Análisis

Un mapa menos rojo con Sánchez

Cuando llegó a La Moncloa en 2018, el PSOE gobernaba en siete autonomías. Ahora, los socialistas solo están al frente de tres

Poder territorial del PSOE
Comparativa poder territorial del PSOET. GallardoLa Razón

El resultado obtenido por los socialistas en las elecciones gallegas del pasado domingo es solo un ejemplo o el resumen de lo que ha supuesto para el PSOE el liderazgo de Pedro Sánchez, tanto desde que llegó en 2017 a la secretaría general del partido como cuando ascendió a presidente del Gobierno, en junio de 2018, tras la moción de censura contra Mariano Rajoy. Desde entonces, el mapa territorial que se encontraron los socialistas ha ido perdiendo el color rojo para dejar paso al azul.

Y es que cuando Sánchez llegó al Palacio de La Moncloa, los socialistas gobernaban en siete comunidades autónomas, como consecuencia de las elecciones autonómicas celebradas en el año 2015. Algunos de estos territorios que controlaban eran claves, como es el caso de Andalucía, donde contaban con 47 diputados obtenidos gracias a los más de 1,4 millones de andaluces que les votaron. Pero también gobernaban en Asturias, Aragón, Islas Baleares, Castilla-La Mancha, Extremadura y Comunidad Valenciana. Feudos importantes que, a día de hoy, son historia en la mayoría de los casos, pues únicamente conserva, de esos, dos (Castilla-La Mancha y Asturias), a los que añadió Navarra. Tres frente a siete.

Pero entre esas elecciones de 2015 previas al ascenso de Sánchez y las últimas autonómicas del pasado año se celebraron las de 2019, las primeras con Sánchez como presidente del Gobierno (las andaluzas fueron un poco antes, en diciembre de 2018).

Y en esa cita con las urnas los socialistas lograron salvar los muebles, llegando incluso a mejorar sus resultados y aumentar su poder territorial con Canarias, La Rioja y Navarra, pero fue un espejismo que duró poco y ya se apreciaba que la fuerza de los socialistas no era la habitual. De hecho, unos meses antes habían perdido Andalucía, su gran bastión hasta entonces.

En esas elecciones andaluzas de 2018, el PP obtuvo el 20,8 por ciento de los votos y el PSOE, el 27,9 por ciento (35,4 en 2015). De esta forma, la Junta de Andalucía pasaba, tras los pactos, a manos del PP después de décadas controlada por los socialistas. Y cuatro años después, en la siguiente cita con las urnas correspondiente a 2022, los populares escalaron hasta el 43,1 por ciento y consiguieron la mayoría absoluta, mientras que los socialistas se quedaron únicamente en el 24,1 por ciento.

En 2021, la Comunidad de Madrid convocó elecciones autonómicas anticipadas, en las que el PP alcanzó el 44,8 por ciento de los votos. El PSOE quedó en el 16,8 por ciento. Los socialistas fueron relegados a la tercera posición. Tanto en Andalucía como en la Comunidad de Madrid, el PSOE se llevó un correctivo histórico.

Eran las primeras elecciones autonómicas que se celebraban después de las elecciones generales de 2019, tras las que empezó a rodar el Gobierno Frankenstein. Y eran las primeras señales del cambio que demandaba la sociedad española. Y en mayo de 2023, doce autonomías volvieron a ir a las urnas. El resultado de esa cita no fue otro que una impresionante pérdida de poder territorial socialista. De esos nueve gobiernos autonómicos presididos por socialistas pasaron a tres: Asturias, Navarra y Castilla-La Mancha. Solo esta última región con mayoría absoluta. Mientras que los populares pasaban de cinco a once autonomías. En estos momentos 32 millones de españoles residen en regiones gobernadas por un presidente popular, lo que supone el 66,1 por ciento del total de la población española, mientras que los socialistas administran a tan solo 3,8 millones de españoles, únicamente al 7,9 por ciento del conjunto. Por este motivo, el PP tiene una responsabilidad histórica de cimentar sobre los municipios y regiones su ascenso al Gobierno nacional, el asalto a La Moncloa.

En mayo de 2023 se dieron incrementos de voto al PP superiores a los 10 puntos en Murcia, Extremadura, Cantabria, La Rioja y Baleares. Fueron cercanos al 15 por ciento en Aragón y Asturias, y el mayor de todos en la cuarta autonomía española: la Comunidad Valenciana, con un crecimiento del total del 16,5 por ciento. Controlando de este modo el PP tres de las cuatro regiones más pobladas de la nación.

Al mismo tiempo el PSOE se desmoronaba y perdía seis autonomías: cinco a manos del PP (La Rioja, Aragón, Baleares, Extremadura y Comunidad Valenciana) y la sexta, Canarias, que pasaba a estar bajo el control de Coalición Canaria. Otra región que ha vuelto al PP es Cantabria al perder el gobierno el PRC.

La caída de 5,4 puntos porcentuales del PSOE en Galicia del pasado domingo y el ascenso del soberanismo no es un hecho excepcional. Desde 2015 Sánchez viene colaborando con formaciones separatistas y nacionalistas, creando un frente para tratar de aislar como sea al PP. Pero la estrategia está fracasando. Al alimentar al monstruo, este está creciendo. Al blanquear a marcas separatistas, al darles trato preferente y normalizar las relaciones orgánicas del PSOE e institucionales del Estado con EH Bildu y BNG, se transmite un falso y peligroso mensaje al electorado de izquierdas más desorientado. En las elecciones del País Vasco lo veremos también, un importante retroceso del PSE-PSOE y de la marca vasca de Sumar, y una gran migración de estos dos electorados hacia las siglas de EH Bildu.

Con todos estos datos sobre la mesa, si desde el PSOE no se actúa de manera inmediata, dando un giro de 180 grados a las políticas iniciadas en 2015 y posteriormente asentadas desde junio de 2018, las elecciones europeas que se celebrarán el próximo mes de junio serán una nueva debacle electoral para los de Pedro Sánchez, similar a la que sufrieron los socialistas en las europeas del año 1994, las cuales supusieron el inicio del cambio de ciclo político que llevó poco después a José María Aznar hasta el Palacio de La Moncloa.