ETA
El "perfecto"manipulador
José Antonio Urruticoechea, «Josu Ternera», es de esos que ve la hierba crecer. Con tantos años de militancia en ETA, fue de los primeros que se dio cuenta de que jamás iban a «doblegar al Estado español», gobernara el que gobernara, por lo que rápidamente se apuntó a aquello de la negociación. Quien había controlado férreamente la banda terrorista, como explicó Juan José Rego, el que intento asesinar al Rey Don Juan Carlos en Mallorca, no se iba a quedar al margen de un proceso tan importante, en el que había que pactar un «empate», sin vencedores ni vencidos. A partir de 1986, la lucha antiterrorista había empezado a cobrar fuerza y la experiencia acumulada, a dar sus frutos. Pero los políticos mordieron el anzuelo de la negociación. Urruticoechea, detenido en pleno «proceso y cuya presencia en Argel fue reclamada por ETA, dirigía a distancia lo que ocurría en Argel, donde la voz cantante la llevaba su compinche Eugenio Echeveste, «Antxon». El Gobierno socialista de Felipe González estaba receloso y mandó una representación que a la banda le pareció insuficiente y ocurrió lo del atentado de Zaragoza, que fue perpetrado, como han reconocido numerosos etarras, entre ellos el autor de la masacre, Henri Parot, para presionar al Gobierno. Y lo consiguieron parcialmente aunque, al final, por la cerrazón de los pistoleros, no se llegó a ningún acuerdo. A partir de ahí, «Ternera» adoptó el papel de víctima de sus irreductibles compañeros de cuadrilla criminal. Convenció a futuros interlocutores, a los que había conocido en su época de legalidad, cuando fue miembro del Parlamento vasco (antes de huir en 2002). Entre ellos, Jesús Eguiguren «Txusito», destaca sobre los demás. Hace unos días, calificaba a su antiguo compañero de conciliábulos de «héroe». Habrá que pensar que el socialista vasco debe estar todavía abducido por una especie de síndrome de Estocolmo (o de Oslo, porque allí se celebraron algunas de las negociaciones), lo que demuestra la capacidad manipuladora de «Ternera». Inasequible al desaliento, trató de vender la misma «burra» ante los tribunales de París. Si la lucha antiterrorista, ese puñado de hombres y mujeres que se han dejado la vida por España, no hubieran cambiado el curso del «conflicto» (ETA dixit), que no le quepa la duda a nadie que «Ternera» habría estado sentado en una mesa, pero no la de la negociación, sino la del enjuiciamiento extrajudicial de los «perdedores» que, para colmo, habrían llamado «comisión de la verdad».
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