Caso Bárcenas

La factura millonaria de las fotocopias

La inestabilidad política se refleja también en la prima de riesgo y en el coste de la deuda

La Razón
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Los mercados financieros no viven al margen de la realidad política. Los inversores no nadan en una pecera al resguardo de las tormentas que zarandean cada dos por tres a los partidos y gobiernos. La inestabilidad política cotiza en Bolsa y se refleja en la prima de riesgo.

Los mercados financieros no viven al margen de la realidad política. Los inversores no nadan en una pecera al resguardo de las tormentas que zarandean cada dos por tres a los partidos y gobiernos. La inestabilidad política cotiza en Bolsa y se refleja también en la prima de riesgo y en el coste de la deuda. Los «papeles de Bárcenas» pueden ser o no ser veraces; la Justicia lo determinará. Los presuntos desvíos multimillonarios de fondos en el caso de los ERE de Andalucía o el continuo goteo de noticias de corrupción en Cataluña tampoco ayudan. A nadie se le escapa que todo esto influye en la imagen de España y debilita el proceso de recuperación de la confianza internacional en nuestro país. No es el factor determinante, asegura el gobernador del Banco de España, Luis María Linde, y aunque no perjudiquen «de forma decisiva», también añade que «los casos de corrupción no benefician a la recuperación económica».

Estos presuntos casos de corrupción no serán determinantes, pero el ambiente de sospecha e inestabilidad política entorpecen la ya difícil reactivación económica. Más complicada aún, cuando en la coctelera de la actualidad se mezclan otros «sabores» que provocan «ardores» en los siempre sensibles estómagos de los mercados. El pasado 25 de enero, el Ibex 35 de la Bolsa española marcaba su máximo anual. Ese día cerraba el selectivo en los 8.724 puntos, con una subida superior al 3 por ciento. Poco después, el 4 de febrero, el principal índice del mercado de renta variable despedía la jornada en los 7.919 puntos, el mínimo de 2013. Entre una y otra fecha, 805 puntos perdidos y decenas de miles de euros «volatilizados» en la capitalización de las empresas que componen el selectivo. La revalorización del año se esfumó en dos toques de campana y ahora apenas acumula un beneficio de nueve centésimas porcentuales.

Los machacones titulares sobre la incertidumbre política no son los únicos elementos que juegan en contra de España. Influyen otras cuestiones técnicas, como por ejemplo, el fin de la prohibición de las operaciones «a corto». La CNMV decidió levantar la limitación de estas «apuestas» a la baja el 1 de febrero. Los bancos sufrieron el golpe y son algunos de los valores que más ponderan en el Ibex. También cuentan las modificaciones legislativas en las subvenciones a la energías renovables, lo que motivó cambios en las carteras de las empresas con intereses en estas tecnologías. Y por último, está el factor exterior: las pérdidas en entidades financieras alemanas e italianas, así como la creciente popularidad de Berlusconi ante las próximas elecciones italianas. Una posible victoria de «Il Cavallieri» enerva a los inversores de toda Europa, algo que se refleja a la vez en el mercado de deuda pública.

Las primas de riesgo de España e Italia frenaron en seco su racha de mejora. Agarraron el «piolet» para escalar, en el caso español, hasta la cota de los 380 puntos. El lunes, el diferencial del bono español con el alemán se incrementaba más de un 8 por ciento, cuando el bono español de referencia enfilaba otra vez una rentabilidad del 5,5.

Todo esto no es gratis. El Tesoro español notó en sus cuentas cómo el viento había cambiado. En la subasta de bonos y obligaciones del jueves el coste subió más de 30 puntos básicos. Otro dineral. No todo es achacable a nuestro clima político, pero los analistas inciden en que no es nada bueno que la demanda se haya quedado en poco más del doble de lo ofertado, frente al torrente de dinero que reclamaba «papel» español en enero. También advierten de que una prolongación en el tiempo de la tormenta política elevará las dudas sobre la capacidad española para avanzar en las reformas. La incertidumbre no es buena compañera de viaje cuando el Gobierno debe enfrentarse a retos económicos como el elevado desempleo, que roza los seis millones de parados, o el examen europeo del déficit dentro de poco. El ministro Luis de Guindos ha dado a entender que Bruselas puede rebajar exigencias. Pero la mejor estrategia para contrarrestar la desconfianza es presentar un buen dato de déficit público, que al menos quede por debajo del 7 por ciento.