Cataluña
El independentismo catalán atraviesa sus horas más bajas
ERC y Junts, señalados tras una Diada «muy decepcionante». «Hemos regalado la Generalitat a España», es el lamento general
No corren tiempos de esperanza para el independentismo catalán. Ni para sus partidos, desprovistos de poder institucional tras perder la mayoría absoluta en las últimas elecciones al Parlament, ni para sus seguidores, muchos de los cuales decidieron quedarse en casa en la Diada Nacional del pasado miércoles, que no concentró ni a un 0,5% de las personas que acudieron a las manifestaciones del 11 de septiembre de 2014 o 2015. Los «pocos» que sí asistieron a las protestas, convocadas por Òmnium, la ANC y otras entidades secesionistas, lo hicieron asimismo en su mayoría con el objetivo de reprochar tanto a ERC como a Junts su «constatada incapacidad para dar respuesta a los anhelos del pueblo». Fueron muchas y muy aplaudidas, además, las críticas relativas al «enfrentamiento» entre republicanos y posconvergentes, constatado hace ya un par de años con la salida de los de Carles Puigdemont del Govern de Pere Aragonès y reafirmado hace a penas unas semanas con el apoyo de ERC a la investidura de Illa. «Los independentistas, aunque decepcionados, estamos unidos», explicaba uno de los manifestantes en el Arco del Triunfo de Barcelona en la pasada Diada, «exigimos a los políticos que hagan lo mismo porque sinó será imposible, y ya es muy difícil de por sí».
Los acuerdos suscritos por ERC y Junts con los socialistas tanto en Cataluña como en Madrid, utilizados a menudo como arma arrojadiza entre ellos, tampoco han sido bien recibidos entre el secesionismo. «¿El catalán en Europa? Ya se ha olvidado. ¿La amnistía? Estamos viendo que es un timo, y pasará igual con la financiación. Con España no se puede negociar porque nunca cumple», apuntaba otra manifestante. Por lo simbólico del traspaso de la medalla de Francesc Macià entre Aragonès e Illa –el primer presidente de la Generalitat no independentista desde 2010–, los republicanos fueron incluso abucheados en varios actos de la Diada. La propia ANC, en palabras de su presidente Lluís Llach, considera que ERC «ha regalado la Generalitat a España», y su actual presidente es percibido por buena parte del independentismo como un «sucursalista»: «Antes el PSC era un partido catalanista, socialista pero autónomo respecto al PSOE, y ahora no es así», añadió otro independentista entrevistado, «nos molesta que se hable de que Cataluña está pacificada cuando sigue habiendo exiliados y un conflicto político por resolver democráticamente».
En base a lo que apunta el Centre d’Estudis d’Opinió (CEO) respecto al trasvase de voto, el PSC habría recibido en los últimos comicios la confianza de un buen puñado de exvotantes de ERC y Junts que no han dejado de ser independentistas. «Muchos estamos cansados de esperar mientras vemos cómo cada día nuestra tierra está peor», explica alguien que por primera vez se abstuvo de ir a la manifestación del 11 de septiembre, «visto lo visto, no creo que Illa vaya a hacerlo tan mal». Quien también se aprovechó en las urnas del 12 de mayo del declive de posconvergentes y republicanos fue Aliança Catalana, otro síntoma del descontento generalizado del secesionismo en forma de partido xenófobo. Su líder, Sílvia Orriols, navega entre discursos racistas y las recetas populistas de la extrema derecha europea, pero también carga duramente contra los «procesistas», acusándoles de haber «engañado» a los catalanes «prometiendo la Dinamarca del sur de Europa y convirtiéndonos en Argelia». La respuesta de ERC y Junts a una formación que hubiera doblado su representación parlamentaria de haberse repetido las elecciones ha sido un «cordón sanitario», como el aplicado a Vox, de los que solo favorecen el victimismo y la publicidad de los ultras. Ya hubo tensiones durante la Diada entre los partidarios de Orriols, invitados a regañadientes a abstenserse de participar en la manifestación, y varios grupos de extrema izquierda, que con riñoneras y proclamas marxistas defienden en el fondo la misma radicalidad contra España que AC.
Alejados de la estadística, al menos de las cifras que apuntó la Guardia Urbana, en Junts consideraron «un éxito» las movilizaciones del pasado miércoles: «Seguimos teniendo las calles y el apoyo de la gente», diagnosticaron los posconvergentes, siendo esta valoración tildada de «ridícula» incluso por algunos de sus votantes. El partido, con claros síntomas de desgobierno y languidez, promete «refundarse» en su Congreso de octubre para convertirse en «la casa común del independentismo», suplicando nuevamente a Puigdemont, su único activo electoral, que no de «paso al lado» alguno. En ERC, también obviando los nuevos liderazgos que reclama el independentismo civil, Junqueras es a priori el favorito para reeditar la presidencia de la formación en el Congreso republicano de noviembre. «A este paso nos esperan unos cuantos años en la oposición», concluyó finalmente otro manifestante de la Diada, «es muy decepcionante ver como han hundido el movimiento independentista con su egoísmo».
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