Opinión
Puigdemont, del maletero al poder
Somos un país extraño, con una enorme capacidad para derrochar energías en una dirección y su contraria
El taxista me habló ayer de la famosa película del "Día de la Marmota" y se reía a carcajadas: «Vuelve Trump, vuelve Puigdemont…¡es el círculo del eterno retorno!».
Ignoro a qué se debe lo de los EE UU, pero aquí es mérito de Mr. Handsome. Ha conseguido cancelar todo lo logrado por políticos, jueces y policías para frenar el «procés». Somos un país extraño, con una enorme capacidad para derrochar energías en una dirección y su contraria.
Primero evangelizamos América y luego nuestros herederos la convirtieron a la masonería. Fuimos emperadores del mundo y después malbaratamos las posesiones y abandonamos a los compatriotas de Filipinas, América o Guinea.
Empezamos creando el derecho internacional en la Universidad de Salamanca y luego nos dedicamos a alimentar la leyenda negra. Fuimos el primer Estado moderno, con la primera gran Reina renacentista, Isabel, y seguimos reiterando leyendas inquisitoriales sobre nuestra Historia.
Ahora lo hemos vuelto a lograr, paramos con enorme esfuerzo el golpe independentista contra la Unión Europea y a continuación, lo relanzamos.
Es tan agotador, que no me extraña que ayer hubiese atasco en las carreteras españolas: la gente se marcha de acueducto, a olvidarse un rato del tupé de Puigdemont y de la mandíbula del presidente, que va camino del prognatismo.
Resulta difícil imaginar que una rata tan cobarde como Carles, que se metió en un maletero para escaparse de la Justicia española, haya cambiado. No me creo que se vaya a dejar detener por las Fuerzas de Seguridad, Calimero no se convierte en Capitán Trueno.
Por eso me inclino a pensar que los plazos están tasados. Que, aunque el Senado retenga dos meses la ley de amnistía, el Congreso de los Diputados la ratificará a finales de mayo. Así, tras las elecciones catalanas del 12 de ese mismo mes, el Parlament quedará constituido en la primera quincena de junio y, si llega el caso, Puigdemont podría ser investido president a finales de ese mes, sin correr el peligro de pasar por la cárcel. El pobre no lo soportaría.
Más pena que los españoles dan, si cabe, los españoles catalanes. Page, que al final siempre hace de botafumeiro de Sánchez, ya está animando a votar a Salvador Illa como único dique de contención del nacionalismo, pero sorprende que alguien compre a estas alturas que el PSOE vaya a frenar el independentismo.
No se sabe si Puchi será emperador en Cataluña o si lo será Illa, pero el pelo lo tienen parecido. Y, para aguantar copias, casi prefiero que triunfe en el Parlament una coalición de nacionalistas. A lo mejor así espabilaba la mayoría constitucionalista del Parlamento nacional.
Los constitucionalistas catalanes no pueden votar socialismo sin suicidarse políticamente. Se pide el cupo catalán, se exige un referéndum, se perdona a los delincuentes… ¿Nadie alza la voz por la mayoría no nacionalista? Pues parece que no.
Es mala noticia de ayer, por cierto, que Partido Popular y Ciudadanos no hayan conseguido cerrar un acuerdo para presentar un candidato común.
Era el momento de salir del hoyo y recuperar la bandera de aquella victoria pírrica de los naranjas, además de sacar al PP de la nada. Ambas formaciones rompieron ayer sus negociaciones y el secretario general del partido de Arrimadas, Adrián Vázquez, anunció su dimisión, desfondado.
Es un gravísimo error que indica falta de capacidad y de «finezza» política. Los malos se están demostrando mucho más astutos y flexibles.
Hay mucha gente con buenas intenciones en la política, me consta. Y, sin embargo, las portadas son de la corrupción de los Koldos, los fraudes fiscales del novio de Ayuso y las amenazas de los políticos a empresarios, periodistas y hasta a los mandos del Banco de España.
Hay un escepticismo general y un desapego del votante que resultan doblemente peligrosos cuando todo conspira para deshacer España y Europa.
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