Violencia radical
Los manteros se han quintuplicado desde la llegada de Colau
Cuando la alcaldesa y su equipo alcanzaron el gobierno municipal, en junio del 2015, en Barcelona había unos 400 manteros. Un año después, 800. Y, a día de hoy, unos 2.000
Cuando la alcaldesa y su equipo alcanzaron el gobierno municipal, en junio del 2015, en Barcelona había unos 400 manteros. Un año después, 800. Y, a día de hoy, unos 2.000.
Cuando Ada Colau llegó a la alcaldía de Barcelona, hace algo más de tres años, decidió que un fenómeno como el top manta podía solucionarse con poco más que buenas intenciones. Poco importaba que la mayoría de grandes ciudades europeas se haya topado de bruces con esta realidad. Barcelona podía marcar tendencia. La realidad, sin embargo, es tozuda y ni la cooperativa de manteros que ideó sirvió como parche. Lo cierto es que el número de manteros se ha quintuplicado en Barcelona desde la llegada de Colau y la agresión de un turista el miércoles pasado la ha vuelto a poner a la alcaldesa en el ojo del huracán.
Cuando la alcaldesa y su equipo alcanzaron el gobierno municipal, en junio del 2015, en Barcelona había unos 400 manteros. Un año después, 800. Y, a día de hoy, unos 2.000. El baño de realidad ha sido notable. Colau intentó, en un principio, contentar a los manteros y las entidades sociales. Pero tuvo que recular para no enemistarse con la Guardia Urbana. Así que, al final, optó por moverse entre las dos aguas sin resultados satisfactorios para la ciudad. Así que cambió su política de gestos y puso los ojos en el drama de los refugiados. Con la llegada del verano, sin embargo, el conflicto entre manteros, sector turístico, comerciantes y ciudadanos se acentúa.
José Bravo, el turista norteamericano que fue agredido por un grupo de manteros, aseguró que los vendedores ambulantes intentaron «acabar con su vida» cuando intercedió para que dejaran de increpar a una mujer: «El golpe que me dieron fue para matarme». Una turba de manteros lo persiguió e incluso uno de ellos le golpeó con la hebilla del cinturón a modo de látigo. Bravo interpuso la denuncia ante los Mossos, que han abierto una investigación.
Ante esta situación, el presidente del PP en el Ayuntamiento de Barcelona, Alberto Fernández, denunció que Colau «ha convertido la ciudad en un gran zoco de venta ilegal» y que «en tres años de su mandato el “top-manta” se ha multiplicado por cinco, pasando de 400 a 2.000 manteros». No contenta con eso, Fernández recordó que la alcaldesa «ha destinando 1,1 millones de euros a la cooperativa de manteros, y 1,4 millones de euros a la cooperativa de chatarreros, generando así un efecto».
Así las cosas, pocos resultados parecen estar dando las políticas de la Generalitat y los ayuntamientos, encabezados por el de Barcelona, contra la venta en la manta, que incluyen medidas punitivas, policiales y sociales, como los planes de empleo para que los vendedores abandonen la actividad ilegal. El viernes, la alcaldesa accidental, Laia Ortiz, se justificó explicando que se trata de «un problema que no es sólo de la ciudad de Barcelona, sino un fenómeno global que afecta a muchos municipios, especialmente del litoral de la costa catalana» y reclamó «mayor esfuerzo económico y de recursos de todas las administraciones» y «responsabilidad y lealtad institucional». Ortiz añadió que el Ayuntamiento puso 70.000 sanciones por venta ambulante el año pasado. No obstante, entre ponerlas y cobrarlas hay una diferencia sustancial.
El portavoz de la Plataforma de Afectados por el Top Manta, Fermín Villar, por su parte, criticó la pasividad del Ayuntamiento y reclamó más presión policial para acabar con una problemática que, asegura, lleva vigente desde 2007. Villar acusó a Colau de «llenarse la boca diciendo que se han integrado 130 manteros, cuando en realidad hay miles de personas vendiendo ilegalmente en la calle» . Y es que, según el portavoz, el aumento del número de vendedores ambulantes irregulares es cada vez mayor, y con ellos, la tensión en las calles.
Por su parte, el colectivo de apoyo a los vendedores ambulantes sin licencia Tras la Manta denuncia la «normalización» de la violencia racista contra los manteros por parte de turistas y policías.
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