Política

Fernando Grande-Marlaska

La maldita tercera fila de Moncloa: Máxim Huerta, Carmen Montón...

La dimisión de dos ministros de Sánchez en 100 días alimenta la teoría de la mala suerte asociada a aquellos que posan para la foto de familia del gobierno desde el tercer escalón. En el caso de Huerta y Montón, otros dos elementos los conectaban: ser valencianos y los más jóvenes del equipo.

Montón ha dimitido por el plagio de su trabajo final de máster.
Montón ha dimitido por el plagio de su trabajo final de máster.larazon

La dimisión de dos ministros de Sánchez en 100 días alimenta la teoría de la mala suerte asociada a aquellos que posan para la foto de familia del gobierno desde el tercer escalón. En el caso de Huerta y Montón, otros dos elementos los conectaban: ser valencianos y los más jóvenes del equipo.

Dijo el presidente Sánchez que su Gobierno sería europeísta, intergeneracional y feminista. El paso del tiempo lo ha transformado además en un gabinete en deconstrucción, sujeto casi a las normas de un «reality show»: dos ministros han abandonado la casa, La Moncloa, a las primeras de cambio sin tiempo apenas de haber puesto en marcha alguna reforma que lleve su sello. Unas discrepancias con Hacienda en el pasado, con multa de por medio, obligaron a Màxim Huerta a renunciar a la cartera de Cultura siete días después de haberla empuñado por primera vez y, esta semana, Carmen Montón, titular de Sanidad, siguió sus pasos tras asumir que plagió parte de la investigación que presentó como trabajo final de máster en la Universidad Rey Juan Carlos. Dos apuestas personales del presidente socialista –en el caso de Montón, ha llegado a reconocer que pierde a «una amiga» en el equipo– cuya salida ha hecho tambalear el arranque del «sanchismo» en términos políticos. En lo que concierne a la imagen pública del Gobierno, la última dimisión obligará a repetir, de nuevo, la foto de familia de todos los ministros en la escalinata del Palacio de La Moncloa. Será la tercera en apenas 100 días e incorporará ya a María Luisa Carcedo, recambio de Montón. No pudo hacerse este viernes por la ausencia de Fernando Grande Marlaska, Reyes Maroto y Luis Planas por compromisos oficiales de éstos, pero se concretará en los próximos días.

El 8 de junio posaron ante los medios por primera vez. Repitieron el 6 de julio, con José Guirao como nuevo ministro de Cultura. Y este mes llegará la tercera. Una escena en la que el protocolo manda: los 17 ministros serán distribuidos en tres filas con Sánchez en el centro de la primera; Carmen Calvo, a su derecha, por ser la vicepresidenta; los demás seguirán un orden cronológico en función del año de creación de su ministerio, esto es, los más antiguos –Exteriores, Justicia, Defensa, Hacienda e Interior– más cerca del presidente y los más recientes –Transición Ecológica y Ciencia, Innovación y Universidades–, al fondo.

Más allá de cuestiones protocolarias, la primera imagen, la del mes de junio, dejó un detalle que no hace sino confirmar una teoría que en algunos pasillos de Moncloa comienza a divulgarse como la maldición de la tercera fila: Màxim Huerta y Carmen Montón, uno junto a la otra, ocuparon ese viernes la esquina derecha de ese último escalón. No sólo su ubicación los conectaba. Con sus dimisiones, el Gobierno de Sánchez ha perdido a su ministro y a su ministra más jóvenes, con 47 y 42 años respectivamente. Renuncias que también han diluido el fuerte acento valenciano que quiso imprimir Sánchez a su apuesta inicial, al contar en su primer gabinete con cuatro ministros de la comunidad del Turia, la más representada en ese momento: José Luis Ábalos y Luis Planas acompañaron a los «caídos» Huerta y Montón.

La maldición de la tercera fila, pese a la rapidez con la que durante este verano ha castigado al Gobierno de Sánchez, no tiene su origen, sin embargo, en la moción de censura que desalojó a Rajoy. Basta repasar el archivo fotográfico de Moncloa para identificar a otros políticos cuyo paso por un ministerio o sus carreras políticas se vieron truncadas de forma abrupta tras haber posado sonrientes desde el tercer escalón en el día de su debut. Jaume Matas, por ejemplo, forma parte de esta particular nómina de ex ministros: en la segunda legislatura de Aznar, el titular de Medio Ambiente entre los años 2000 y 2003, ocupó exactamente la posición de Huerta. En junio de este año, Matas ingresó en la prisión de Aranjuez para cumplir una condena de tres años por el «caso Nóos». Otros gobiernos populares, en este caso con Rajoy como presidente, tampoco se vieron libres de la maldición. Ana Mato, José Manuel Soria y José Ignacio Wert ocuparon la tercera fila en alguna de las fotografías de familia que se realizaron con motivo de alguna remodelación. Los tres dimitieron: Wert a petición propia; Mato, después de que la Audiencia Nacional sostuviera que había sido partícipe a título lucrativo de los delitos cometidos por su marido en el «caso Gürtel», y Soria lo hizo al ver cómo su nombre y el de su hermano aparecían en los «papeles de Panamá». El socialista José Luis Rodríguez Zapatero estrenó formato de foto de familia a su llegada a Moncloa en 2004: el primer gobierno paritario de la historia se distribuyó en la escalinata en dos únicas filas. En su segunda legislatura, Zapatero recuperó el tercer escalón para la foto y el por entonces ministro de Sanidad, Bernat Soria, lo ocupó. Dos años después de su llegada al cargo, Soria fue cesado y sustituido por Trinidad Jiménez en una remodelación que el Ejecutivo trató de desvincular de la polémica en la que se había envuelto el político valenciano por haber supuestamente falseado parte de su currículum.

El presidente y sus ministros volverán a posar en los próximos días con esta amenaza sobre sus espaldas. En la tercera fila, junto a Guirao –sustituto de Huerta– y Carcedo –en lugar de Montón–, estarán la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, el de Ciencia, Pedro Duque, y la de Economía, Nadia Calviño. Y de música de fondo, como meciendo la escena, los más supersticiosos quizá no puedan evitar escuchar la banda sonora de «Diez Negritos», la película basada en la novela de Agatha Christie, y su último verso premonitorio: «Y no quedó ninguno».