Opinión

Puigdemont sin aire

El PSC se ha mostrado como el nacionalista más práctico

Carles Puigdemont
Carles PuigdemontEuropa Press

El espacio político del nacionalismo sistémico ha sido invadido por el PSC en alianza con ERC. Salvador Illa hizo la presentación de su Gobierno con una agenda identitaria nacionalista con la que pretende liderar ese embuste de la nación en busca de destino en lo universal. Esta fórmula conservadora para mantener el negocio y el status quo en Cataluña, en buena relación, además, con el “Gobierno de Madrid”, proporciona al PSC un protagonismo en la vida catalana que antes tenía CiU.

Puigdemont se ha quedado sin espacio vital. Si los socialnacionalistas de Illa han ocupado ese lugar y papel, Junts puede quedar en la irrelevancia. El presidente Illa puede perfectamente hacerse con el mundo empresarial, la tradicional burguesía catalana, y, blandiendo el populismo, con las bolsas de electores de las capas populares. Es el nuevo poder, y a la gente le gusta votar al que manda, a ese que nombra cargos y reparte presupuestos y subvenciones.

Así, entre socialistas y republicanos, a los ex convergentes les ha quedado un espacio reivindicativo muy pequeño. Una vez que el PSC se ha destapado como el factotum nacionalista en Cataluña, poco queda por reclamar al Gobierno de España. Si la soberanía fiscal no sale en el futuro inmediato por obstáculos institucionales o legales, o porque no encaja con la Constitución, se convertirá en un agravio histórico y democrático que sabrá muy bien explotar ERC y el propio PSC. ¿Qué puede pintar Junts en todo esto? Casi nada.

El PSC y ERC han conseguido la soberanía económica que, bien asentada, dará pie a la soberanía política. De hecho, el empeño de Salvador Illa de pasar del Estado pluricultural, tal y como reza su programa electoral, a Estado plurinacional tiene el sentido de convertir a la sociedad catalana en sujeto de soberanía. A nadie le extrañaría, viendo la trayectoria de Illa, que defendiera un referéndum de autodeterminación en las próximas elecciones en Cataluña.

Mientras tanto, Puigdemont tratará de reinventarse en el congreso de su partido en octubre, y aprovechar la baza del obstruccionismo parlamentario en el Congreso de los Diputados. Hará la vida imposible a Pedro Sánchez como forma de hacerse notar, que llenar portadas, de tener presencia. Lo hará, porque si el electorado catalán percibe que no sirven ya para nada, y que la ley de amnistía, además, los pone a todos en la calle como si tal cosa, lo van a tener muy complicado.

El procés no ha terminado, es que ahora está en manos del PSC y de ERC, no de Junts, que ha quedado fuera de juego. No hará falta dar un golpe de Estado como en 2017, o cercar ningún edificio público, ni quemar contenedores o comprar urnas en el chino para ir acercando Cataluña a la independencia. Que nadie se engañe, el nacionalismo es insaciable y solo busca la independencia de su nación para tener a su disposición un Estado propio, y el PSC se ha mostrado como el nacionalista más práctico.

Esto lo sabe Junts, que tratará de buscar algún tipo de alternativa. Ha fracasado en su intento de opacar la investidura de Salvador Illa, e incluso en su deseo de que se repitieran las elecciones en Cataluña. Irá a por todas en Madrid, contra Sánchez, que tiene a su disposición todo el arsenal institucional del Estado para enfrentarse a Puigdemont, incluso dejando a Pablo Llarena, del Tribunal Supremo, que siga adelante con su procedimiento para llevar al fugado a la cárcel por malversación y que se quede fuera de la amnistía.

Sin embargo, algo le dará Sánchez a Junts para que no desaparezca. Sabe que sus diputados son necesarios ahora y en el futuro, cuando convoque elecciones y las cuentas no le salgan por sí solo. No olvidemos que sin la coalición con los partidos rupturistas Sánchez es incapaz de ganar a la derecha, ni siquiera al PP solo, y menos si Feijóo encuentra el apoyo de Abascal.