Ejército del Aire
Mi capitán Aybar
Lo tenías asumido desde que ingresaste en la Academia de San Javier. Es más, seguramente lo tenías asumido años antes. Y juraste ante nuestra Bandera darlo todo, incluso la última gota de tu sangre.
Pero el ser humano se agarra a la fe y la esperanza pensando que su fuerza, su preparación, su pericia, le eximen de los riesgos del fallo mecánico, de la metereología adversa, del posible enemigo en guerra.
Con vuestros hermanos del Ala 14 de Morón habíais participado en el desfile del Día de la Fiesta Nacional con el más moderno de nuestros aviones de combate. Formabais 78 aeronaves sobre el cielo de Madrid en el marco de una maniobra compleja, meticulosamente planificada, perfectamente ejecutada. Y en el regreso a casa, en una aproximación a Los Llanos que conocías de sobra tras tus 1.200 horas de vuelo, encontraste la muerte. El desfile de hoy, tras los acontecimientos de las últimas semanas, destilaba alegre unión, recuperación de pulso nacional, superación de dificultades, grandeza de nuestra Historia. Más que nunca civiles y uniformados nos uníamos ante las dificultades. No era una demostración de fuerza, sino un certificado de integración sobre lo que queremos que sea España.
Pero de la alegría pasamos al dolor. No hay palabras que puedan recoger en estos momentos lo que siente tu familia, tus compañeros de la Base o de tu 61 Promoción, o lo que sentimos todos.
Recurro en estos momentos a una canción que bien conocías, mi capitán: «Cuando el adiós dolorido busca en la fe su esperanza», nos queda la certeza de que el buen Dios «ya te ha llevado a la luz».
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