Corrupción en CDC
Mas ofrece a la CUP un «pacto por la rebelión» a cambio de olvidar el 3%
El acuerdo tiene tres fases: desconexión, desobediencia y refundación de Convergència
Acudió de nuevo al domicilio particular de su gran amigo Joan Martí Mercadal para reunirse en secreto con Artur Mas. No es la primera vez que Jordi Pujol celebra reuniones privadas en esta casa ubicada en el barrio barcelonés de Sant Gervasi-Galvany, tal como sucedió con anteriores encuentros del ex presidente de La Generalitat con otros dirigentes y empresarios catalanes. «Compañeros de parranda». Así definen gráficamente en el entorno pujolista la estrecha amistad personal que les une. Martí Mercadal es un histórico profesional bancario que fue directivo y consejero de Banca Catalana, la gran «bicha» que azotó al patriarca convergente, el inicio de sus vínculos con la corrupción y el victimismo nacionalista. Hombre muy discreto, dirigió el Banco de Expansión Comercial, el Banco Industrial de Cataluña y llegó a Banca Catalana de la mano de Pujol. A lo largo de estos años han mantenido una relación a prueba de todo y Pujol siempre escoge la residencia de Joan Martí para citas de estricta confidencialidad.
Por ello, ha sido el anfitrión de cuantas entrevistas han celebrado en los últimos meses los dos inquilinos de la Generalitat. Aunque nunca hubo tanta tensión entre ambos, debido a los graves escándalos que salpican a la familia Pujol y Convergència. El ex presidente quiere a toda costa que su caso no recale en la Audiencia Nacional y Artur Mas aspira a salir airoso de este vendaval de corrupción y ser investido nuevamente. Pero la situación está que arde, la Justicia sigue imparable sus investigaciones y toda la oposición rechaza, de momento, investir a Mas. Ante este convulso escenario, el aún presidente catalán en funciones ha ofrecido a la CUP un llamado «pacto por la rebelión» en tres fases: desconexión, desobediencia y refundación de su propio partido.
Según fuentes de la negociación, el inicio del proceso cristalizará el próximo lunes, cuando se constituyen la Mesa y el Parlamento de Cataluña. Ese día, «Juntos por el sí» prepara una declaración unilateral de independencia con el objetivo de hacer un guiño a los radicales de la CUP, decisivos para la investidura de Artur Mas. La elección de Carme Forcadell como presidenta del Parlament, otra activista separatista de la Asamblea Nacional de Cataluña pretende ser un gesto que ha calmado las aspiraciones de Esquerra Republicana al situar a Marta Rovira como portavoz del grupo parlamentario. Pero en ERC las presiones sobre su líder, Oriol Junqueras, son enormes y una mayoría desea desengancharse de Convergència y concurrir al margen en las elecciones generales. «Mejor solos que con estos», aseguran dirigentes republicanos ante la avalancha de escándalos y detenciones que atizan a CDC.
El horizonte es muy complicado para Artur Mas. En toda Barcelona es «pública y notoria» la profunda división que existe en su propio gobierno, admiten fuentes del Palau. La lucha entre algunos consejeros aflora ya sin tapujos, como la que mantienen Germá Gordó y Santi Vila con el portavoz Francesc Homs. Según estas fuentes, Gordó y Vila aspiran a sustituir a Mas como nuevos líderes convergentes. Ambos mantienen buenos contactos en Madrid en sus áreas respectivas, justicia e infraestructuras, y serían los «cabecillas» de la conjura para salvarse de los escándalos. Por su parte, Homs, un antiguo carlista ahora fervoroso independentista, ha pedido a Mas ser cabeza de lista en las elecciones generales para iniciar desde Madrid «el proceso de desconexión de España», explican dirigentes del partido y la Generalitat. La lucha por el poder y el «sálvese quien pueda» es un secreto a voces inevitable.
En medio del disparate, Mas está dispuesto a lo que sea para volver a ser presidente. «O yo, o nuevas elecciones», ha repetido en su entorno como prueba de que no piensa ceder la investidura. En su hoja de ruta para convencer a los antisistema figura la declaración de independencia, la desobediencia a las leyes del Estado y una profunda refundación de su partido en el próximo congreso previsto para el mes de marzo, con desaparición incluso de las siglas de CDC. Mas quiere imputar a la etapa de Jordi Pujol todos los asuntos turbios que ahora salen y así se lo dijo al ex presidente en el encuentro del pasado miércoles en casa de Joan Martí, con las detenciones y registros sobre sus cabezas. Veteranos convergentes opinan que esto es muy difícil, dado los años de estrecha colaboración de Mas con Pujol y sus hijos. «No podrá ahora renegar de quienes le dieron e hicieron todo lo que es», advierten. De momento, la CUP sigue reacia a la investidura de Mas. «No salvaremos a estos de sus chanchullos», dice su líder Antonio Baños.
Pero la sombra de un «tamayazo» de algunos tránsfugas planea sobre las negociaciones, dado que a nadie le interesan ahora unas nuevas elecciones. Por ello, Artur Mas alienta la declaración de independencia y escenificará la ruptura con España para conseguir sus votos. «Será un mártir hasta el final, es una locura», lamentan muchos dirigentes de CDC ante esta conducta. El abanico de posibilidades está abierto y ninguna puerta cerrada. De momento, los soberanistas ya se han repartido los cargos en el Parlament, excluyendo de todos los puestos a los partidos constitucionalistas, como el PP y Ciudadanos. «Un auténtico escándalo antidemocrático», coinciden dirigentes populares y de C’s ante semejante tropelía.
El otro socio, Esquerra Republicana, también maneja sus cartas. Junqueras está alarmado por la deriva de los casos de corrupción y bajo la premisa de que el 27-S «el plebiscito se ha ganado», su intención es acudir a las generales por separado. Muchos en ERC opinan que su alianza con Convergència les ha perjudicado y desean luchar por el voto de izquierdas que se dispersó mucho en septiembre. Yendo en solitario, los republicanos se sacuden la corrupción que salpica a CDC y pueden recuperar parte de sus votantes descontentos por la alianza en Juntos por el sí y que se decantaron por la CUP, formación que no piensa concurrir a las generales para «una Cámara española que no es la nuestra», según Antonio Baños. Por el contrario ERC, desde sus escaños en el Congreso, aspira a «luchar por la desconexión» de España.
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