Política

Cataluña

«Pere y Susana hablaron el 12 de octubre para rebajar el tono de los reproches»

Los socialistas catalanes muestran su estupor por el cambio de actitud

La Razón
La RazónLa Razón

El malestar de los socialistas catalanes con Alfredo Pérez Rubalcaba ha subido enteros en la calle Nicaragua, la sede del PSC de Barcelona. El Congreso de los Diputados votó el martes una proposición presentada por UPyD para que el derecho a decidir no fuera exclusivo de los catalanes, sino de todos los españoles. UPyD, PP y PSOE votaron a favor de la propuesta. Los diputados del PSC se abstuvieron. Todo apuntaba a un nuevo enfrentamiento de Rubalcaba con los díscolos diputados socialistas catalanes. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce.

«Realmente los que han roto la disciplina de voto ha sido Rubalcaba y el PSOE. No el PSC». Así de contundente se manifestaba un dirigente socialista catalán, que añadía: «Nos enteramos unas dos horas antes de la votación del cambio de voto. Habíamos pactado con el PSOE presentar una enmienda. Sabíamos que sería rechazada por lo que, lógicamente, nos íbamos a abstener, dando de lado el intento de enredar de Rosa Díez».

En el PSC no salen de su asombro. Formalmente, Pere Navarro, el primer secretario no ha querido echar más leña al fuego, pero en el fondo reina el desconcierto y un poco disimulado malestar. El PSOE, efectivamente, presentó una enmienda a la propuesta de Rosa Díez. Fue rechazada y «hasta los más noveles, los de primero de parlamentarismo, saben que si te rechazan una enmienda no votas a favor de la propuesta. O votas en contra o te abstienes. Es así de fácil».

Pero el PSOE votó a favor de la propuesta de UPyD y en contra del derecho a decidir que defienden los partidos nacionalistas y el PSC e Iniciativa per Cataluña. En el grupo parlamentario socialista se había llegado al acuerdo de abstenerse «para no hacer el juego a la propuesta trampa y al enredo oportunista de Rosa Díez». Para el grupo socialista, UPyD sólo perseguía poner el dedo en la llaga de las discrepancias entre el PSC y el PSOE por el derecho a decidir. Abstenerse era una manera de menospreciar la propuesta. La pregunta es ¿por qué cambia su intención de voto Rubalcaba? ¿Por qué el PSOE vota a favor de la resolución y no se abstiene? La primera respuesta es de manual. Si los socialistas se abstienen, el PP y UPyD hubieran aprovechado la ocasión para poner en evidencia a Rubalcaba. Hubiera sido acusado de plegarse a los criterios del PSC y, lo que es peor, hubiera sido acusado de no oponerse con contundencia al derecho a decidir, el mantra que esgrimen los nacionalistas para camuflar el derecho de secesión. La segunda respuesta viene marcada por la primera. Algunos diputados socialistas estaban incómodos con la decisión del grupo parlamentario. No querían abstenerse. Querían votar a favor de la resolución porque también están contra el derecho a decidir. Sin embargo, Rubalcaba se mantenía en su sitio hasta que recibió una llamada telefónica.

En esta llamada, alguien verbalizó al secretario general del PSOE el desconcierto que podía crear en las filas socialistas que el grupo parlamentario se abstuviera en una votación en la que claramente se mostraba el rechazo al derecho a decidir. Para ese alguien, la esgrima parlamentaria no era argumento suficiente para justificar la posición del PSOE. Ese alguien reclamó al primer secretario del PSOE un voto a favor de la resolución, a pesar de que la enmienda fuera rechazada. Ese alguien se llama Susana Díaz, la presidenta de la Junta de Andalucía.

Después de la llamada, los socialistas catalanes fueron informados del cambio de voto y de la llamada. «Pere y Susana hablaron en el puente del Pilar. Lo hicieron largo y tendido con el objetivo de bajar el tono de los reproches mutuos por el bien del proyecto». A tenor de lo sucedido el martes, no parece que la conversación entre ambos haya surgido los efectos deseados. Sin embargo, en el PSC el mosqueo no es con Susana Díaz, que también, sino con Rubalcaba por no haber sabido mantener su posición y su convencimiento. Otra piedra en el camino de las tortuosas relaciones que se viven en el seno del socialismo español.