Política

El desafío independentista

Historia contra la manipulación

Prestigiosos historiadores muestran su desacuerdo con el planteamiento del congreso «España contra Cataluña» y denuncian su sesgo interesado

La Razón
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MADRID.-Un simposio y un título: «España contra Cataluña». Las reacciones no han tardado en llegar. José Álvarez Junco, catedrático de Historia en la Universidad Complutense, lo afirma con claridad: «Me sorprende. Un congreso de investigadores es científico. No debe prejuzgar. Aquí se prejuzga desde el título del congreso y el nombre de sus apartados internos: represión económica, militar y lingüística... Se da por supuesto que hay una represión. Supongo que las ponencias que discreparan de este presupuesto habrán quedado fuera. Es más una acusación de parte que un dictamen científico». Luis Ribot, miembro de la Real Academia de Historia y ex director del Instituto de Historia Simancas, coincide: «Es un claro ejemplo de la manipulación de la historia por el nacionalismo. Es verdad que la historia se utilizó en el pasado en las construcciones nacionales, pero los países maduros han abandonado ya eso. Es increíble que en nuestro tiempo se acuda a esas prácticas trasnochadas del uso de la historia». Fernando García de Cortázar, que acaba de participar en el libro «Historia de la nación y el nacionalismo español» y ha publicado su novela «Tu rostro con la marea», es también muy explícito: «Es un congreso contra la historia y contra el sentido común. Por orden gubernativa y con inaudita complicidad intelectual, la historia de Cataluña pasa a ser la de una prolongada resistencia contra la ocupación española. La manipulación retroactiva de un acontecimiento histórico adquiere una sabrosa función independentista: 1714 muestra el inicio de una historia contemporánea de España en la que Cataluña no ha sido más que un territorio ocupado».

El sesgado cariz de este encuentro ha despertado inquietud entre los historiadores. Todos han resaltado la interesada tergiversación del pasado. Pero también ha alentado en ellos ciertas preocupaciones. «Lo que más me preocupa no es que los nacionalistas tengan visiones, sino que esas visiones calen y enfrenten a dos comunidades, que los hablantes en castellano y en catalán se peleen en un bar; que tengamos problemas como los de Yugoslavia, donde los croatas y los serbios no viven en el mismo barrio o no se casan entre ellos. En España nunca han existido las comunidades étnicas. Lo que ha habido han sido pugnas entre facciones políticas que se disputan el reparto de competencias y recursos. No se debería trasladar a grupos que usan diferentes lenguas», reconoce Álvarez Junco. El uso interesado de la historia parecía un asunto del pasado. Algo que se retrotraía a otras épocas, a otros tiempos. A los años de la dictadura franquista, que convirtió el pasado en una cadena de símbolos destinados a exaltar un régimen, una esencia nacional. «La manipulación de la historia a favor de una causa política –asegura Álvarez Junco– ha ocurrido muchas veces en el pasado». El historiador señala las versiones que han hecho el nacionalismo periférico y el central: «Que se enseñara más Pelayo y Viriato, o cómo en la serie televisiva de "Isabel", en que se minimiza o se justifica la creación de la Inquisición o la expulsión de los judíos».

–¿Cómo interpreta este encuentro?

–Es un paso más en una estrategia que conduce a que en 2014, con el 300 aniversario de la caída de Barcelona durante la Guerra de Sucesión, se propicien grandes fastos y se den más pasos hacia adelante en los proyectos independentistas. La historia es un instrumento más en este proyecto. Luis Ribot reconoce que «el mensaje separatista que se ha estado sembrando desde hace tiempo ha sido por iniciativa e interés de un sector de la clase política catalana», pero advierte también de que «en la cadena humana hubo mucha gente. No sólo políticos. Lo que prueba que las ideas independentistas han calado en amplios sectores de la sociedad catalana». Por eso critica la inacción del Estado central: «Ha hecho muy poco. Se ha lavado las manos. Desde la Transición ha abandonado sus banderas. Hay que señalar, de forma no nacionalista sino sensata, las excelencias de Cataluña, pero también las de España. El problema es que el Estado ha prescindido de su discurso político y eso es suicida. En Francia, Estados Unidos y otros países avanzados enseñan y divulgan los valores que tienen como países, su historia, su cultura, la literatura... No hay nación que sobreviva sin ello. Esto en España no se ha hecho. Yo culpo a todos los políticos que han estado en el gobierno central y que nos están llevando a una situación muy peligrosa. Ellos han abandonado su responsabilidad y, en cambio, los gobernantes de estas comunidades han sabido articular un discurso justificador propio, de marcado carácter nacionalista y sesgado. Hemos de señalar, no obstante, que en Cataluña hay también mucha gente sensata».

Fernando García de Cortázar responde a una pregunta: «¿Este congreso es síntoma de un nacionalismo excluyente?». Para él, «es la manifestación más clara de la irracionalidad del nacionalismo y de su aproximación visceral al pasado con el fanatismo del hincha. Habría que recordar que el drama de Europa, metida en los peores lodazales del siglo XX, tuvo su origen en la enfermiza sensualidad de los nacionalismo en estado de revancha, en las orgías identitarias y en la mitología instalada en el lugar donde debería hallarse la razón. Es el éxito de la agotadora campaña de siembra nacionalista de la Generalitat de Cataluña que ha podido disponer en estos treinta últimos años de los recursos que la Constitución española le asignaba para defender la pluralidad y no para asfixiarla».

Pero queda una pregunta esencial, de fondo, sin responder. En este mundo Mac, donde todas las personas están interrelacionadas, los jóvenes trabajan de manera indistinta (ya desde antes de la crisis) en otros países y las lenguas se conciben como puentes de comunicación y no como barreras, ¿qué sentido tienen hoy los nacionalismos? Luis Ribot apunta: «"nacionalismo"es una palabra repudiable, por trasnochada. A la gente hay que educarla, enseñarla, darle cultura, que son las cosas positivas. Pregunte a un chico joven que participó en la cadena del 11 de septiembre qué piensa de España. Dirá lo peor. ¿Por qué? Porque le han enseñado así. Son las escuelas dominadas por el nacionalismo». José Álvarez Junco, por su parte, asegura: «La forma política del Estado-nación está superada. En Europa estamos en un proyecto político que es más interesante y hermoso: la Unión Europea. En nuestra sociedad, lo fascinante es conocer otras culturas diferentes a la tuya, adquirir sus ideas, integrarlas en la tuya, en vez de refugiarse en el pasado y ser igual que han sido nuestros abuelos».

«Dirigidos» desde las aulas

La manipulación histórica en Cataluña arranca desde la propia escuela pública. Los alumnos catalanes estudian en la lengua cooficial materias como «la represión lingüística», los sentimientos catalanistas o hechos históricos tergiversados como la derrota de 1714. A través de distintos acontecimientos y materias, se les inculca el recelo hacia todo lo que tenga que ver con España y se fomenta el discurso del agravio histórico hacia Cataluña.