Barcelona
El ultimátum de Torra al Gobierno de Sánchez: referéndum o desobediencia
Los soberanistas presionan a un «Sánchez endeble» y buscan enfrentar a PP y Cs con la «batalla amarilla».
Los soberanistas presionan a un «Sánchez endeble» y buscan enfrentar a PP y Cs con la «batalla amarilla».
Los esfuerzos de Pedro Sánchez por rebajar la tensión en Cataluña han producido el efecto contrario. Como preludio de su conferencia política en Barcelona el martes, el presidente de la Generalitat redobla su desafío: «Estamos en un buen momento, hay que presionar a un Sánchez endeble». Así de rotundo lo aseguró Quim Torra durante una reunión en Perpiñán el viernes para inaugurar una exposición conmemorativa del 1-O. Rodeado de autoridades de esta región francesa de los Pirineos Orientales ataviados con lazos amarillos en las solapas, con su alcalde del partido de Macron, Jean Marc-Pujol, en cabeza, Torra lanzó un claro ultimátum al Gobierno: o referéndum de autodeterminación, o ruptura y desobediencia al Estado. Según dirigentes independentistas asistentes al encuentro, el jefe del Ejecutivo catalán reiteró su compromiso con la implantación de una República y el desacato a la sentencia del Tribunal Supremo que juzgará a los actuales líderes soberanistas presos en cárceles catalanas.
Torra advirtió duramente a Sánchez, quien desde Iberoamérica intento desinflamar la situación, sobre su única exigencia de dialogar sobre la consulta secesionista. Según las mismas fuentes, calificó al presidente del Gobierno de «líder con pies de barro», rehén de los propios grupos soberanistas que le apoyaron en la moción de censura. Y desveló su estrategia a lo largo de septiembre, entre la Diada y el 1 de octubre: utilizar lo que él denomina la «batalla amarilla» para dividir a los partidos constitucionalistas, en especial al PP y Ciudadanos, algo que está logrando. La retirada pública de los lazos por parte de Albert Rivera e Inés Arrimadas fue rechazada por Pablo Casado, quien apeló a no caer en la confrontación. En similares términos se ha expresado el secretario de organización del PSC, Salvador Illa, quien también criticó la postura del partido naranja. La fractura en el bloque constitucional está servida.
Estas divergencias son consideradas por Torra, según su entorno, «todo un éxito», y disfrazan la desunión latente en el bloque soberanista. El PDeCAT, Esquerra y Omnium se han desmarcado de la propuesta de la ANC para una huelga general que paralice Cataluña el 1 de octubre. Dirigentes independentistas admiten en privado que esta prevención se debe al temor a «un pinchazo» en la convocatoria, dado que no cuenta con el apoyo de los sindicatos tradicionales, por lo que incrementarán la batalla de los lazos y un gran despliegue en ayuntamientos similar a lo ocurrido en Vic con su diaria soflama a la desobediencia. Esto es considerado por los partidos constitucionalistas claramente ilegal, incluidos muchos dirigentes socialistas que critican la tibieza de Sánchez y su nula capacidad de reacción a través de la ley de Régimen Local. «Se nos está yendo de las manos», lamentan en estos sectores del PSOE.
En su reunión en Perpiñán Torra no ahorró declaraciones altisonantes. «Con España no hay nada que hacer», afirmó tras reiterar que solo hablará con Sánchez de autodeterminación y República. El encuentro mantenido el miércoles entre la vicepresidenta del gobierno, Carmen Calvo, y la portavoz del Govern, Elsa Artadi, que fuentes de Moncloa califican de «positivo y cordial», es visto de otra manera en la Generalitat. Para Torra, la educación no está reñida con las exigencias, que pasan irrenunciablemente por la consulta de autodeterminación y una declaración política de independencia previa a la implantación de la República. Hablar con España «de igual a igual», y dividir a los constitucionalistas con la «guerra amarilla», algo que ya está consiguiendo frente a la unidad que logró Mariano Rajoy al aplicar el 155, son los objetivos del presidente catalán para encubrir la atonía y bajas inscripciones en la Diada, hasta la fecha muy por debajo de años anteriores.
El temor a una escalada de violencia en las calles por la batalla amarilla, y la posibilidad de aplicar de nuevo el 155 si Torra persiste en la vía unilateral, han encendido las alarmas en el bloque soberanista. La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, apeló de nuevo al diálogo tras anunciar que no acudirá a la manifestación de la Diada y tan sólo a los actos institucionales. «Un nuevo choque de trenes sería fatal», admiten algunos dirigentes del PDeCAT vinculados a la defenestrada Marta Pascal, de quien se espera algún pronunciamiento. Mientras, el fugitivo de Waterloo, Carles Puigdemont, sigue jugando sus cartas ante los actos de septiembre, octubre y la presentación de su nueva formación, la Crida Nacional, el 1-O. Durante su último encuentro con Torra insistió en las mismas exigencias, si bien le preocupa la espiral de tensión por los lazos que, según su núcleo duro, puede «poner en jaque» y ser negativa para el separatismo.
El presidente catalán se lo dejó muy claro a sus anfitriones en Perpiñán, cuyo alcalde del partido de Macron no dudó en lucir un lazo amarillo en su chaqueta: «Cataluña no es un paquete más y Sánchez no entiende nada».
El necesario apoyo de los nacionalistas catalanes en el Congreso es otro as en la manga de Torra, dado que el PSC se muestra reacio a apoyar las cuentas de la Generalitat, que está a punto de presentar el vicepresidente de ERC, Pere Aragonés. El coste electoral de este respaldo es visto con preocupación por el primer secretario, Miquel Iceta, lo que pone en peligro el apoyo a los Presupuestos de Pedro Sánchez en el Congreso. El todavía portavoz del PDeCAT, Carles Campuzano, ya ha anunciado su rechazo a la subida del IRPF para las rentas altas que la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, ha pactado con Podemos. Dirigentes de la antigua Convergència son muy críticos ante lo que consideran «un Gobierno en la sombra» con la formación morada frente a sus tradicionales postulados económicos de tinte liberal.
Así las cosas, el plan de Torra es «exhibir músculo» ante un endeble Sánchez y agitar la calle para tapar las fisuras del independentismo. Su conferencia del día 4 y la Junta de Seguridad con el ministro del Interior, Grande Marlaska, el día 6, son sus puntales de la semana. Redoblar el desafío y preparar una encerrona sobre la «guerra amarilla» reclamando sus únicas competencias de seguridad, están en su agenda. Ante esta escalada, nadie sabe hasta cuánto aguantará Pedro Sánchez, mientras entre los «barones» del PSOE crece el temor de una imagen de debilidad que les pase factura en las elecciones de mayo, o incluso antes, como es el caso de la andaluza Susana Díaz, que baraja un posible adelanto de los comicios regionales al mes de noviembre.
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