Gobierno de España
El último cartucho
El electorado socialista es el que en mayor porcentaje culpa a su propio partido del bloqueo político: el 19,3% de sus electores señala como responsable al PSOE, seguido del 10,9% de los votantes de Iglesias que creen que fue UP.
Los votantes del centro derecha exigen elecciones generales para desbloquear la situación; el 75,2% de los populares y el 65,8% de los naranjas, en contraste con los electores del PSOE y UP, que las rechazan en un 89,1% y 81,2%, respectivamente. Si el PSOE no logra el apoyo de la izquierda e independentistas para gobernar en solitario, puede buscar ese apoyo en el centro derecha, pero el 83,5% de los votantes del PP se niegan a que su partido se abstenga, así como el 55,9% del elector de Cs. La investidura de Navarra con la abstención de Bildu es censurada por el 55,9% de votantes del PSOE, mientras que entre el electorado del centro derecha se alcanzan porcentajes del 95,0% y 97,3%, entre los votantes del PP y CS, respectivamente, y solo el 25,7% del votante de UP.
El pasado 25 de julio, el candidato Sánchez utilizó un tono duro o muy duro con los que en teoría deberían ser sus apoyos de investidura, con los que orquestó el derribo del presidente Rajoy en aquella moción de censura que, más que dotar a España de un gobierno alternativo fuerte, ha conseguido imposibilitar la gobernabilidad de la nación, dividiendo a las fuerzas constitucionalistas, atrayendo al PSOE hacia posiciones rupturistas sin salida –para mayor alborozo de los independentistas– y perder más de un año en la toma de decisiones fundamentales para nuestro futuro. Esta es la estrategia del PSOE, el victimismo ante el electorado propio y de UP, y también frente a los independentistas de izquierdas (ERC y EH Bildu) o de derechas (JxCat y PNV).
Y la volverá a implementar en la nueva ronda de consultas; aparentar que se negocia o que se ha alcanzado un hipotético acuerdo, para que en el momento de la votación todo salte por los aires. El PSOE no quiere gobierno de coalición ni programa común de la izquierda. El PSOE quiere gobernar en solitario con un cheque en blanco de sus socios o el plan alternativo es ganar las elecciones del 10-N atrayendo el voto útil de UP, ERC, EH Bildu, JxCat y PNV y movilizar a la izquierda que se mantiene en la abstención, denunciando ante la opinión pública a los dirigentes de esas fuerzas políticas que «impiden» gobernar a una fuerza progresista.
La estrategia del victimismo tuvo un éxito parcial el 28-A, ya que llegó a los 123 escaños, insuficientes. Ahora, con las vistas puestas en el 10-N, se pretende que sea mayor y acercarse a los 150 escaños.
Tendremos un verano mucho más cargado de negociación, de aparente negociación, que en los meses previos al 28-A. Ya que con aquel teatro de media intensidad, el PSOE no logró todos los objetivos que pretendía, erigiéndose como víctima ante el electorado «progresista». Iremos a una representación de altísima intensidad. Es el último cartucho antes que el nuevo PP de Casado, que se está rearmando a marchas forzadas, comience a ser una «amenaza» en las urnas.
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