Opinión

Puigdemont redobla la presión

En las campañas electorales puede uno mentir sin parar hasta eclosionar

Former Catalan regional premier Carles Puigdemont attends a formal sitting at the European Parliament in Strasbourg, France.
El expresidente catalán Carles PuigdemontRONALD WITTEKAgencia EFE

En la esperanza de que a fuerza de repetir una y otra vez la mentira acaben convirtiéndola en verdad, el trío bolaño se contorsionó ayer al extremo de aparentar que la idea de amnistiar a Puigdemont es en realidad de Feijóo, y que el pobre Sánchez apenas hace lo mismo que piensa el gallego. Es lo que tienen las campañas electorales, que puede uno mentir sin parar hasta eclosionar. Tanto hastío produce la palabrería hueca del triministro, la vise y su portavoz, que pagaríamos varias cenas en Santiago por lograr que acabe ya esta comedia de percebes que sólo alimenta a Abascal. Es increíble cómo el jefe de Vox se apunta a cualquier argumento, por peregrino que sea, con tal de lograr que el PP pierda la mayoría absoluta en Galicia. Él y su tropa se manifiestan estos días como aliados naturales del pedrismo, empeñados en llevar al Bloque a la presidencia de la Xunta. O sea, en abrir un nuevo frente indepe en España. El cuanto peor mejor abascaliano empieza a ser tan sospechoso como aquella votación voxera que permitió al PSOE hacer de su capa un sayo con los fondos europeos. En los momentos más delicados, Abascal siempre sale en auxilio de Sánchez. Algo que debería explicar algún día, para desterrar la idea olona de que el partido verderón no sería nada sin la ayuda que le presta el Gobierno. Ciertamente, lasancho-Sfera hizo grande a Vox para disminuir la fuerza del PP. Idea del malogrado Miguel Barroso que caló con Zapatero y triunfó en los años postreros de la alianza podemoide. Ahora Vox intenta más que nadie que Feijóo se la pegue en Galicia, sin importarle demasiado que el beneficio directo sea para Sánchez y los independentistas del benegá, y que una vez más pierda España. Y es que el escaño que le daría la mayoría absoluta al PP, es el mismo que conseguiría Abascal para nada. Tal es la realidad del momento. La misma que reveló ayer el bolañismo patrio al reconocer, a tres días de las gallegas, que está negociando con Junts una amnistía que incluya a todos y-a-todas. Es decir, a Puigdemont como jefe máximo de Tsunami y el contubernio con Putin, amén de a los 12 cedérres procesados por delitos de terrorismo de acuerdo con la calificación de la Fiscalía. Junts ha hecho una transaccional al proyecto de ley, con el soporte-alfombra de Ortuzar, para borrar dos párrafos del mismo en la esperanza de que tal cosa cuele y los jueces queden maniatados ante una ley inamovible. Claro que, por mucho que Puigdemont aumente la presión, la última palabra la va a tener el Supremo, diga lo que diga la fiscal María de los Ángeles Sánchez, incapaz de llevarle la contraria a Alvarone. Parece que la tenienta no aprecia violencia suficiente como para considerar que el asalto violento al aeropuerto de El Prat fue un acto de terrorismo. Una chiquillada indepe, por favor. Y, sobre todo, es lo que ha ordenado Sánchez que tiene que decir el Ministerio Público, diga lo que diga la ley. Por mucho que ayer el Rey resaltara en Barcelona que la independencia del Poder Judicial es la esencia del Estado de Derecho. Tuvo también el Monarca las palabras que había que tener en memoria de los dos guardias civiles asesinados por el narcoterrorismo en el Estrecho. Mención que no ha debido gustar demasiado en la Moncloa. Llevan varios días quitándose de en medio, viviendo como si nada hubiera pasado. Marlaska desaparecido, el PSC mirando hacia arriba, el Carnaval a tope y nada de días de luto o minutos de silencio. Sería reconocer que tenemos a nuestros hombres abandonados en el Campo de Gibraltar, sin medios ni respaldo suficiente, como denuncian las familias y las asociaciones de la Benemérita. Al albur de la narco-delincuencia magrebí, dueña hoy de las playas del sur de España.