Entrevista
Luis Haranburu: «El culto a la personalidad del amado líder ha regresado con el sanchismo»
«Pedro Sánchez y el síndrome de Narciso» cuenta cómo el presidente tiene una percepción sobredimensionada de sí mismo tanto como desenfocada del mundo
El perfil psicológico de los políticos es una tarea de moda, no solo porque la salud mental es uno de los temas estrella de estos años, sino por la crisis de las democracias occidentales. El motivo es que preocupa la irrupción de dirigentes populistas y autoritarios, con poco apego por la verdad y dispuestos a romper las reglas del juego para mantenerse en el poder. En esta línea, Luis Haranburu ha publicado «Pedro Sánchez y el síndrome de Narciso. De la democracia al socialismo autócrata» (Almuzara, 2024). En la obra afirma que el presidente es un narcisista, con una percepción sobredimensionada de sí mismo tanto como desenfocada del mundo. Ese cóctel, dice el autor, determina para mal sus decisiones políticas.
¿El retiro de cinco días es propio del narcisismo?
Según el mito, Narciso busca la soledad para cerciorarse de su belleza y afirmarse en su excepcionalidad. Sánchez se ha sentido desbordado por las dificultades que se presentan en su camino a la tierra firme que nos tiene prometida. La carencia de presupuestos ha puesto de manifiesto la ficción de su mayoría en el Congreso. Las amenazas de ruptura por parte de sus aliados de ocasión han desbaratado la estabilidad de su gobierno, que puede colapsar tras las elecciones catalanas.
¿Cómo interpreta la carta de Sánchez?
La apertura de diligencias judiciales a Begoña Gómez supuso la excusa perfecta para su retiro y repliegue táctico. Su carta es una carta de amor, pero de amor a sí mismo y las amenazas a la democracia que esgrime son tan solo una añagaza para afianzarse en el poder. Se trata de un chantaje emocional a su partido y a cuantos forman parte del eje progresista. La carta escrita por Sánchez es la típica pataleta infantil del que, en su narcisismo existencial, se siente mal querido.
¿En qué se traduce ese amor a sí mismo?
Sánchez se ha erigido en el salvador de la democracia, no solo de la española sino de la democracia mundial. Se cree la esperanza en un futuro mejor, la voz que proclama la venida del hombre nuevo: progresista, feminista, virtuoso y redimido.
Parece que está hablando de un mesías.
Es curiosa la pulsión religiosa que sazona todo el discurso maniqueo y bipolar del sanchismo que tiene su fundamento en la fe y en la emoción. La cultura woke, asumida por el sanchismo, tiene en la salvación de las minorías resentidas su principal objeto de redención. Los nacionalismos étnicos forman parte de la secta de los resentidos.
¿Y cómo ve Sánchez a los no sanchistas?
El presidente cree que los españoles no son conscientes de su grandeza. Piensa que son unos desagradecidos que no se merecen sus desvelos. La verdadera razón de su carta es la denuncia del desamor que los españoles le profesan. Es la herida narcisista por donde respira el resentimiento acumulado durante diez años de desvelos continuados que España no se merece.
¿Sánchez es un resentido?
La envidia y el resentimiento son los criterios por los que se reconoce a los narcisistas extremos. Ya en su primer libro de memorias Sánchez confiesa sentir envidia de Clinton y Obama que tenían a su alcance un liderazgo mundial. Es recurrente en Sánchez su ambición de encabezar la vanguardia del feminismo y en su declaración tras el retiro de reflexión se ofreció a liderar la regeneración de la democracia a nivel mundial. Sus desvelos por Gaza han de entenderse en la misma dirección.
¿Tiene una necesidad excesiva de ser admirado?
Es otra de las manifestaciones más claras del trastorno de personalidad narcisista. Su guardia de corps lo sabe y le homenajea sin cesar. Aquel famoso pasillo que sus ministros le hicieron al regresar de Bruselas con la millonada de la Next Generation pasará a la historia del sanchismo. El culto a la personalidad del amado líder ha regresado de la mano del sanchismo.
¿Cuál es el peor defecto de un político narcisista?
Su mendacidad orgánica. Lo formuló Max Scheler cuando constató que la mentira era inherente al resentimiento y era, así mismo, fuente de la moralidad narcisista. La mentira se naturaliza, se vuelve orgánica, cuando la reversión cognitiva falsea la realidad. Sánchez ha afirmado que la única verdad es la realidad, pero ¿de qué realidad nos habla? ¿Es acaso la realidad que se refleja en el espejo de Narciso? Una realidad invertida.
¿El narcisismo es esencial al dictador?
El dictador es quien ha invertido la realidad para imponer su poder absoluto. La inversión narcisista de la realidad es el fundamento de la dictadura. Sánchez se empeña en ofrecernos una realidad maniquea que justifica su muro y la polarización subsiguiente. Se trata de una falsa realidad asentada en el espejo distorsionado del narcisismo.
¿Psicológicamente a qué líderes internacionales se parece Sánchez?
A Trump se parece en su victimismo impostado y a Putin en la interesada relectura de la historia. Benito Craxi tiene una mayor semejanza. Craxi fue el secretario general del Partido Socialista Italiano y tuvo que abandonar el Gobierno y la secretaría del PSI con ocasión del proceso por corrupción conocido como Manos Blancas. Huyó de la justicia y se refugió en Túnez, donde falleció. Espero y deseo que Sánchez no acabe su singladura política en un chalet del Magreb.
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