Legislatura

Puigdemont tensa la cuerda con amenazas de moción

El expresidente catalán ya aprieta con la ruptura con el PSOE al calor de la fractura de la mayoría de investidura y del choque en la coalición

Carles Puigdemont
El expresidente de la Generalitat de Catalunya y candidato de Junts a las elecciones catalanas, Carles Puigdemont, interviene durante un mitin de Junts en las Antigues Escoles, en Elna (Francia).Glòria SánchezEuropa Press

Puigdemont está muy atento a todo lo que está sucediendo en Madrid y a las señales, cada día más evidentes, de que la mayoría de investidura se duele de unas fisuras que trascienden el contexto electoral, aunque Moncloa se esfuerce en explicar en las elecciones europeas, y en la nueva campaña que hoy empieza, las desavenencias parlamentarias con sus socios.

A la retirada «in extremis» de la Ley del Suelo, para no perder una nueva votación después de la derrota de esta semana en la regulación de la prostitución, ha seguido el choque dentro de la coalición en hasta otras cinco votaciones en el Pleno del Congreso, en las que el PSOE y Sumar votaron divididos. La del Sáhara, (el PSOE en contra y Sumar a favor), Ucrania (PSOE a favor y Sumar en contra), invertir en Defensa el 2 por ciento del PIB (PSOE a favor y Sumar en contra), respeto a los derechos humanos en dictaduras en Latinoamérica (PSOE a favor y Sumar en contra) y elecciones libres en Venezuela (PSOE a favor y Sumar en contra).

En Madrid, el Congreso de los Diputados se ha convertido en el escaparate irrefutable de una mayoría de investidura que es incapaz de alcanzar mínimos consensos para gobernar. Y mientras, en Cataluña, el expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont ha empezado a airear, en conversaciones telefónicas y en intercambio de mensajes de móvil, el aviso de que él está dispuesto a llegar hasta a la moción de censura si el PSC ejecuta su pacto con ERC y no permite que salga adelante su intento de investidura.

Cabe pensar que es una estrategia de presión en la negociación entre bambalinas sobre el futuro de la Generalitat, ahora mismo muy condicionada, y frenada, por las elecciones europeas. Y que Puigdemont, en consecuencia, va de farol. Esta es la tesis de Moncloa y del PSC, donde están convencidos de que Junts jamás se atreverá a participar de una moción de censura para derribar a Pedro Sánchez de la mano del PP y de Vox. Sus mensajes son «bravuconadas» de quien, según su análisis, sabe que lo tiene todo perdido y que le toca dar un paso atrás.

Más allá de la literalidad de los mensajes que Puigdemont traslada, en su entorno, donde le conocen bien, tampoco creen que esté de retirada. Aunque haya un velo de silencio sobre la negociación en Cataluña, en Junts saben, dentro del conocimiento mutuo que tienen entre sí los dos partidos independentistas, que los republicanos necesitan dejar pasar, como sea, la investidura de Salvador Illa porque ni siquiera tienen un líder con el que concurrir de nuevo a un proceso electoral (Oriol Junqueras seguiría inhabilitado a pesar de la amnistía, o al menos esta es la «canción» que les llega de los tribunales).

Esto coincide con lo que transpiran en ERC. Sus dos condiciones para la investidura de Illa son dos exigencias también de Junts, y que ERC quiere apropiárselas en su estado de casi defunción, que serían el pacto fiscal y el referéndum. Pero dentro de ERC, si se rasca un poco, se comprueba que la crisis es tan profunda que no descartan que, incluso sin conseguir estas dos exigencias, acaben mirando hacia otro lado y dejando a Illa gobernar.

Este escenario deja fuera de juego a Puigdemont y a Junts, como así lo destacan los socialistas, pero habrá que ver qué hace Puigdemont después del 9J y una vez que se confirme por dónde avanzan los pactos del exministro de Sanidad. Al expresidente de la Generalitat también le ha llegado la idea que difunde Moncloa de que, aunque les retire el apoyo de sus siete diputados en Madrid, esto no tendrá consecuencias en la duración de la legislatura, porque Sánchez no convocará elecciones generales.

Pero el futuro tras el 9J está por escribir. Este mensaje oficial de Moncloa hay que someterlo al tamiz del contexto electoral y de que se está en un momento en el que todos los partidos juegan al órdago, aun sabiendo que es inevitable que llegue el momento en el que la partida de mus no se pueda estirar más. Así, las señales que envía Sánchez sobre su disposición a seguir en Moncloa, a pesar de que no pueda sacar adelante ni un proyecto de ley, pueden darse la vuelta en cuestión de meses, en la medida en que el desgaste de la bunkerización en el Gobierno, sin capacidad legislativa, es muy grande. En lo personal y también para las siglas del partido.

Los portavoces del PSOE salieron ayer en tromba a «vender» la teoría de que su debilidad parlamentaria es absolutamente circunstancial, y que se recompondrá después de las elecciones europeas. A pesar de que el «feed back» que les llega de sus socios es justo el contrario.

Tras el 9J, los socios, que salen todos dañados de este último ciclo electoral, necesitarán marcar aún más sus diferencias con el PSOE. En algunos casos también con una necesidad de venganza de fondo, porque se sienten víctimas de sus pactos con el PSOE.

Así, el PNV, una vez que amarre la Lendakaritza, y después de que ha aprendido de los errores cometidos, no irá, en ningún caso, para nada de la mano de Sumar. ERC tendrá que elevar el listón de sus exigencias si no quiere acabar convertida en un partido subsidiario de los socialistas en Cataluña y en Madrid en el caso de que se confirme la investidura de Illa.

De hecho, esa tesis socialista de que todo se arreglará el día después de las elecciones europeas, y que los socios volverán a entrar en razón y a ser más colaborativos, es, según ERC, «un bulo consciente».

Los socios y Sumar pueden querer que siga Sánchez en el poder, pero también quieren ver cómo se desangra en Moncloa, en una proporción similar al daño que les ha hecho a ellos sus acuerdos con los socialistas.