El desafío independentista
Los socialistas no salvarán a Mas ante la falta de apoyo de la CUP
«Ni limpiaremos los platos rotos ni seremos muleta de Mas y Junqueras», dicen. Los radicales independentistas deciden mañana si les apoyan.
«Ni limpiaremos los platos rotos ni seremos muleta de Mas y Junqueras», dicen. Los radicales independentistas deciden mañana si les apoyan.
El independentismo catalán apura las últimas horas de la negociación. De un lado, Convergència, tratando de salvar al «soldado Mas». De otro, la CUP, que no cede en sus exigencias, como no podía ser de otra manera. Nadie puede pensar que los anticapitalistas se conviertan de la noche a la mañana en unos mansos corderitos a las órdenes de la burguesía catalana de toda la vida. En medio, Oriol Junqueras, al frente de las huestes de ERC, se pone de perfil. Defienden el liderazgo-presidencia de Mas mientras atizan el fuego de sus aspiraciones.
El desasosiego en las filas secesionistas es patente. Confían, esperan, desean, que la CUP invista a Mas «Ens en sortirem» –nos saldremos– es el mantra que se repite en estos días ante una situación casi insalvable. Sólo esa necesidad que se formula en «que no descarrile el proceso» mantiene la esperanza de los que el 27-S no consiguieron los resultados esperados (Juntos por el Sí), de hecho perdieron en votos y perdieron el control de la situación, y ahora dependen de una amalgama de siglas anticapitalista que no sólo quiere romper con España, sino que quiere romper con el sistema.
El Gobierno en funciones de Artur Mas mira las negociaciones desde la barrera. No mueve pieza y espera que las asambleas de las CUP se reúnan y mañana den a conocer si finalmente hay fumata blanca. De momento, Mas ha tenido que sacrificar a Felip Puig, su consejero de Empresa y durante años hombre fuerte de CDC. Fuentes conocedoras de las conversaciones afirman que CDC está jugando la carta de Neus Munté, vicepresidenta del Gobierno. Munté, con pasado sindicalista, aunque en la UGT de Cataluña son pocos los que la recuerdan, es la figura emergente en estas negociaciones. Mas espera que su perfil progresista, sindicalista y de carácter social pueda ser del agrado de las CUP y éstas den el ansiado «sí quiero». Munté tendría mayor protagonismo en el nuevo Gobierno y en este puzle sería el «as» de Mas, aunque no está claro que las CUP se conformen.
El Gobierno sigue muy atento a todas las conversaciones, pero no hace nada de nada. Desde la Generalitat de Cataluña se aspira a que vayan pasando los días sin tener que hacer aquello para lo que fueron elegidos: gobernar. Las Cámaras siguen sin ley después de más de un año, la empresa Valls Companys –que es la mayor del sector agroganadero de toda España– ha recogido los bártulos y ha fijado su sede social en Madrid– como ayer publicaba el digital «Crónica Global»–, siguiendo de esta forma los pasos de Laboratorios Almirall, y se descubren nuevas adjudicaciones más que obscenas de servicios sanitarios.
«De ninguna manera»
Con amplios nubarrones sobre el horizonte, los nacionalistas de CDC y de ERC miran con cariño al PSC y lanzan un bulo: «Si nos falla la CUP, siempre quedará el PSC». Los socialistas liderados por Miquel Iceta tienen la llave de la estabilidad. ¿Hay alguna posibilidad de acuerdo para salvar a Mas?, preguntó ayer LA RAZÓN al primer secretario socialista. La respuesta no deja dudas: «No, de ninguna manera». Iceta todavía recuerda cuando en 2012 CDC decidió apostar por ERC para fagocitar a los socialistas. Casi lo consiguen, pero después del 27-S Iceta está dispuesto a dar guerra. «Ellos dicen que han ganado, que solucionen el pulso interno», afirman fuentes socialistas, que de forma contundente añaden: «Ni limpiaremos los platos rotos ni seremos muleta de Mas y Junqueras».
Mañana, la CUP dará su respuesta. Lleva cinco días con un discreto silencio, pero en las paredes de las calles Córcega –CDC– y Calabria –ERC– todavía resuenan las palabras de la número dos de la CUP apenas hace un año cuando se refería a las fuerzas soberanistas tradicionales. Anna Gabriel dijo de forma vehemente sentir «odio, odio y mucho odio, rabia y vergüenza» por los escándalos de corrupción y las políticas de recortes sociales. Mucho tiene que cambiar el cuento para que la CUP se arrodille ante los que considera sus verdugos.
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