El desafío independentista

Hoy a las 12:00, Passeig de Gracia

Imágenes de la manifestación de ayer en la plaza de Colón de Madrid para reividicar la unidad de España
Imágenes de la manifestación de ayer en la plaza de Colón de Madrid para reividicar la unidad de Españalarazon

Debemos construir un discurso que no tema decir que nos sentimos partícipes de España de forma sincera

Hoy todos los españoles estamos convocados en Barcelona para asistir a la manifestación de «Societat Civil Catalana» bajo el lema «Todos somos Catalunya. Por la convivencia. Seny». En estos momentos graves para nuestra patria no podemos dejar solos a los catalanes. Otra vez, no. Sin embargo, más allá de las manifestaciones, a partir de este lunes debemos crear un nuevo relato que sea capaz de ganar los corazones de una parte muy importante de catalanes que decidió dejar de sentirse español y abrazó la ideología del odio, la del supremacismo nacionalista. Un relato que aúne símbolos y sentimientos para mantenernos unidos. Son precisos recuerdos comunes, expresiones compartidas, referentes coincidentes para que preserve su cohesión. Quizás en España hemos descuidado este aspecto, de tal forma que las relaciones familiares, de amistad que vertebran desde abajo a nuestro país no tienen un suficiente reflejo simbólico.

Es posible que en una mezcla de racionalismo y de pereza hayamos descuidado alimentar ese imaginario colectivo que contribuye necesariamente a dotar de vitalidad a los ricos nexos humanos que constituyen esta ausencia de cuidado por los elementos sentimentales comunes es especialmente peligrosa cuando desde el separatismo se ha realizado durante décadas una campaña de propaganda sin parangón en la Europa occidental, en que tiene como referente no ya al conjunto del Estado sino a una parte del mismo, tal como de forma expresa y evidentemente sucede en Cataluña. En este empeño llevan los nacionalistas de distintos signos una tarea deconstructiva intensa de las profundas huellas y lazos comunes, cercenando la idea del proyecto común e ilusionante de España. La idea de separación ha cautivado a miles de catalanes y ante ello nadie ha levantado la voz para oponerse desde la inteligencia a las propuestas de seducción rupturista y nadie tampoco ha sido capaz de proponer ideas que ensalcen el bien común compartido y nuestra historia milenaria.

El resultado es una desafección que no deja de tener una pulsión identitaria y sentimental. Con frecuencia se ha planteado la responsabilidad de Cataluña en el gobierno de España como una cuestión externa a la propia España. Catalunya es una realidad que con demasiada frecuencia la «diferencia» catalana ha sido asumida como una particularidad tanto desde Cataluña como desde el resto de España, y especialmente en esto que llamamos «Madrid» y que quizá no se corresponde exactamente con una localización geográfica. El desafío que el separatismo ha hecho en estos últimos tres años y la fuerza de sus acciones no es fruto de una casualidad, ni de la crisis económica, ni de la modificación sustancial de un texto estatutario aprobado en el Parlamento de Cataluña y modificado en Madrid. Ha sido el control del lenguaje y por tanto de la mente de los individuos donde el separatismo ha sabido promover las trampas dialécticas. Mediante este lenguaje quieren hacer olvidar que Cataluña es parte de España imprimiendo una dinámica psicológica en la mente, donde Cataluña se ve como un país más que está y ha estado siempre fuera de España.

Plantear componendas o pactos con los partidos separatistas no es el camino. Escuchar recomendaciones y consejos de intermediarios obcecados en mantener su posición preponderante en Madrid y al mismo tiempo en Barcelona sería el error más grande que se podría cometer. Sólo en la idea de seguir compartiendo un proyecto común y el convencimiento de que las dificultades que pasamos como país serán superadas desde la unidad será el camino para vencer al separatismo. Creemos que muchos catalanes, la mayoría, asumen con naturalidad lo que es una evidencia: que ser catalán no es algo opuesto a ser español, sino precisamente una de las maneras en que cada uno puede manifestar su condición de español y europeo. Todas estas evidencias son cuestionadas en Cataluña y es preciso reconocer que éste es un mensaje y una idea que no han sido cultivados lo suficiente, ni en Cataluña ni en el resto de España. Para ello debemos construir un discurso que no tema decir sin ambages que nos sentimos partícipes de España de forma sincera.

Para ello debemos trabajar en la dirección que lo que los separatistas nos presentan como un freno para Cataluña es, en realidad –y así lo ha sido desde hace siglos– uno enorme ventaja. España se convirtió en los siglos XVIII y XIX en destino principal de los productos catalanes y el comercio con América una de las claves más relevantes del desarrollo económico de Cataluña durante esos siglos. Durante el siglo XX la integración de la economía catalana con la del conjunto de España no ha dejado de crecer y actualmente la economía catalana simplemente no se entiende fuera del contexto español y europeo. La debacle que supondría para Cataluña aislarse de los mercados español y europeo tiene consecuencias dramáticas y hemos visto durante este mes de octubre como huían miles de empresas, que representan más del 30% de su PIB. Pareciera que la independencia supusiera una separación cuando en realidad es una amputación.

Con frecuencia se ha planteado la responsabilidad de Cataluña en el gobierno de España como una cuestión externa a la propia España, y creemos que gran parte de los problemas actuales derivan de ese planteamiento. Los catalanes no tenemos una responsabilidad mayor que los madrileños, andaluces o castellanos; pero tampoco menor o diferente. Es una realidad que con demasiada frecuencia la «diferencia» catalana ha sido asumida como una particularidad tanto desde Cataluña como desde el resto de España, y especialmente en esto que llamamos «Madrid» y que quizá no se corresponde exactamente con una localización geográfica, por ello hemos de trabajar para que esta diferencia no sea vea vista como tal particularidad, sino como un elemento consustancial a la naturaleza plural de España.

Solamente de esta forma Cataluña se convertirá en realmente plural, asumiendo que su españolidad, a veces rechazada, forma parte consustancial de su identidad; y España descubrirá que lo que creía una diferencia es, en realidad, la imagen que le refleja el espejo. Cuando esta Cataluña plural en una España de todos sea una realidad habremos ganado al separatismo. Ganemos el relato a partir del próximo lunes, ganemos las elecciones autonómicas de diciembre en Catalunya. empecemos este domingo llenando las calles de Barcelona. Estamos convocados a las 12:00 en el Passeig de Gracia.