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Maroto, generación «Goyo»

Duda que fuese político si no hubiese nacido en el País Vasco. Dio el salto tras el asesinato de Gregorio Ordóñez

DEPORTISTA. No es extraño ver a Javier Maroto haciendo deporte, ya sea corriendo una maratón, en el gimnasio o con su bicicleta
DEPORTISTA. No es extraño ver a Javier Maroto haciendo deporte, ya sea corriendo una maratón, en el gimnasio o con su bicicletalarazon

Es fácil encontrarle paseando por la «green capital» de su Vitoria, con su bicicleta camino del Ayuntamiento, haciendo running o en el gimnasio subido a la cinta o la helíptica. Suele levantarse a las 6:00. Le bautizaron con el nombre de Javier Ignacio, aunque siempre le han llamado Javier. Es ex alcalde de Vitoria y uno de los ediles más queridos por los alaveses. La pasión por su tierra le hace decir que, si hubiera nacido en Burgos, a lo mejor no estaría en política y posiblemente sería médico.

Es el mayor de tres hermanos de una familia de clase media. Creció en el barrio de Txagorritxu en una casa «relativamente pequeña». De hecho, el cuarto de estar se tuvo que reconvertir en una cuarto adicional. Compartía habitación con su hermano hasta que fue a la Universidad. En ella empezó a aprender valores como el orden o la responsabilidad.

Reconoce que no sería como es «sin el cariño y sacrificio de mis padres». Y es que, Ramón y Margarita «se dejaron la piel» por sacar a sus tres hijos adelante, algo de lo que está enormemente agradecido. Para él, sus padres son una unidad que le han inculcado los valores que hoy tiene. Su madre fue una precursora en eso de la conciliación familiar. Es enfermera, y entonces cuando era niño trabajaba de mañana, de tarde y también en las guardias de noche. Su padre, que estudió perito, trabajó en una empresa alavesa y cuando ésta pasó por dificultades, decidió montar una librería. Tal vez por eso, Javier Maroto siente esa afición por la lectura.

Estudió en el colegio de San Viator y aún mantiene el contacto con alguno de sus profesores. Incluso uno de ellos, le pidió, ya siendo alcalde, que casara a un hijo. No hace mucho se volvió a reencontrar con sus compañeros, 25 años después.

En sus años de estudiante sacaba notas «razonables». Las matemáticas, el dibujo lineal o las ciencias naturales despertaban su interés y no entendía muy bien para qué tenía que estudiar latín. Prefería idiomas que le permitieran relacionarse. Habla inglés, euskera, alemán –idioma que empezó a estudiar en el bachillerato para preparar un examen de acceso a la universidad– y se defiende con el indonesio. Es licenciado en Ciencias económicas y empresariales por la universidad de Deusto y tiene un máster en gestión y administración pública por el IESE.

Entró en política por el impacto que le causó el asesinato de Gregorio Ordóñez. Entonces, el PP vasco se llenó de jóvenes valientes que decidieron comprometerse con los ideales que defendía Goyo. Maroto tenía 27 años. Se ha forjado en la política municipal, pero antes trabajó en la empresa privada, algo que considera importante para los que se vayan a dedicar al servicio público. Fue teniente alcalde y concejal de hacienda cuando Alfonso Alonso ocupó la alcaldía de Vitoria. Su carácter «alemán», estricto, le hicieron destacar como un buen gestor y puso en orden las cuentas del consistorio. El pasado 24 de mayo, después del batacazo electoral en las elecciones municipales, Maroto lograba mejorar los resultados en 3.000 votos, pero una alianza entre PNV y Bildu le impidió revalidar como alcalde. Su despacho está en la calle, le gusta pasear por su ciudad y pararse a hablar con sus vecinos; dice que sólo así es como se conocen los problemas: «Poniendo oreja».

Cercano, siempre responde al teléfono; es comprometido y se involucra con la gente. Reconoce que es tímido, por eso lo que más le cuesta de la política es haber perdido ése anonimato, pero por otro lado, le encanta que la gente le pare y cuente sus problemas. Se define como un hombre de centro.

Valiente y sin complejos, tiene una manera diferente de hacer política, siempre dice lo que piensa y no se calla. Tiene predilección por las políticas sociales y aun así, se atrevió a denunciar los fraudes en la percepción de las ayudas sociales que percibían algunos extranjeros de la Renta de Garantía de Ingresos y lo llevó hasta el Parlamento.

Ha sabido rodearse de un buen equipo; sabe delegar, escucha, pero es él quien toma la última decisión. Con Alfonso Alonso e Iñaki Oyarzabal forma un buen tándem.

Al igual que muchos españoles, tiene un crédito hipotecario de 800 euros al mes. Usa el transporte público, también el coche, aunque su principal vehículo es la bicicleta. Le gusta el fútbol y celebró el ascenso a segunda del Alavés. No es que sea un Arzak, pero, como buen vasco, no le tiene miedo a los fogones y se enfunda el delantal cuando hacefalta. Su comida favorita son los platos caseros de cuchara. Tampoco le acompleja mezclarse entre la gente en el mercado de Abastos para hacer la compra. Entre sus hobbies está el de escuchar música y es aficionado a Eurovisión.

Es muy activo en las redes sociales y suele colgar varios selfies con personas anónimas que le paran por la calle. Tiene amigos de todas las edades, también niños que, cuando le ven, corren a fotografiarse con él y le piden deseos que creen que el entonces acalde podía cumplir. Ha defendido abiertamente los matrimonios entre homosexuales y en septiembre se casará con su pareja de hace 19 años, Josema Rodríguez, en Vitoria. Con él, comparte la compañía de su perro Roy, del que dice que es mucho más guapo que en las fotos.

Tras su nombramiento como vicesecretario sectorial dejará su escaño en el Parlamento vasco, pero con la condición de seguir en el Ayuntamiento de Vitoria, aunque sea en la oposición. No ha parado de promocionar su ciudad ni piensa dejar de hacerlo. Tiene la fama bien ganada de haberse convertido, cuando era alcalde, en el «perseguidor» de los consejeros del PNV con tal de lograr medios económicos para su ciudad.