Opinión

La inquisición contra Page

Ya sabíamos que alguien iba a tener que purgar como responsable último del aquelarre puigdemoníaco

TOLEDO, 25/01/2024.- El presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García- Page, en declaraciones a su llegada a las Cortes regionales, que celebran una nueva sesión plenaria en la que los tres grupos parlamentarios debaten sobre jóvenes agricultores, carreteras y programas sociales básicos. EFE/Ismael Herrero
Declaraciones de García-PageAgencia EFE

No, si ya sabíamos que alguien iba a tener que purgar como responsable último del aquelarre puigdemoníaco. Lógicamente no va a ser el presidente, pues sólo faltaría, ni tan siquiera Bolaños o Santos Cerdán. Tampoco Patxi o la señora Montero, peones de división menor. La culpa la tiene Page. Sea responsable o no, García-Page ha sido condenado y señalado por el dedo expurgador del ministro Puente, Torquemada mayor de la moderna Inquisición pedrista, que no va a permitir que cualquiera pueda decir lo que piensa, tenga o no razón. Porque Page, el solitario gunfigther del western manchego, tiene razón cuando dice lo que piensa. Es decir, que su partido está ya en el extrarradio de la Constitución. En ningún otro sitio se puede estar cuando desayunas y almuerzas con independentistas contrarios a la Carta Magna, cuyo objetivo principal es destruirla. El problema es que eso, Emiliano, no se puede airear en público. Se puede comentar en los cenáculos, decírselo al oído al compañero, susurrarlo con asombro a la prensa hostil, pero de ninguna forma evidenciarlo ante la gran masa de los votantes tezanos. Se lo permiten a Guerra y a González como momias de la fe socialista que son, pero de manera alguna se va a consentir que el gallo toledano siga diciendo lo que quiere sin reprimenda alguna. Para eso han puesto ahí a Puente. No para hacer carreteras o solventar problemas con Renfe o las compañías aéreas, que de eso en realidad no sabe. El coco morado ha sido tocado por la espada sanchiana para aullar, meterle el dedo en el ojo cada día a Ayuso y asustar con sus muecas a quien ose respirar sin previo consentimiento. En la revolución bolchevique Puente sería Beria, mariscal de la policía política que ejecutó a medio Politburó. Y en la francesa Robespierre, sinónimo de guillotina y de terror. Su máxima era que había que ajusticiar, de inmediato, a quien osara cuestionar la verdad revelada. Tuviera razón o no. Se elimina a quien critica por criticar sin autorización. Y se hace en la hoguera, a la vista del pueblo para dar ejemplo y propagar el miedo. Para extenderlo. Por eso no va a permitir Puente, inquisidor general de este nuevo Santo Oficio, que Page extienda su herejía más allá de los predios castellanos. Con Page hay que acabar ya. Por haber ganado por mayoría absoluta. Por hablar sin permiso. Por conspirador urdidor del contubernio del Ifema en Fitur. Y hay que hacerlo en público, a la vista de todos, empleando la hoguera mediática para que no haya duda del castigo que merece el delito ideológico y la heterodoxia emiliana.

No, no hay terrorismo bueno, diga lo que diga Óscar Puente. Lo afirmó Page y lo dijo también ayer su lugarteniente Nacho Hernando. El terrorismo no es como el colesterol. No hay LDL bueno y HDL malo. Si es o no terrorismo lo dirán los jueces tras interpretar las leyes. Y dice García Castellón que agredir a policías es atentar contra los derechos humanos. Luego se cae la ficción de terror low cost. Si los céderres iban armados y agredieron e hirieron a varios agentes del orden, incurrieron en delitos contra los derechos humanos, así tipificados por la ley, pues les movía un ánimo homicida, lo hacían queriendo lesionar o herir a quienes tenían la obligación de reprimirlos. Y argumento parecido podría usarse contra el mal llamado Tsunami Democràtic, en cuya cúspide sitúa la investigación a Puigdemont.

De manera que, por mucho que quiera ejecutar Puente a Page, la realidad es la que resumió ayer el consejero Nacho Hernando, socialista de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, en declaración pública, al recordar las palabras pronunciadas por Pedro Sánchez sobre el «terrorismo» en Cataluña, fijadas en la hemeroteca de las radios: «Me preocupa que los CDR asienten el terrorismo en Cataluña, y más la banalización del concepto de terrorismo que hacen algunos políticos». Pues eso.