Opinión
Le importamos exactamente un pimiento
Hay una despiadada indiferencia en la convocatoria de Pedro Sánchez porque bien podría habernos citado el domingo 3 de septiembre
Hay algo de perversidad psicoanalítica en lo de hacernos votar el 23 de julio. A Sánchez le gritaron «¡Que te vote Txapote!» y él ha contestado castigándonos. Se calcula que un tercio de los trabajadores toma vacaciones en julio y, en la fecha elegida, había antes de la pandemia 19 millones de personas de veraneo. Salvo que suspendan el descanso y regresen a casa o consigan votar por correo, no podrán ejercer el voto. No son los únicos afectados, porque hay que sumar los que resulten elegidos para llevar la mesa electoral (no es eximente tener contratado un viaje), los funcionarios que trabajen ese día en los colegios y los empleados de correos. Ha comenzado el plazo de solicitud del voto por correo y se calcula que alcanzará los dos millones de personas. Ya hay 30.000 peticiones y los empleados de correos no han tenido tiempo de descansar de la anterior convocatoria del 28 de mayo. Los sindicatos han comunicado que la plantilla está agotada.
Y luego están las víctimas «Adláteres». ¿Qué son las víctimas adláteres? Pues la lista es larga: ancianos y enfermos que sufrirán un desplazamiento extra si quieren votar y ya estaban en el pueblo o la playa (mi madre, por ejemplo); víctimas de los golpes de calor (los colegios electorales no suelen tener aire acondicionado y en muchos lugares alcanzarán cuarenta grados); personal sanitario (habrá que reforzar los hospitales ese fin de semana) y, en fin, todos los que pensaban tomarse el puente de Santiago del 25 de julio, que es festivo en cuatro comunidades, y verán chafado su plan.
Hay una despiadada indiferencia en la convocatoria de Pedro Sánchez porque bien podría habernos citado el domingo 3 de septiembre. Toda la semana se ha especulado sobre sus razones para adelantar los comicios, pero lo único claro es que el bienestar de la gente, su descanso y recuperación, le dan perfectamente igual. No desdeñemos el factor «venganza» en el público: votar en Córdoba o en Écija en plena canícula tiene algo de heroico y empecinado. ¿De verdad van a hacerlo a su favor los que recorran las calles a temperaturas históricas mientras él sigue los comicios fresquito?
La decisión presidencial tiene también damnificados legislativos. Sesenta y dos leyes y dos reformas del reglamento del Congreso que estaban en tramitación serán abortadas, entre ellos 29 proyectos considerados «urgentes». Por ejemplo, la nueva Ley de Familias de la ministra de Derechos Sociales, Ione Belarra, o el proyecto de ley que desarrolla el decreto-ley de reforma de las pensiones. Por no mencionar la muy necesaria Ley de Salud Mental y la de Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA). Jordi Sabaté, activista y cabeza de lanza de los afectados, escribió en su tuiter: «La ley ELA queda eliminada. Cuatro años de trabajo, sudor y lágrimas de toda la comunidad ELA a la basura. Estoy llorando. Ni olvido ni perdón». En la lista van también el Derecho al Olvido Oncológico, la creación de la Agencia estatal de Salud Pública o el proyecto de Ley de Equidad para impedir nuevos copagos sanitarios.
Supongo que Pedro Sánchez busca aglutinar los votos de izquierda en torno a su persona al grito de «¡Viene la ultraderecha que es peor que yo!». Imagino que quiere pillar a medio hacer el proyecto «Sumar» de Yolanda Díaz y no darle tiempo a rentabilizarse electoralmente. Entiendo que quiere que el PP se retrate pactando con Vox los gobiernos locales en plena campaña electoral de las generales. E infiero que ha neutralizado con su decisión cualquier golpe de estado en el PSOE contra su persona: es sin duda mejor ser derrotado en unas generales que ser expulsado de tu partido. Pero todas estas ventajas las ha obtenido desde un egoísmo cenital y un narcisismo que nos deja a todos claro que importar, lo que se dice importar, le importamos un pimiento.
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