El desafío independentista
Los consellers del PDeCat se rebelan contra Puigdemont por el manifiesto
Críticas al presidente desde su equipo por lo que ven una «falta absoluta de confianza»
Puigdemont, ayer durante las celebraciones de Sant Jordi
El pasado viernes, en el Pati dels Tarongers, el Gobierno de la Generalitat en pleno, firmó un compromiso conjunto de todos sus miembros para «organizar, convocar y celebrar» un referéndum soberanista. Con la firma del «compromiso» se intentaba superar una etapa de aumento de la desconfianza entre los socios y de enfrentamientos en el conjunto del mundo independentista. Se intentó poner un punto final a la crisis, pero no parece que este objetivo se haya alcanzado. Pocas horas después del acto en el Palau, algunos consellers de Puigdemont ya manifestan su malestar porque Puigdemont les ocultó hasta el último momento el contenido del «compromiso» lo que demuestra «una falta de confianza absoluta», y en el PDeCAT se respira un ambiente enrarecido porque consideran a Puigdemont un verso suelto que «va de por libre». Y, como guinda, Puigdemont desautoriza a Junqueras en su propuesta de realizar una declaración de independencia en caso de que el referéndum no pueda celebrarse.
Fue una exigencia de Oriol Junqueras, el presidente de ERC, y Carles Puigdemont, el presidente catalán, cumplió. Todo el gobierno, con su presidente y vicepresidente a la cabeza, se comprometió a convocar y celebrar un referéndum. La promesa no era nueva. La hizo Puigdemont en su toma de posesión en enero de 2016. Sin embargo, el tiempo se consume, el referéndum no llega y las disensiones en el bloque soberanista arrecian sobremanera. Sobre todo, en las últimas semanas en los que el enfrentamiento entre los socios del Junts pel Sí hicieron temblar los cimientos del soberanismo catalán. Por eso, Junqueras forzó el acto del pasado viernes. Quería, tal y como avanzó LA RAZÓN, que todos los miembros del gobierno manifestaran su compromiso con el referéndum y que todos los consellers «se mojaran». Su mirada estaba fija en Santi Vila –Cultura–, Meritxell Borràs –Governació– y Jordi Jané, el conseller de Interior, nada más y nada menos, que son los más críticos con el «procés». Quería eliminar todas las dudas de su voluntad de ir «a por todas» y, fundamentalmente, quería decir a sus socios que, en caso de inhabilitación, todos caían. Que no iba a permitir jugadas saduceas quesólo persiguen su inhabilitación, para así, debilitar a Esquerra Republicana. «Si esto fracasa, nos iremos todos a casa», dicen con determinación en el entorno republicano, poniendo el énfasis en el adverbio de cantidad, «todos». Del referéndum «sí o sí», hemos pasado al «todos sí o sí».
Que el president Puigdemont consultara el texto con los consellers ha vuelto a sembrar la semilla de la discordia y el éxito puede ser efímero. En el PDeCAT, sorpresa, «va por libre y nadie del partido le cuadra», afirman en el partido que todavía preside Artur Mas. Consideran al presidente catalán un verso suelto que toma las decisiones autónomamente. Sin consultar. Esta ausencia de comunicación con el partido se ha extendido al propio gobierno. Ocultar el contenido del manifiesto no ha sido del agrado de algunos consellers porque lo consideran «una falta de confianza absoluta» que puede marcar «un antes y un después».
Las críticas no se circunscriben únicamente a las formas del President que dejó a los consellers críticos sin margen de maniobra. Abarcan también a la estrategia de Puigdemont. En el PDeCAT, hace tiempo que surgen voces críticas con el seguidismo del partido a ERC y a la CUP. Ahora, surge una crítica más profunda que apunta directamente al máximo responsable de la Generalitat «quiere hacer un referéndum, pero no sabe cómo», afirman, contundentes, fuentes conocedoras de la situación.
Estos últimos episodios desvelan que el acto del Palau puede quedarse en agua de borrajas. A la desconfianza entre ERC y PDeCAT, a las tensas relaciones del PDeCAT y la CUP, a la Asamblea Nacional Catalana que ejerce su particular presión sobre el «procés», y por tanto sobre los partidos políticos, a la crisis interna de la antigua Convergència que no encuentra su posición en este tablero político, ahora hay que sumar un aumento de la tensión en el Ejecutivo que tiene un denominador común: desconfianza. No entre los consellers republicanos con los del PDECAT, o con Raúl Romeva, sino entre los consellers convergentes y su presidente al que acusan de «falta de confianza».
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