Conflicto de Gibraltar
La «familia»
No hay quien niegue a los ingleses su arte a la hora de camuflar significados mediante el vocablo adecuado. Se les rompe la iglesia anglicana. No problem. Se inventa un nuevo significante: la comunidad anglicana. Se les despedaza el imperio. No problem. Se convierte en Commonwealth. Que el vocablo «colonia» despierta suspicacias. Se cambia por el de territorios dependientes de ultramar. Que con motivo del Brexit, la Unión Europea no traga con eso de que Gibraltar forma parte del Reino Unido. Se promulga una nueva palabra: la familia británica. Boris dixit. Recuerda la epístola de San Pablo a Filemón, pero dirigida a Bruselas: trata a mi Onésimo gibraltareño no como el esclavo que es, sino como a un hermano querido.
Se celebro ayer el día de Gibraltar. El día en que años ha se acuñó con la inverecundia de rigor un nuevo vocablo: «referéndum».
Lo cierto es que de referéndum tenía más bien poco. En la jerga jurídica de la Organización de Naciones Umidas un referéndum es un proceso electoral en el que un pueblo colonial elige entre integrarse en la metrópoli o la independencia. En aquel «referéndum» se daba a elegir entre seguir siendo colonia británica o pasar bajo soberanía española. En torno a esas fechas, unos gibraltareños de pro: «los palomos», se atrevieron a musitar que convendría ponderar esta última posibilidad. Tuvieron que ser embarcados rumbo a España bajo la protección de las tropas coloniales que evitaron su linchamiento físico.
Y, por seguir con las citas neotestamentarias, todavía hay vecinos de la Línea de la Concepción que como Lázaro viven cómodos de las migajas que caen del Epulón gibraltareño.
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