Política

Asesinato de Isabel Carrasco

Las asesinas de Carrasco pagaron 4.000 euros por las dos armas

La Razón
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Montserrat González y su hija pagaron al toxicómano de Gijón 2.000 euros por el revólver Taurus con el que fue asesinada la presidenta de la Diputación y del Partido Popular de León, Isabel Carrasco, y una cantidad similar por la pistola Royal Nobelti que fue hallada en el registro del domicilio de la hija, según han informado a LA RAZÓN fuentes conocedoras del asunto.

Se trata de «tarifas» habituales, ya que, normalmente, las armas suelen costar en el «mercado negro» más del doble del precio que tienen en caso de ser adquiridas nuevas, para lo que se precisa un permiso del tipo B, cuya concesión está muy restringida.

Por otra parte, expertos dan como seguro que, al tratarse de armas usadas, cuya fiabilidad no puede estar garantizada, lo lógico es que madre e hija, en especial la primera, que era la que tenía previsto disparar contra Carrasco, hicieron prácticas de tiro. No se podían arriesgar a que, llegado el momento, se produjera un fallo que, además, hubiera provocado su rápida detención ante la previsible reacción de la víctima, que habría dado aviso inmediato a las Fuerzas de Seguridad.

En estos casos –agregan– lo lógico es comprobar que las armas están en buen estado antes de pagárselas al vendedor, por lo que no se puede descartar que una primera prueba se realizara en algún lugar próximo al sitio en que habían quedado con el toxicómano.

A esto hay que añadir que la autora de los disparos, Montserrat González, no debía de tener, pese a ser la esposa de un agente del Cuerpo Nacional de Policía, demasiada experiencia de tiro. En principio, según las citadas fuentes, lo que hizo para asesinar a Isabel Carrasco, presidenta de la Diputación de y del Partido Popular de León –dos disparos por la espalda y uno para rematarla en la nuca– parece sencillo y que sólo requiere de la voluntad del que va a matar.

Pero no es así. Las organizaciones criminales, como las terroristas y mafiosas, someten a un entrenamiento a sus miembros, que incluye prácticas de tiro. Los cabecillas saben que lo más difícil para un pistolero es la primera vez que se asesina, por los nervios que tiene el que va a perpetrar el crimen.

Si, además, carece de experiencia de tiro, las posibilidades de que el asesinato se consume son muy escasas.

Montserrat González, acompañada de su hija, o no, debió de realizar practicas de tiro en las que ensayó la actuación, absolutamente «profesional» desde el punto delictivo, que iba a seguir para acabar con la vida de Isabel Carrasco.

Otro dato que avala la hipótesis es que escogiera el revólver para perpetrar el crimen. Este arma es mucho más segura que una pistola para disparar contra una persona a corta distancia. Los proyectiles, al estar alojados en un tambor, sólo precisan de la acción del percutor para activarse. Además, al no expulsar las vainas, las pistas que se dejan en el lugar de los hechos son muy escasas y se limitan a las balas que quedan alojadas en el cuerpo de la víctima; o en los alrededores, si se produce un fallo o algún tipo de rebote tras haber herido a la persona. En el caso de la pistola, al funcionar con un sistema semiautomático de corredera, que precisa de montaje antes de efectuar el primer disparo, puede encasquillarse (mucho más si se trata de un arma proveniente del «mercado negro») en el momento de la expulsión de la vaina después de cada disparo. Para un crimen como el cometido contra Isabel Carrasco, el revólver era el arma más adecuada y Montserrat González debía de saberlo. Y es lógico sospechar que tenía que haberlo ensayado y efectuado prácticas de tiro.

Al estar declarado el secreto del sumario, no se han podido saber las razones por las que las presuntas autoras adquirieron dos armas cortas, cuando con una les bastaba. A este respecto, tal y como adelantó LA RAZÓN en su edición de ayer, las citadas fuentes creen que querían asegurarse de que, si se producía algún fallo en el revólver durante las prácticas de tiro, dispondrían de la pistola como repuesto. Otra hipótesis es que en algún momento, dado que la planificación del asesinato se produjo a lo largo de dos años, hubieran pensado en disparar las dos a la vez contra la víctima. De ser así, el plan de fuga que con tanto cuidado habían establecido hubiera sido más complicado de realizar.