942, los consejeros de Don Juan entienden que debe tomar una postura política contraria a lo que entonces significaba el movimiento nacional de Franco. Y de ahí que se publique el manifiesto de Lausana, en donde también algo pasó desapercibido: la afirmación es que la Monarquía no estaba con un bando ni con otro porque su propia legitimidad le obliga a hacer Monarquía de todos los españoles, no sólo de unos pocos. Después se producen dos decisiones: primero trasladar a Portugal su residencia, porque desde allí se puede mantener un contacto directo con esas grandes figuras políticas que fueron los miembros de su consejo privado. Al mismo tiempo, era fácil mantener contacto con sectores en España. Cuando Don Juan se da cuenta de que Norteamérica no está dispuesta a convocar un cambio político en España, que podía resultar peligroso por la expansión del comunismo, él toma una decisión que también es muy importante: entrevistarse con Franco, a bordo del yate «Azor», cerca de San Sebatián, para tomar un acuerdo. Sus hijos se educarán en España porque reine quien reine ellos serán príncipes. Es así como Juan Carlos viene a España, se instala en las Arillas, y cumple paso a paso todos los tramos de una educación de futuro Rey. A partir de este momento, Don Juan percibe que dado el grado de oposición de fuertes sectores del movimiento es posible que Franco, como ya hiciera Cánovas, le sustituyera por su hijo, que estaba adquiriendo en los medios intelectuales y políticos españoles un gran relieve. Naturalmente, esta solución siginificaba para él un sacrificio, pero no cabe duda de que lo aceptó y dio un paso también decisivo al fomentar la boda de Juan Carlos con Doña Sofía. Hizo un viaje a Roma para tratar el tema con Juan XXIII, porque, de acuerdo con la norma griega, iba a ser la primera vez que un futuro rey católico contrajera matrimonio ortodoxo. No se daba cuenta, probablemente, de la importancia que iba a traer este pacto. Antes del Concilio Vaticano II, se había roto, y de una manera decisiva, el mal entendimiento entre la Iglesia católica y la ortodoxa. Don Juan apuntaba al futuro, y lo consiguió. Mantuvo su legitimidad deliberadamente hasta 1977, porque tenía que comprobar, antes de hacer renuncia a sus derechos, que la Monarquía estaba asegurada y, sobre todo, que era ya una Monarquía para todos los españoles.
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