PSOE
Llega el «sanchismo»
Consciente de su debilidad parlamentaria designará un Ejecutivo «monocolor» con guiños a Podemos y a los independentistas para transformar la corriente de rechazo a Rajoy en una mayoría que le permita gobernar con 84 diputados
Consciente de su debilidad parlamentaria designará un Ejecutivo «monocolor» con guiños a Podemos y a los independentistas para transformar la corriente de rechazo a Rajoy en una mayoría que le permita gobernar con 84 diputados.
Pedro Sánchez es desde ayer el séptimo presidente del Gobierno de España, pero también el primero en protagonizar otros tantos hechos inéditos. El primero en presentar una moción de censura con éxito, el primero en llegar al poder sin ser diputado en el Congreso y el primero que ocupa la Moncloa sin que su partido resultara la fuerza más votada en las últimas elecciones. Un primero de junio, el poder legislativo impuso la exigencia de responsabilidades al ejecutivo y propició un cambio de signo político insólito en democracia. «Una carambola del destino», así define un socialista los acontecimientos que han llevado a Sánchez, en 19 meses, de ser derrocado –también un primero de octubre– a asumir el poder al máximo nivel. Dejando el sino a un lado, el cariz que fueron tomando los acontecimientos y que ha acabado con el líder socialista en la Moncloa sorprendió incluso a sus acólitos.
Las caras de los diputados socialistas que ayer abandonaban el hemiciclo tras la votación expresaban una mezcla de incredulidad y euforia incapaz de disimular. 180 votos a favor, 169 en contra y una abstención. Varios de ellos reconocían sin ambages que les resultaba «inesperado», porque ciertamente y tal como hemos ido informando en estas páginas, los socialistas no aspiraban a llegar al Gobierno con la moción de censura presentada hace una semana. Su objetivo era debilitar a Rivera y ponerle frente al espejo de sus propias contradicciones discursivas, ya que estaban seguros de que votaría con Mariano Rajoy y haría fracasar la iniciativa. Tras la publicación de su nombramiento en el BOE, Sánchez jurará hoy su cargo ante el Rey. El traslado a la Moncloa comenzó ayer a gestarse por tres personas de su máxima confianza: su jefe de Gabinete, Juanma Serrano; su número dos, Adriana Lastra, y el secretario de Organización, José Luis Ábalos.
«Vértigo». Todavía sin los pies en la tierra, cargos con responsabilidad en el partido confiesan que afrontan una etapa crucial, ante la inminencia de unos comicios «más o menos cercanos» en los que el PSOE se juega el veredicto que acaben arrojando las urnas. «Esto es temporal y no es lo mismo concitar apoyos para echar a Rajoy que para aupar a Pedro», destaca un dirigente. El propio Sánchez tomaba conciencia ya ungido como presidente «del momento tan complejo que vive España» y aseguraba que abordaría «todos los desafíos que tiene nuestro país con humildad, entrega y, sobre todo, con determinación».
El principal problema con el que se encuentra Sánchez, y del que es plenamente consciente, es de la debilidad de un ejecutivo apoyado en solo 84 diputados. Esto hace que en las últimas horas el PSOE haya perfilado su discurso, incluyendo ligeros matices sobre la primera declaración de intenciones que hizo el líder socialista cuando presentó la moción de censura. Entonces, Sánchez manifestó su intención de impulsar un «gobierno del PSOE», un gabinete «monocolor» a través del cual relanzar las políticas urgentes que el gobierno de Rajoy había escorado de la agenda social. Sin embargo, ayer dirigentes de su círculo ya puntualizaban que se trataría de un gobierno «de marcado acento socialista», sin cerrar la puerta a la inclusión de perfiles independientes que sean vistos con buenos ojos por algunos de los partidos que sostuvieron la moción de censura. En concreto, estos guiños podrían ir dirigidos a «contener» a Unidos Podemos –que ya se ofreció al PSOE para entrar en el Gobierno–. Aunque no se baraja esta opción, sí la incorporación de figuras vinculadas que permitan granjearse un apoyo que perdure en el tiempo más allá de la votación de este viernes. Fuentes cercanas a Sánchez apelaban a la «prudencia» y otros sectores tradicionalmente críticos advierten de que, una vez superada la investidura, se debe cortar cualquier vinculación con los partidos soberanistas. «Hay que manejar bien las ecuaciones», señalaba con sorna un diputado andaluz. En algunos territorios se intenta dotar de normalidad a la situación pero no se oculta la incertidumbre ante lo que pueden deparar estos pactos para las futuras contiendas autonómicas y municipales. «Estamos expectantes», señalaba un cargo regional, que prefería no emitir una valoración contundente de la «investidura» de Sánchez.
En público, prácticamente todos los barones territoriales, otrora críticos, publicaron mensajes de felicitación en las redes sociales. La mayoría le ofrecieron su «apoyo» y «lealtad», una oferta de «colaboración» a la que también se sumó la presidenta Susana Díaz, aunque puntualizando que esta se haría «desde la firmeza en la defensa de Andalucía». Otros presidentes como el extremeño, Guillermo Fernández Vara, o la balear, Francina Armengol, pudieron trasladarle estos mensajes en persona, ya que acudieron al Congreso de los Diputados para seguir la moción.
La derrota de Ciudadanos
El «entusiasmo» de los socialistas contrastaba con la «decepción» de los naranjas, cuyo semblante era casi asimilable al de los populares recién desalojados del poder. «Tienen cara de haber perdido unas elecciones», decía con sorna un socialista, que apuntaba inmediatamente: «Y nosotros sabemos mucho de eso». La estrategia de Sánchez ha tenido éxito en dos frentes, llegar al poder al tiempo que aleja las elecciones tan ansiadas para Rivera. «El debate de hoy –por ayer– ha demostrado que PP y Cs ya pugnan entre ellos por el liderazgo de la oposición», comentaba un diputado, tras el duro enfrentamiento entre Rafael Hernando y Albert Rivera en la tribuna del Congreso. «Si quieren jugar a ese juego, contra el PP no tienen nada que hacer», zanjaban.
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