Participación

Madrid vota en masa bajo la lluvia

Una gran poder conlleva una gran responsabilidad y una campaña electoral insólita, como la vivida, conlleva una jornada electoral inusitada, como la presente

28M.- La votación en un colegio de Sueca (Valencia) se detuvo unos minutos por unas papeletas defectuosas ya sustituidas
Una imagen de las votaciones en colegios electoralesEuropa Press

Una gran poder conlleva una gran responsabilidad y una campaña electoral insólita, como la vivida, conlleva una jornada electoral inusitada, como la presente. Una en la que tienen las elecciones municipales y autonómicas cierto aroma a referéndum sobre este gobierno, a antesala premonitoria de las generales. Hoy más que nunca. La participación subía en un punto y medio (dos y medio en Madrid), de momento, respecto a las anteriores convocatorias. Al mismo tiempo, nos enterábamos de la muerte de Antonio Gala. Y llovía. En el colegio Ramiro de Maeztu recibían las señoras a Alberto Nuñez Feijóo como si fuera una estrella de la canción ligera. En el Ramiro de Maeztu nada más y nada menos. Donde Pedro Sánchez jugaba a baloncesto, ahora las cheerleaders, ya entradas en años y con la falda menos corta (pero la lengua más larga) jalean a su rival. Ahí tenemos la metáfora del día a poca atención que queramos prestar a los detalles. Llegaba acompañado del actual alcalde de Madrid y candidato, José Luis Martínez-Almeida. Que pasaba más desapercibido, al menos entre las señoras. Hay que decirlo. Empezaba a diluviar en el momento que ellos entraban, como si fuera una señal e a saber qué vaticinio.

En Madrid, el PP parece acariciar la mayoría absoluta mientras Podemos se debate, como en los peores chistes, entre el uno o ninguno. Y si Feijóo votaba entre el entusiasmo de las señoras, Sánchez, acompañado de su señora, lo hacía jaleado al grito de “que te vote Txapote”, aunque también le gritaran como para compensar (a saber si espontáneos o asalariados) algún “presidente, presidente”. "Esta es la pena”, decía a los medios, “tenemos a los intolerantes, la descalificación, el ruido y el insulto”. De la compra de votos, ni mu. Se ve que eso no mina un Estado de Derecho, apenas hace mella. Lo verdaderamente grave es señalarlo en lugar de mirar para otro lado. Es que el pueblo hable un poco más alto de lo que la especial sensibilidad de nuestro presidente es capaz de soportar sin que se le dispare el bruxismo.

Habrá que esperar a última hora de la tarde para conocer los primeros datos sobre los resultados. Será entonces cuando sepamos si la sensación de cambio de tercio político es real o simplemente un espejismo. En Madrid, ni cotiza que ganará Ayuso. Así, la incógnita está en saber qué pasará en comunidades que dependerán de un pacto entre PP y Vox para el cambio de signo político. ¿Caerá Feijóo en la trampa de la izquierda moralmente elevada? Esa por la cual sus pactos con criminales son legítimos pero cualquiera que pueda llevar a cabo la oposición con la formación de Abascal es inadmisible. De comprar esa tesis, por lo que sea, el PP se vería obligado a obtener mayoría absoluta para poder gobernar mientras el PSOE podría hacerlo, aún perdiendo, porque él no es esclavo de ninguna servidumbre moral. Que para eso es de izquierdas. A los hechos me remito: tardó en manifestar su desacuerdo con presentar asesinos en listas electorales lo que duran dos peces de hielo en un güisqui on the rocks. O sea, lo que tarda la ciudadanía en ponerse de acuerdo en la reprobación y sus acólitos en decirle que se tambalea la poltrona bajo su trasero.

Veremos pues, en unas horas, si la última parte de la campaña, la emponzoñada por los líos, a lo The Wire, de compras de votos, Latín Kings, secuestros y cocaína, influye en los votos o si estos estaban ya decididos previamente, independientemente de todo e inasequibles al desaliento. A lo Loles León y ese “al menos no gobierna la derecha” del incondicional dispuesto a disculpar cualquier cosa.