Caso UGT
Méndez no encuentra un sucesor de consenso
Carmen Castilla, líder en Andalucía; Miguel Ángel Cilleros, secretario de Transportes, y José María Álvarez, de la federación catalana, en la quiniela.
En noviembre de 2014, Cándido Méndez, el secretario general de la UGT, anunció su retirada un año antes de lo previsto. El Comité Confederal convocó el congreso para el 9 de marzo de 2016. A seis meses de la cita, no se ha presentado ninguna candidatura y el todavía secretario general ugetista no ha sido capaz de aglutinar en torno a un candidato el consenso necesario, al tiempo que aumentan las tensiones internas de las federaciones inmersas en un proceso de fusión que levanta ampollas y resucita viejas rencillas.
Méndez llegó al sindicato en 1994 de la mano de Nicolás Redondo, en un momento muy complejo. Redondo lo entronizó con la oposición de una buena parte de la organización, lo que provocó un congreso extraordinario en 1995 en el que se enfrentó al líder del Metal, Manuel Fernández «Lito». El sindicato se partió en dos y vivió una época de inestabilidad con el escándalo de la PSV –la cooperativa de viviendas– agrietando la credibilidad de la organización. Sin embargo, Méndez superó la situación y enderezó el rumbo del sindicato, que vivió años de estabilidad.
El secretario general de UGT parecía que lo tenía todo controlado y esperaba salir de la organización con un buen balance de gestión pero la crisis dio al traste con sus aspiraciones. La recesión golpeó duro al sindicato, que con una estructura obsoleta, y demasiado cara, no ha podido afrontarla y ha sido incapaz de tener la agilidad suficiente para adaptarse a los cambios en el mercado de trabajo y en las relaciones laborales. El descenso de la afiliación, la delicada situación económica y organizativa del sindicato, la reducción del número de delegados, ligado directamente a la desaparición de empresas y a la aparición de las microempresas y el autoempleo, aconsejaron a Méndez a dar un paso al frente para acometer lo que en algunos círculos de la UGT se califica sin titubeos como una «refundación».
Sin embargo, esta refundación carece de liderazgo. Algunos dirigentes sindicales consideran que el máximo responsable de la UGT no está en su mejor momento para dirigir la sucesión. Además de la crisis social y política, Méndez ha sido golpeado duramente por el escándalo de la formación profesional en Andalucía, la traición del histórico dirigente de la minería asturiana, José Ángel Fernández Villa, y el caso de las tarjetas black de Bankia, que ha implicado al sindicato.
Para afrontar la situación de inestabilidad organizativa, Méndez impulsó una amplia remodelación de la estructura con un doble objetivo: adaptarse a las nuevas demandas de los trabajadores y a las nuevas necesidades económicas. Esta adaptación se resume en una reducción a tres federaciones –industria, servicios y servicios públicos– y una readecuación de la estructura territorial. La complejidad del proyecto interfiere en el debate sobre la sucesión de Méndez y, por este motivo, debilita su papel de gestor del cambio.
Las actuales federaciones, con el amparo del secretario de organización, José Javier Cubillo, han forzado que los nuevos organismos se constituyan después del Congreso Confederal –la fecha límite es el 22 de mayo– y toman posiciones en torno a los diferentes aspirantes en función de sus intereses para preservar sus cuotas de poder internas, poniendo en entredicho los objetivos de Méndez, que aspira «a una refundación y a un cambio generacional», según explican dirigentes sindicales, y cerrar el convulso periodo actual «dando una respuesta de futuro».
Cándido Méndez se resiste a no tener protagonismo. En junio acudió al Comité Regional de Andalucía y animó a Carmen Castilla, su secretaria general, a dar el paso para sucederle. Carmen Castilla –con 45 años y un currículum de vértigo, licenciada en Psicología y Derecho, diplomada en Enfermería y doctorada en Salud Mental y Máster Europeo en Salud Pública y Gestión Sanitaria– afirmó que «si la organización me lo pide estaré donde me diga», y aseguró que «no descarta nada». Según fuentes sindicales, Castilla cumple los requisitos que plantea Méndez para la regeneración y el cambio de imagen de la UGT, aunque en el sindicato se considera «que está lastrada por la situación en Andalucía a la que debe poner orden».
Al margen de Méndez, otros dos dirigentes sindicales están recabando apoyos, de forma más o menos velada. Miguel Ángel Cilleros, secretario de la federación de Transportes, cuenta con el respaldo del secretario de organización confederal, José Javier Cubillo, de su misma federación y no es visto con malos ojos por la FITAG, que agrupa a los sectores químico, textil, energía, minería, industria agroalimentaria, bebidas y tabacos. Toni Ferrer, secretario de acción sindical y mano derecha de Cándido Méndez desde hace 20 años, como miembro de esta federación, la respalda en sus reticencias ante la integración con la federación del Metal. Cilleros tampoco ha dado el paso, pero «está tomando el pulso a la organización» y contaría con el apoyo de la Federación de Servicios, cuyo secretario, José Miguel Villa, le podría sustituir al frente de la fusión de Servicios y Transportes en caso de que fuera elegido sucesor de Méndez.
En esta pugna, las miradas se dirigen a Carlos Romero, secretario de la todopoderosa federación del Metal. En una entrevista en «El Comercio», Romero también tomó partido en favor de José María Álvarez, el controvertido secretario de la UGT de Cataluña al que sectores del sindicato acusan de «ser un aliado de los soberanistas» por su actitud en favor del derecho a decidir. «Si él quiere dar el paso adelante, para nosotros es una persona de absoluta solvencia. Está claro que es una persona con capacidad de liderazgo», dijo Romero. Álvarez no ha manifestado su predisposición porque antes de hacerlo quiere tener cerrada su sucesión en Cataluña por la compleja situación tras las elecciones autonómicas y el conflicto independentista. Junto a Romero podría situarse Julio Lacuerda, secretario de la FSP –Servicios Públicos–, aunque todavía no se ha manifestado. Tampoco lo ha hecho la Federación de Enseñanza, que, con seguridad, estará enfrentada a Lacuerda porque no acata la fusión de ambas federaciones.
A seis meses del congreso, los movimientos se realizan entre bambalinas para liderar la UGT. La fragilidad de Méndez no sólo lo ha desplazado de la dirección del proceso para el que no ha conseguido el necesario consenso interno, sino que su proyecto de racionalización de la estructura de la UGT, las fusiones de federaciones, lo está envenenando.
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