Barcelona

Junqueras quiere votar «no» al PSOE y Puigdemont abstenerse

La investidura divide a los separatistas, que se plantean ausentarse el día de la segunda votación en el Congreso para aunar posturas

El president de la Generalitat, Carles Puigdemont (d), acompañado del vicepresidente del Gobierno catalán, Oriol Junqueras (i), en el aeropuerto del Prat, durante la inauguración del nuevo tramo de la línea 9 del metro de Barcelona
El president de la Generalitat, Carles Puigdemont (d), acompañado del vicepresidente del Gobierno catalán, Oriol Junqueras (i), en el aeropuerto del Prat, durante la inauguración del nuevo tramo de la línea 9 del metro de Barcelonalarazon

La investidura divide a los separatistas, que se plantean ausentarse el día de la segunda votación en el Congreso para aunar posturas

Esquerra Republicana y la nueva marca parlamentaria de Convergencia, Democracia y Libertad, atraviesan una profunda división ante la posible investidura de Pedro Sánchez y aguardan órdenes directas de sus respectivos jefes, Oriol Junqueras y Carles Puigdemont. Según fuentes de ambos grupos soberanistas, el líder de ERC tiene muy claro su voto en contra del aspirante socialista, pero no así los convergentes, a quienes les interesa recobrar protagonismo en el Congreso. Esta impresión es compartida por el PSOE, tras varias conversaciones de sus diputados con los nacionalistas catalanes. «Desde la salida de Artur Mas, Convergència hace política ficción», aseguran estas fuentes. Por ello, desde La Generalitat y la cúpula del partido se les ha instado a trabajar en la sombra un acercamiento a Sánchez. Además, la retirada del eterno hombre-puente entre Madrid y Barcelona, Josep Antoni Duran Lleida, «les ha dejado en el ocaso», tras pasar de sesenta y dos a treinta diputados en el Parlamento de Cataluña, y de dieciséis a ocho en la Cámara Baja

A pesar de la continua reclamación independentista del nuevo presidente de La Generalitat, Carles Puigdemont, quienes han hablado con él sostienen que «tiene mejor talante que Mas». Así lo afirman varios empresarios catalanes que le han visitado y líderes del PSC como Miguel Iceta. «Mas estaba enrocado y reinventaba su separatismo todos los días, Puigdemont no lo necesita y va por las claras», según las personas con quienes ha hablado. La precaria situación económica de Cataluña, con un déficit de dos mil millones por encima de lo permitido y su dependencia de créditos y concesiones del Estado español, a través del Fondo de Liquidez Autonómica (FLA), exigen un cambio de política. Descartado cualquier entendimiento con el PP y el actual gobierno en funciones, los convergentes apremian a un diálogo con el PSOE. El propio Carles Puigdemont se lo expresó así de rotundo a destacados financieros: «Necesitamos aire en Madrid».

Ello requiere una nueva actitud de los diputados de Democracia y Libertad, capitaneados por Francec Homs. El que fuera número dos y hombre de confianza de Artur Mas ha virado por completo su papel político. Mantiene estrecha relación con Puigdemont y Josep Rull, coordinador de CDC y conseller de Territorio, una cartera que necesita la inversión del Estado en infraestructuras y cuyo antecesor, Santi Vila, siempre mantuvo muy buena relación con la ministra Ana Pastor. El equipo de Puigdemont cada vez tiene más claro lo complicado de cumplir el déficit fijado por los compromisos de Bruselas y necesita que el Gobierno español no cargue intereses por los créditos del FLA, admiten fuentes de La Generalitat. La falta de entendimiento con Mariano Rajoy influye ahora en su actitud en el Congreso para propiciar la designación de Pedro Sánchez. La postura mayoritaria actual entre los convergentes sería votar en contra en la primera sesión de investidura, igual que Esquerra Republicana, y abstenerse en la segunda. «Esto les salva la cara ante los suyos en Cataluña», indican en el grupo socialista.

Pero en los últimos días, aflora con fuerza en el Congreso otra posibilidad: votar en contra ERC y DyL en la primera votación y ausentarse del hemiciclo en la segunda. La idea cuenta con el aval de Oriol Junqueras y así la han trasladado sus dos escuderos en la Cámara, Gabriel Rufián y Joan Tardá, a la dirección del grupo socialista. «La votación de un presidente de España no va con nosotros y nos vamos», les dijo Tardá a varios diputados del PSOE la pasada semana. Esta proclama independentista tampoco es mal vista en Convergència, dado que la ausencia de ambos grupos puede facilitar la investidura de Sánchez. Aunque equivale a una abstención, el hecho de no participar en la votación mantiene su pertinaz mensaje separatista pero facilita la elección del candidato socialista. «Una incontinencia urinaria de todos ellos nos vendría muy bien», dice con ironía un veterano del PSOE. A fin de cuentas, lo que les importa es que salga Sánchez y desalojar a Rajoy de la Moncloa. En esto, todos de acuerdo.

El papel de Artur Mas en el nuevo escenario «es nulo», según fuentes de Convergència. Admiten que Mas desea protagonismo en la refundación del partido, aunque recuerdan que «le echaron los suyos». Horas antes de su dimisión, tenía previsto firmar el decreto de convocatoria de elecciones, pero las presiones de los «halcones» convergentes, Josep Rull, Jordi Turull y Josep Luis Corominas, junto a las movidas de la CUP, forzaron su salida. A ello se unió la actitud de Oriol Junqueras, que siempre ha mantenido mala relación con Mas y se encuentra cómodo con Puigdemont, según fuentes de ERC. Aseguran que Mas se encuentra desdibujado en su actual papel y desea, desde su despacho en el Palau Robert, influir en el nuevo presidente, pero no lo consigue. «La marcha por libre del sucesor es un dogma en política», afirman dirigentes de todos los partidos como bien demuestra la historia.

Llegado a este punto, Artur Mas es un político que se arrojó al vacío y pasó del poder a la nada. Del cesarismo a la plebe. E imploró el respaldo de quienes nunca comulgaron con sus ideas. Muchos jamás le perdonarán, entre ellos sus verdaderos padrinos, acabar en este triste final con un legado político y una influencia de treinta y cinco años. Como bien dicen en el entorno familiar de Jordi Pujol, ha sido el «hereu» descarriado. Pretendió ser César y se quedó en el vacío. El trauma en las propias filas de Convergència ha sido de campeonato. Algunos de sus propios consejeros en el Govern le criticaban sin tapujos. Entre ellos Andreu Mas-Collel, Santi Vila o Germá Gordó, a quien muchos sitúan en la conjura de la sucesión. Su gran ideólogo, Francesc Homs, se dio un batacazo electoral con las nuevas siglas Democracia y Libertad a favor de ERC y la izquierda radical, pero ahora sus escaños son decisivos para la investidura de Pedro Sánchez.

En medio de las negociaciones, en lo que sí coinciden los soberanistas catalanes es en echar a Mariano Rajoy. Para el PP, su estrategia está clara: «Les interesa un gobierno débil, un líder frágil con noventa escaños a quien tengan acorralado». Por ello, en el grupo popular no descartan que, finalmente, Democracia y Libertad pueda votar a favor de Sánchez en segunda vuelta. Los convergentes, hoy por hoy, lo desmienten y se inclinan por la abstención, pero su obsesión contra Rajoy les hace cambiar la rueda según sus intereses. Y desde La Generalitat el mensaje es pragmático: hay que aliviar las cuentas y apoyar a Pedro Sánchez. Lo del referéndum ya vendrá después. Como dicen en Moncloa y en el PP, lo único que quieren es tener a Pedro Sánchez sometido como «un títere en sus manos».