Primarias en el PSOE
La rosa salvadora se marchitó
El esfuerzo por liderar una izquierda moderna y el triunfo de la unidad han quedado rotos. El apoyo de los históricos ha sido un lastre.
El esfuerzo por liderar una izquierda moderna y el triunfo de la unidad han quedado rotos. El apoyo de los históricos ha sido un lastre.
O todo, o nada. Ella sabía que era su única jugada en su batalla por la Secretaría General del PSOE. Por ello, Susana Díaz se tomó sus tiempos, aguantó la presión de quienes apresuraban su candidatura y se lanzó a una lucha sin cuartel. Ha sido ésta una batalla política «a cara de perro», reconocen sus más cercanos desde que la noticia corrió como la pólvora hace ahora casi nueve meses. Susana Díaz Pacheco deshojó la margarita y confirmó su pugna en las primarias del PSOE, con reacciones diferentes de sus dos adversarios. Mientras en las filas del vasco Patxi López siempre imperó la prudencia, entre los «sanchistas» el análisis era bélico. «Va a ser una lucha sin cuartel», advertían en los feudos de Sánchez para tocar las narices a la lideresa andaluza. Estos ataques la espolearon para lanzarse a lo que en su entorno califican como una partida de ajedrez. «Ella dio el jaque-mate y ha aguantado», aseguran sus leales para definir esa jugada de enorme riesgo en el socialismo español.
No lo tenía fácil, tal vez llegó tarde y no pudo ser. Susana invocó coser un PSOE herido hasta las vísceras, roto en sus esencias, dividido por el rencor de unos y las ganas de revancha de otros. «El PSOE se levanta». Este grito de guerra, la desesperada llamada a la victoria tras el mayor descalabro electoral sufrido por Pedro Sánchez, fueron su estandarte. Pero Susana no consiguió, en una lucha demoledora, insuflar ánimo en unas bases que, inexplicablemente, han dado su apoyo a un Sánchez movido solo por su venganza. El pragmatismo frente al idealismo. La autonomía socialista frente a los podemitas. La cara alta, frente a la soberbia de Pablo Iglesias. La defensa de un partido histórico y de gobierno, frente al comunismo radical y chavista. El esfuerzo por seguir liderando una izquierda moderna y el triunfo de la unidad, han quedado de momento devastados. Sus armas de mujer para liderar el puño y la rosa no han sido suficientes.
Esta vez, la Esperanza de Triana no le ha inspirado cerca de su ermita donde almorzó ayer domingo con su marido, José María Moriche, y otros miembros de su familia. La hija mayor de un fontanero del Ayuntamiento de Sevilla, José Díaz, y una costurera en el barrio de Triana, siempre fue ambiciosa y mandona.
Muy querida en el barrio de León, donde vive en una zona de casas bajas y calles con naranjos en las aceras, por las que «El Mori», su pareja, pasea a su único hijo, ha sido la única agrupación dónde ha arrasado. Algunos de sus vecinos vieron como una traición que Pedro Sánchez escogiera el Muelle de La Sal, en pleno corazón trainero, para uno de sus últimos mítines. «Fueron ganas de tocar las narices», dicen varios vecinos. Pero ni eso sirvió para que muchos dieran un vuelco a su voto ante lo que tildan de mala fe de un Sánchez provocador. La Susana ha perdido el asalto y los escollos amenazan con fuerza el camino.
La niña admiradora del Betis, miembro de las Juventudes Socialistas con diecisiete años, concejala de Sevilla, diputada autonómica, Consejera de Presidencia y máxima lideresa andaluza, apodada por algunos como «Madame killer», por aquello de borrar al enemigo, ha sido derrotada. Es su primera batalla política perdida. Bética futbolera hasta la médula, taurófila y admiradora de Morante de La Puebla, se ha tragado en silencio los ataques del «pedrismo», pero no los ha vencido. Ella, asegura su entorno, «nunca cayó en el barro», en medio de una campaña sangrante. Ha soportado ataques y provocaciones desde el entorno de Pedro Sánchez y mantuvo buena relación con Patxi López. Todos miran ahora a la cúspide del PSOE como un taller de alfileres patrios ante unos jirones de campeonato. La rosa salvadora se marchitó por encima de las espinas.
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