Operación Lezo
Llamada a Maillo: 16.00. «Este calvario ha terminado»
Tras 36 años de vida política como «verso suelto», Aguirre dimite haciéndose responsable de las «malas compañías»
Fue una decisión madurada desde hace días. En una breve comparecencia, sin admitir preguntas, Esperanza Aguirre anunciaba el cese de sus cargos en el Ayuntamiento de Madrid, como concejal y portavoz del grupo municipal del PP, lo cual equivale a una retirada de la actividad política. A pesar de poder escudarse en que la llamada Operación Lezo está sub iudice y en la presunción de inocencia, Aguirre dijo sentirse «engañada» y «traicionada» tras enumerar los puestos en los que le acompañó Ignacio González a lo largo de su extensa carrera pública. Empezaron a trabajar juntos cuando la ya ex dirigente popular se ocupaba de la Concejalía de Medio Ambiente del Consistorio madrileño. Luego lo hicieron en el departamento de Cultura y, finalmente, cuando fue nombrada primera teniente de alcalde con José María Álvarez del Manzano. Más tarde, continuó en el Ministerio de Cultura y Educación, y sólo se separaron cuando ella fue nombrada presidenta del Senado y él trabajó en la Secretaría de Estado de Administración Pública y Emigración, con Ángel Acebes.
Fue un ínterin, porque Esperanza Aguirre mantuvo a González a su lado, como mano derecha y auténtico hombre fuerte, con ella como presidenta de la Comunidad de Madrid, otorgándole capacidad decisoria, y finalmente lo encumbró como sucesor interino. La otrora lideresa siempre pagó a su número dos con la amistad. En los momentos difíciles, cuando llegaron a sus oídos numerosos rumores en contra, le defendió a muerte. Incluso, según me relataron años atrás desde su entorno, llegó a echar con cajas destempladas de su despacho de la calle Génova a un empresario que sin ninguna prueba osó arrojar sombras de duda sobre un «colaborador intachable» como, en su opinión, era «Nacho». En los últimos tiempos, a decir de diversas fuentes, la cercanía entre ambos se había resquebrajado, aun cuando recientemente compartieron un almuerzo privado.
En pleno ojo del huracán, y carente de respaldo interno, la cúpula nacional del PP venía difundiendo la percepción de que debía hacerse definitivamente a un lado. Aguirre descolgó el teléfono alrededor de las 16.00 horas de este lunes para decirle al coordinador, Fernando Martínez-Maillo, que se acabó, que «este calvario» había terminado. Una hora más tarde, a las 17.00 horas, se descabalgaba de la política. Lo hizo, tal y como había pactado de antemano, minutos antes de una comparecencia del propio Mariano Rajoy desde Brasilia. Nadie de la actual hornada popular, volcada en poner en valor las acciones de Cristina Cifuentes ante la Fiscalía Anticorrupción, se rasgó las vestiduras al conocer su decisión. Era lo esperado, pues ya había corrido la especie de que se iría una vez el juez decretase prisión contra González.
En las horas previas, en rueda de prensa, Pablo Casado, que formó parte de los colaboradores más íntimos de Aguirre, se manifestaba a la expectativa, emplazando una y otra vez a atender a las explicaciones de la todavía edil. Desde este lunes 24 de abril, Esperanza Aguirre puede ser citada como ejemplo. Su adiós no se debe a responsabilidad directa sobre los hechos investigados judicialmente. La próxima vez que Eloy Velasco, o cualquier otro juez, desencadene una redada sobre esos tejemanejes que han taladrado las siglas que dirigió, corresponderá a otro dar las explicaciones. Porque lo más grave resulta ser la distorsionada imagen de partido corrupto que la opinión pública está percibiendo. «No voy a consentir que el comportamiento de algunos» se trate de aplicar o atribuir «a todo el PP», sentenció el pasado fin de semana Cospedal en el Congreso Nacional de NNGG.
La renuncia definitiva de Aguirre ha cerrado sin duda un ciclo en la historia del centro-derecha español, aun cuando la cuenta atrás pudo empezar hacer algunos años. Con el triunfo de Rajoy en las elecciones generales de 2011, quedó irremediablemente achicado su papel en la política nacional como punta de lanza de la oposición al Gobierno de Zapatero. Ciertamente, ella ha jugado en innumerables ocasiones a ser un «verso suelto» de sus filas pero, ante todo, ha sido el escaparate de un PP fiel a unos principios liberales y a un electorado guiado por su franqueza en los planteamientos. Estamos ante una de las mujeres más importantes en la vida pública española de los últimos lustros, tanto por los cargos ostentados como por su significación dentro de la familia popular y su propia personalidad. La retirada de Esperanza Aguirre pone fin a 36 años de intensa carrera política. Ha tenido un adiós digno, por responsabilidad política ante los hechos cometidos por sus colaboradores más cercanos. No estaba investigada judicialmente, por supuesto, pero dimite por las malas compañías que tuvo durante años de su exitosa carrera política
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