Elecciones
El viaje independentista abre más heridas en CiU y PSC
Nacionalistas y socialistas encabezan el desgaste de un proceso incierto
Nadie se atreve hoy a descartar que la composición del próximo Parlament vaya a condenar a Cataluña a la ingobernabilidad. Falta bastante tiempo para saberlo, porque apenas han pasado dos meses de las últimas elecciones autonómicas, pero lo cierto es que el desgaste que están sufriendo CiU y PSC –partidos mayoritarios durante tres décadas– es indisimulable. «La división del PSC es el reflejo de lo que está pasando en Cataluña», acertó a decir el primer secretario de los socialistas catalanes, Pere Navarro, hace pocos días. Su partido es el que está experimentando una mayor convulsión. Las familias del ala más catalanista del partido se niegan a actuar como si pertenecieran al PSOE. No quieren quedar al margen del proceso soberanista que Artur Mas impulsa con la ayuda –y la presión– de ERC. La dirección del PSC, en cambio, se mira al espejo para preguntarse si su proyecto político es el de la Cataluña independiente y se responde que no, que su convicción es la de una Cataluña integrada en una España federal. La dirección se responde que no es independentista, pero es incapaz de controlar a los cuadros de su partido que sí lo son o que, cuando menos, son acérrimos partidarios de ejercer el derecho a decidir pese al dudoso encaje constitucional de esta ambigua expresión que enmascara la autodeterminación. Ningún partido como el PSC está sufriendo un desgaste semejante. Navarro quiso solucionarlo de forma salomónica. Viéndose incapaz de contentar a unos y otros, se dijo que la única solución era optar por abstenerse de todo el proceso, pero la postura era insostenible. Así que Navarro ha optado por mojarse, por rechazar las resoluciones con tufo a independentismo para no perjudicar los intereses de Carme Chacón –que aspira a ser candidata del PSOE en las siguientes generales– ni los de Alfredo Pérez Rubalcaba, a quien tampoco convienen las simpatías de sus compañeros con el soberanismo. Hoy el PSC es un partido dividido, roto, condenado a la bronca interna, a interminables consejos nacionales para buscar un rumbo que ha perdido por culpa de la irrupción del independentismo como proyecto de gobierno.
CiU, desde luego, no atraviesa los apuros del PSC (que en la última década ha perdido más de la mitad de sus electores y los enormes resortes del poder que acumuló durante), pero los nacionalistas tampoco pueden mirar al horizonte con optimismo. Mas se presentó a las elecciones con el proyecto de hacer una consulta de autodeterminación y el resultado es de sobra conocido: hoy es un líder más débil que antes de los comicios. Convergència, sin embargo, no halla argumentos para dar marcha atrás porque se presentó con ese programa a las elecciones y el único socio que ha hallado es ERC, gran beneficiada del desgaste de ambos. Unió, por su parte, observa todo este proceso con escepticismo, calculando en qué momento habrá que echar la mano al freno. Los socios de CiU ponen sordina a sus tensiones, pero la ausencia de ruido no elimina divergencias.
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