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Cospedal busca al partido y Santamaría, a las bases

La secretaria general ofreció una lista de integración a Casado para frenar a la ex vicepresidenta pero éste le comunicó que mantendrá su candidatura.

Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal
Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedallarazon

La secretaria general ofreció una lista de integración a Casado para frenar a la ex vicepresidenta pero éste le comunicó que mantendrá su candidatura.

El PP entró ayer en terreno desconocido bajo el paraguas del mantra de la democracia interna. En estado de pánico porque la batalla sucesoria se convierta en un duelo por el poder entre la que ha sido la «número dos» del PP, María Dolores de Cospedal, y la ex «número dos» del Gobierno Soraya Sáenz de Santamaría en clave estrictamente personal y no por diferencias de entidad en el proyecto político. Todo está tan abierto que en la formación ni siquiera descartan ya que una de ellas pueda quedarse en el primer corte, la votación de los afiliados, y que en el examen final, en el cónclave de finales de julio, sí compita Pablo Casado, que ayer renunció a su cargo de vicesecretario general del PP para garantizar la neutralidad. En ese hipotético escenario, dentro del PP apuestan por que Cospedal podría incluso llegar a apoyar a Casado si enfrente siguiese viva la candidatura de Sáenz de Santamaría. Cospedal ya le ofreció integrarse en su lista, pero éste lo rechazó y mantiene que está dispuesto a llegar hasta el Congreso extraordinario.

De momento, es un hecho que el Congreso con una lista de unidad se ha convertido en una competición a tres por la Presidencia Nacional del PP entre Cospedal, Sáenz de Santamaría y Casado. Con otros tres aspirantes como teloneros de la función: el ex ministro José Manuel-García Margallo; el encargado de Relaciones Internacionales del PP, José Ramón García-Hernández; y el ex presidente de NN GG de Valencia José Luis Bayo. Justo la representación que Génova quería que no se produjese en ningún caso y, de hecho, hasta Cospedal estaba dispuesta a respaldar a Feijóo a fin de no tener que dar el paso adelante para cortocircuitar que el partido quede en manos de Sáenz de Santamaría.

Por delante se presenta un cónclave completamente abierto, al que previsiblemente llegarán dos candidatos porque el nivel de competencia hace difícil que alguno de los tres favoritos consiga en la primera vuelta más del 50 por ciento de los votos, o superar el 50 por ciento en 30 de las 60 circunscripciones o una diferencia de al menos 15 puntos sobre el siguiente candidato. Los tres que tienen opciones reales de influir en el nuevo reparto del poder dentro del PP trabajan ya para conseguir el mayor número de compromisarios leales para la votación que se realizará en el mismo Congreso.

Feijóo era el plan perfecto para la cúpula popular. Dentro de una situación mala, la mejor solución porque era el que menos recelos despertaba y con buenas perspectivas electorales. Y aunque es verdad que en política puede pasar de todo, la preocupación del PP se sostiene en dos razones: que no son una formación con cultura de competencia interna y que el perfil de las dos principales candidatas tiene demasiadas diferencias personales y no políticas. Es una evidencia que hasta ahora en el PP de Mariano Rajoy no ha habido señales de corrientes ideológicas enfrentadas. Disputas dentro del Gobierno, sí, en las que también ha pesado bastante más el componente personal que el político, aunque el ex ministro Margallo sí sostenga que su «no» a Sáenz de Santamaría es por discrepar de ella hasta en la cuestión catalana.

Otro problema para el PP es que es difícil anticipar qué quieren sus afiliados, que son los que tienen la primera palabra sobre el futuro del liderazgo, porque hasta ahora nunca han tenido que pronunciarse sobre ninguna cuestión de trascendencia. En este Congreso, para ser candidato basta con tener 100 avales, un trámite muy sencillo. El día 23 de junio se inicia la campaña electoral y se vota el 5 de julio. Habrá una segunda vuelta con los más votados, y ahí ya decidirán los compromisarios, que también son elegidos en parte por los afiliados. En teoría, ya que si bien no siempre los controla el «aparato», sí tiene mucha ascendencia sobre ellos. La militancia es mucho más libre.

En los «cuarteles generales» de los tres favoritos hacen ya cálculos sobre su capacidad de reclutar compromisarios leales y de congregar apoyos en las estructuras territoriales. La militancia del PP es mayor y más conservadora que los votantes, pero también hay que tener en cuenta que más allá de afinidades personales, los dirigentes regionales tomarán posiciones buscando un cartel ganador. Es determinante el hecho de que en cuestión de meses se la jugarán ellos en las elecciones autonómicas y municipales y aunque el «aparato» en teoría está más controlado por Cospedal, la realidad es que desde el Congreso de 2017 lo comparte con el que era coordinador general, Fernando Martínez-Maillo, al que en el PP no sitúan, precisamente, en la línea de la secretaria general. La carrera sucesoria la obliga, por neutralidad, a abandonar ese cargo.

En estos momentos todo es un juego de hipótesis. En la primera puesta en escena de su candidatura, Cospedal utilizó una escenografía más de partido, de «aparato», ante la Junta Directiva del PP manchego. Sáenz de Santamaría saltó a pie de calle e hizo su anuncio en la puerta del Congreso y reivindicándose como un paso más en la batalla por la igualdad real. Las dos hablaron de unidad e integración, pero justo la unidad es el terreno en el que de inicio gana la candidatura que representa Pablo Casado. Él lo sabe y esgrime como seña de identidad que nunca se ha enfrentado con sus compañeros de partido, y que incluso ha hecho de puente entre José María Aznar y Mariano Rajoy.

Si al Congreso llegan Cospedal y Sáenz de Santamaría, la posición de Casado será determinante a la hora de inclinar la balanza, y, en cualquier caso, posiblemente se habrá ganado un puesto en el nuevo equipo directivo. Todo estará muy condicionado por la campaña de los candidatos y por su capacidad de ir tejiendo una red de apoyos territoriales que conecte con el entusiasmo de la militancia. Por número de compromisarios serán determinantes Madrid, Valencia y Andalucía. Ahora bien, anticipar un voto en bloque es arriesgado. Alfonso Alonso (País Vasco) o Juan Manuel Moreno (Andalucía) están en la órbita de la ex vicepresidenta, pero no toda Andalucía la apoyaría, por ejemplo, como tampoco está claro que voten en bloque Valencia o Madrid. En Galicia, Feijóo mantiene también su neutralidad pública, aunque en la jornada de su retirada hablase tanto con Cospedal como con Sáenz de Santamaría.

«Quiero ser la primera mujer que presida el PP y el Gobierno de España», anunció ayer Cospedal. Sáenz de Santamaría explicó que cree en la libertad y en que un hombre y una mujer libres pueden llegar donde quieran. Las dos hablaron de unidad, pero la ex vicepresidenta reconoció que no había podido localizar a Cospedal antes de anunciar su decisión de presentarse al Congreso de julio.