Opinión
El fin y los medios
El Gobierno justifica el trato de favor a Cataluña para alcanzar el poder y, con ello, conseguir objetivos de progreso: una falsedad
Pero, vamos a ver, ¿no nos decía el Gobierno que todos los privilegios que estaba entregando a los nacionalistas se otorgaban para restaurar la convivencia en Cataluña? Ya dijimos en su momento un gran número de catalanes que tal excusa era puro cuento, pues los que vivimos ahí sabemos que, afortunadamente, la convivencia nunca se ha quebrado.
Los catalanes podemos opinar distinto y tener proyectos absolutamente opuestos para la región unos y otros, pero seguimos trabajando en las empresas, conviviendo en ellas, sacándolas adelante juntos, haciendo negocios y, por sensatez que nos honra, no se han dado episodios de violencia de los unos contra los otros o viceversa. Así que. de convivencia rota nada de nada, majos. Inventaos otra mentira mejor para justificar vuestros intereses particulares porque esta no se sostiene. Y no se sostiene además porque, de ser ese el verdadero objetivo, ¿la mejor manera de que prosperara la convivencia sería precisamente darles a unos unas ventajas fiscales que se les van a negar a otros? Eso sí que es una manera directa y efectiva de destrozarla y enfrentar a la gente. Y sus efectos ya se están notando.
El relato gubernamental que va a proponerse para justificar esas monumentales injusticias (ante sus cada día más desconfiados votantes, antes fidelizados) va a ser que con ellas se conseguirá el poder, aunque sea de manera inmoral y torticera, para alcanzar con ello fines de progreso más primordiales y altos. Es otra falsedad, y encima con un destilado subrepticio de filosofía indigna dentro. Porque con ello de lo que se nos está queriendo convencer es que el fin justifica los medios. Y esa es la línea de pensamiento más repugnante de la historia humana, que reiteradamente ha traído toneladas de indignidades, abusos, injusticias, totalitarismos y desgracias a los seres humanos a través de todas las épocas. Así pensaron en los viejos regímenes todos los políticos de baja estofa, los más ineptos de todos los tiempos. Y terminaron siempre en desastres políticos, tiranías, destilaciones más o menos cosméticas del fascismo y falta de igualdad y libertad.
El fin nunca justifica los medios. Esa es la principal norma de la democracia y la libertad. Quién no lo sepa mantener debe volver al parvulario y empezar de nuevo con el abecedario de la política. Que es eficaz ese sistema es innegable, pero no construye nada; solo destruye. Que el análisis de Maquiavelo fuera certero no significa que sea el que debamos usar para guiar nuestras colectividades. Sobre todo, porque el del italiano se trata tan solo de un momento de desgraciada lucidez en torno a una época de barbarie.
Los siervos en la Edad Media tributaban por territorios y no por personas. Pero nadie en el mundo moderno con dos dedos de frente transigiría con abrirle de nuevo el camino al feudalismo. La incompetencia del Gobierno actual para tratar con un panorama de esa complejidad ha sido colosal, históricamente inolvidable. No se sostiene la versión de la Generalidad, para justificar una supuesta y victimista infrafinanciación, de que en los cálculos no se tiene en cuenta el coste de la vida en cada comunidad.
Porque entonces bastaría introducir nuevas correcciones en el sistema: lo que técnicos neutrales estimaran justo y pertinente para equilibrarlo. Pero sería precisamente en todo punto innecesario para solucionarlo entregar la hacienda pública y la caja común, con el riesgo añadido que eso supone de poner unos recursos públicos (que hemos generado entre todos) al alcance de unas pocas personas que han sido condenadas ya en algunos casos por malversación de caudales públicos. ¿Se puede entender una iniciativa más incoherente, absurda y negligente?
Solo puede comprenderse si deducimos que es otro el fin que justifica todos estos medios insensatos, divisivos y alocados, que estamos presenciando. Un fin diferente al que se nos quiere hacer creer. El fin son siete votos, todos lo sabemos. Siete votos de representantes muy discutibles, pero que tienen la posibilidad de garantizar la continuidad de conservar el poder a los que ahora lo detentan. Olvidan que los siglos van contra ellos. Porque toda la historia de la libertad humana la han labrado gentes que justamente nunca aceptaron que el fin justificara los medios.
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