El desafío independentista
El retrocés
«Ahora la culpa de todo se le echa a Cataluña o a las redes, pero los medios están provocando “fake news” a la velocidad de la luz». Eso decía ayer TV3, con un cuajo considerable, analizando la campaña sin mencionarse a sí misma. A los televidentes, sin embargo, no nos pasaba desapercibido de qué manera, en los últimos días antes de las elecciones, la emisora se ha ido envenenando y todos van contra todos. Se le hace la ola a la Rahola, se confunden masas con masías y indultos con insultos (como si no los separara tan solo una letra), se alcanzan los más bajos niveles de credibilidad y de prestigio profesional con un ambiente espeso, fanatizado, lleno de miradas de complicidad y sobrentendidos, tal que si el enardecimiento de las masas fuese algo espontáneo y no una cosa que se ha atizado voluntariamente.
Todo parece indicar que el rumbo marcado por Puigdemont (quien pensó que con unos cuantos anuncios lo tenía todo hecho) se está torciendo. Como empezó en la agencia de noticias catalanista, Puchi básicamente es un publicista y su error ha sido pensar que se podía hacer política solamente con propaganda, que con los medios a su favor estaba todo resuelto y no había que hacer nada. Por eso, al día siguiente de proclamar su República, las infraestructuras no estaban y tuvo que salir huyendo para no añadir detención al ridículo. Una vez en Bruselas, pensó en hacer campaña con su imagen, apostando por tener dominada TV3. Había que azuzar a la gente para que las formas de pensar diferentes a las de los nacionalistas estuvieran socialmente mal vistas, establecer un sistema de lavado de cerebro que difundiera que España produce todas las explotaciones, robos y maltratos. Él, por supuesto, como un ángel guardián, nos cobraría sólo una modesta cantidad por defendernos de esa amenaza inventada. TV3 ha empezado a pensárselo en los últimos días, al ver la persistencia de los sondeos, pero puede que sea demasiado tarde ya para su prestigio. Lo inexplicable es que siguieran a Puchineli de esa manera tan boba, sellando su destino como el almirante que abre sus órdenes en alta mar.
Yo pensé que, dada mi biografía juvenil como especialista en sustancias tóxicas, se me haría menos cuesta arriba hacer una serie de artículos durante la campaña atestiguando la propaganda de TV3. Pero el nivel de primarismo, demagogia, exageración de emociones vulgares, populismo y falsedades que he presenciado estos días ha sido estremecedor. A pesar de ello, y de haber tenido que lidiar durante dos semanas diariamente con esa emanación venenosa, hay una cosa que en justicia me gustaría decir. En TV3 hay tantos paniaguados como excelentes profesionales; hay tanta gente de talento echada a perder por sus prejuicios como trabajadores discretos que intentan navegar como pueden en ese marasmo; hay tantos pesebristas como grandes técnicos que no tienen la culpa de lo que ha hecho el nacionalismo con su lugar de trabajo. Esperemos que algún día puedan hacer su tarea en un medio saneado. El profesional imparcial, el que tiene sentido del espacio público y del respeto a todos, merece esa oportunidad que nos beneficiaría mucho a los catalanes.
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