Opinión
Los pélets no votan
Abochorna la campaña mediática de la izquierda con el vertido de pélets en las costas gallegas para culpar a los populares de cualquier circunstancia.
Abochorna la campaña mediática de la izquierda con el vertido de pélets en las costas gallegas para culpar a los populares de cualquier circunstancia. Otra cosa es que esa vergüenza ajena llegue a ser propia para los votantes del PSOE y Sumar. Todo apunta a que no, dada su consabida facilidad para tragar con las ruedas de molino sanchista. No obstante, en Galicia no cuaja la alternativa al PP, lo que convierte al caso gallego en algo muy parecido al madrileño.
Los populares son la fuerza hegemónica en Galicia desde 1981. Primero fue con Alianza Popular y luego bajo las siglas del PP. Solo hubo dos interrupciones que acabaron en descalabro. Fue en 1987, cuando tomó el poder González Laxe tras una moción de censura, y entre 2005 y 2009, con el bipartito formado por el PSdeG y el BNG. Luego Feijóo ganó y hasta hoy. En total han sido 34 años de gobierno, y eso, cuando las cosas funcionan y se progresa, como en Madrid, crea una mentalidad y hábitos impermeables a la demagogia.
Ese modo de vida y pensamiento creado desde 1981 hace que los sondeos indiquen que el PP volverá a ganar las elecciones del próximo 18-F, aunque no esté Feijóo. No obstante, como es corriente en esta España marcada por el espíritu del Pacto del Tinell, los populares no gobernarán si no sacan un diputado más que la suma del resto.
Sin mayoría absoluta del PP se formará una coalición de nacionalistas y socialistas para ajustar cuentas con el pasado y ponerse al servicio de Sánchez, quien a su vez vive el sometimiento voluntario a los independentistas catalanes y vascos. En suma, Galicia en manos del BNG con el auxilio del PSdeG se sumaría a la estrategia rupturista y autoritaria que vivimos desde 2018. En ese camino no importarán los intereses de los gallegos, sino su papel en el plan sanchista para hacerse con todo el poder sin contestación alguna.
La ventaja del PP gallego sobre el madrileño es que es el único representante de la no-izquierda en su región. Vox no pinta nada en Galicia por mérito de los populares y deméritos propios. Los de Abascal culpan de su poco tirón al PP por sus llamamientos a concentrar el voto en su partido. Pero apelar a los votantes a confiar en su organización es legítimo y sincero. Sería absurdo que el PP recomendara el sufragio para otra formación, como Vox, y pusiera así en riesgo la posibilidad de renovar el mandato. Porque mientras no cambie el sistema electoral es indudable que la concentración del voto en una sola formación otorga más posibilidades de éxito. En este sentido, es evidente que si Vox no existiera en la Comunidad de Madrid, la mayoría absoluta de Ayuso en 2021 habría batido récords.
La división del voto en la izquierda, por contra, beneficia al PP. Una vez que Sumar y Podemos rompieron para presentarse por separado disminuyeron sus posibilidades de entrar en el Parlamento gallego. Esto puede ser letal para la izquierda en la disputa de escaños con los populares en Pontevedra y La Coruña. En realidad, a Pablo Iglesias le interesaba más dañar a Yolanda Díaz que pintar algo en Galicia, y optó por usar a la gente contra la jefa de Sumar y dividir el voto.
Al tiempo, el BNG sube en las encuestas gracias a Sánchez, que presenta al PSdeG como el pagafantas gallego. El sanchismo ha convertido el nacionalismo identitario, victimista y reivindicativo en el discurso más legitimado hoy en España. Y esto sin olvidar la posibilidad que otorga para chantajear al «Gobierno de Madrid» y obtener ventajas con las que construir una red clientelar y ajustar cuentas con el PP en tierras gallegas.
El conjunto hace de estas próximas elecciones quizá las más importantes y decisivas que se hayan celebrado en Galicia. No está en juego solo el gobierno autonómico, sino el mismo futuro de la España constitucional.
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