Política

Ministerio de Justicia

Intransigente con la injusticia

La Razón
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Hay comentarios que uno no querría escribir, pero que no pueden evitarse, si se quiere ser leal y coherente consigo mismo. Desde dicha leal sinceridad plasmo estas ideas, referidas a la dimisión del fiscal general del Estado, Don Eduardo Torres-Dulce.

Un hombre de leyes, que durante varios años colaboró con la defensa de los Derechos Humanos, desde su posición como fiscal ante el Tribunal Constitucional, en momentos en que dicha Alta Corte consolidaba su doctrina. Un compañero con quien tuve la ocasión de trabajar directamente, cuando Don Eduardo ocupó la plaza de fiscal jefe de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo, época en la que pude valorar su ecuanimidad, su firmeza en defensa de la verdad, su imparcial consideración de las opiniones de los Fiscales del Alto Tribunal, para apoyar la que merecía más sustento, desde el punto de vista de la ley.

Un valedor del Ministerio Público, celoso defensor del cumplimiento de su misión de promover la Justicia en defensa de la legalidad. Recuerdo su encendido elogio de nuestra misión como promotores de la Justicia, concepto que Don Eduardo asimila al valor constitucional, y no simplemente a la función de actuar ante los Tribunales, como una lectura frívola del texto constitucional podría sugerir.

Un hombre con personalidad, que no transige con la injusticia ni con la falta de ética, y que defiende la ley, desde la conciencia de haber recibido un mandato popular insoslayable, lo que propicia que su apoyo a la autonomía del Fiscal sea una de sus constantes. Un hombre que quiere que el Fiscal de España sea un magistrado respetuoso y respetado, con medios suficientes para cumplir sus funciones, con facultades y atribuciones que permitan alcanzar los objetivos que la Constitución propugna.

Un hombre apreciado por la Carrera Fiscal, que en dos ocasiones fue elegido por sus compañeros, para ocupar una plaza como miembro del Consejo Fiscal, con una enorme mayoría de votos, signo de la confianza depositada por los Fiscales en su buen hacer y en su generosa entrega.

Un hombre que ha compatibilizado su actuación profesional, con una dedicación de su tiempo libre al séptimo arte, en el que ha destacado como crítico eminente, alcanzando una presencia popular que evidencia su empatía y versatilidad. Estoy seguro de que estos tres años de don Eduardo al frente de la Fiscalía General del Estado constituyen un momento singular de nuestra historia institucional, y sólo cabe desear a este destacado jurista, que continúe cumpliendo en el futuro con su vocación de servicio al pueblo de España.