Podemos

Espinar filtró que Errejón iría a Madrid para desactivarlo

Iglesias, molesto con el portavoz en el Senado por saltarse el «pacto de silencio» que exigió a los suyos cuando les anunció el movimiento

Pablo Iglesias, Íñigo Errejón, Carolina Bescansa y Ramón Espinar, en un acto en Vallecas el año pasado
Pablo Iglesias, Íñigo Errejón, Carolina Bescansa y Ramón Espinar, en un acto en Vallecas el año pasadolarazon

Iglesias, molesto con el portavoz en el Senado por saltarse el «pacto de silencio» que exigió a los suyos cuando les anunció el movimiento

Cansado y, sobre todo, «fuera de juego». Así se sentía Iñigo Errejón a las pocas horas de Vistalegre II. Un puñado de meses de batalla interna y de esfuerzos por imponer sus tesis lo han dejado política y anímicamente exhausto. Él mismo lo confesó en conversaciones informales, durante las cuales destacó un problema de fondo: «Pablo ni perdona ni olvida». Y es que al ya ex número dos de Podemos le costó un rosario de largas discusiones obtener siquiera la portavocía de la Comisión Constitucional. El cargo estaba hasta ahora en manos del propio secretario general, si bien había mostrado escaso interés por él, ausentándose incluso en algunas de sus citas más importantes. Para muestra, Soraya Sáenz de Santamaría, en su comparecencia ante esa comisión el pasado 1 de diciembre, exteriorizó su sorpresa al ver vacío el sillón del líder morado. Aun así, Pablo Iglesias sólo incorporó la oferta de esa portavocía a Errejón en el tramo final de las negociaciones. Su oferta inicial, según fuentes solventes, pasaba por un simple canje: Errejón entregaba el cargo de portavoz del grupo parlamentario a Irene Montero y ella le cedía la condición de portavoz adjunto. Lógicamente, el afectado se sintió víctima de una tomadura de pelo.

Los tiras y afloja entre Iglesias y Errejón eran, en cualquier caso, un uno fijo en la quiniela. Un acontecimiento cuya crónica podía estar escrita de antemano, como si de un obituario cualquiera se tratase. De hecho, el secretario general podemita ya había adelantado en sus comparecencias el epitafio del ya ex número dos y ni siquiera guardó las apariencias del convencional respeto hacia el difunto: «Hay que feminizar las portavocías». Hablamos de demostración de poder, con mayúscula, que incluía la despedida de la todopoderosa Secretaría Política y la reducción de los errejonistas a la mínima expresión en la Ejecutiva de Podemos. A tal punto de distancia se ha llegado que, con la componenda aún el aire y a pesar de las escenificaciones públicas de unidad pactadas cara a la militancia (Errejón esperando a Iglesias en el patio de la Cámara Baja para entrar juntos en el hemiciclo), ambos, una vez lejos de los focos, se cruzaban por las dependencias del Congreso sin mediar una simple mirada.

A 24 horas del Consejo Ciudadano Estatal del pasado sábado, Iglesias reunía a los suyos en una sala de la Carrera de San Jerónimo para trasladarles que se había llegado a un pacto... e insistir en que debía mantenerse en silencio lo acordado. Sin embargo, pocas horas después llegó la filtración de la candidatura de Errejón a la presidencia de la Comunidad de Madrid en 2019. Ya se sabe: en política, los secretos son siempre bombas de relojería que carga el diablo. Y en este caso explotaron porque al líder morado en Madrid, Ramón Espinar, le sienta a cuerno quemado que le hurten la ambición de presentarse como cabeza de cartel en las futuras elecciones autonómicas. Lógicamente, la difusión del pacto sirvió para tensionar no sólo la cita del Consejo Ciudadano de Podemos, sino sobre todo al propio Iglesias.

«Que se prepare Espinar», señala un errejonista de los cerriles. Más que pasar página, el líder morado es de los dispuestos a esperar el tiempo que sea necesario para meter su cuchillo de revancha allí done más duela a quienes contradicen su voluntad. Y si no, que se lo pregunten a Carolina Bescansa, ex número tres de Podemos, caída al precipicio tras ser vista por los pablistas como «traidora». Sobra recordar la dureza con la que Iglesias ha tratado a su, en otro tiempo, «querida Carolina»: el extremo desdén, el desprecio con que ha obsequiado un día sí y otro también a una de las almas iniciadoras de su formación política. Sea como fuere, Iglesias desea ejercer con mando de hierro en sus filas. Así las cosas, tras su victoria sin paliativos en Vistalegre, pocas dudas caben de que vaya a entrar a sangre y fuego en lo que los suyos denominan «el partido de Errejón dentro de Podemos». Esto es, el asalto a áreas consideradas importantes como, por ejemplo, la encargada del control de las redes sociales. El patio promete seguir revuelto y lo vivido hasta ahora puede convertirse en sólo un aperitivo de lo que la formación tiene ante sí.