Gobierno de España
Sánchez ordena un verano de ida y vuelta
Doblegar a Iglesias. El presidente del Gobierno exige a sus ministros que estén localizados en agosto, mientras que en el seno de PSOE y Podemos mantienen una guerra sin cuartel: «Nadie quiere comerse el marrón» de ir al 10-N.
El presidente del Gobierno exige a sus ministros que estén localizados en agosto, mientras que en el seno de PSOE y Podemos mantienen una guerra sin cuartel: «Nadie quiere comerse el marrón» de ir al 10-N.
Fuerte, sereno y plenamente seguro de que en septiembre seguirá siendo presidente del Gobierno. Así definen en su entorno más cercano el ánimo de Pedro Sánchez, dónde cada vez contemplan con menor intensidad la convocatoria de unas nuevas elecciones generales el próximo mes de noviembre. «Está dando resultado», aseguran fuentes socialistas sobre los encuentros que el jefe del Ejecutivo en funciones viene manteniendo con diversos colectivos sociales, curiosamente muy próximos a la izquierda, con el fin de presionar a Unidas Podemos para un acuerdo programático. «¿Se va a poder resistir Pablo Iglesias a lo que digan feministas, agentes económicos y de la sociedad civil para que haya gobierno?». Es la pregunta que lanzan con toda intención desde Moncloa y Ferraz, que coloca en una situación compleja al líder morado, recién estrenada su tercera paternidad. «Si piensan que con mensajes blandengues le van a manipular es no conocerle», dicen en el ala dura de Podemos sobre las misivas a raíz del nacimiento de su hija Aitana.
Sin embargo, desde Moncloa y Ferraz opinan que finalmente, y tras los encuentros de este «verano caliente» del presidente, todos ellos encaminados a evitar unas elecciones generales, a pesar de las encuestas del CIS –duramente criticadas por la oposición– se confía en un acuerdo programático. Máxime con la división que existe en el seno de Unidas Podemos, dónde los anticapitalistas de Teresa Rodríguez, y en menor medida las exiguas huestes de Izquierda Unida, abogan por este pacto. En el entorno más cercano de Sánchez no tiran la toalla, confían en que Iglesias cederá con nombramientos de afines en cargos importantes de la Administración, algunos con mucho más poder que lo propios ministerios, y que el tema de Navarra no les pasará factura. Al contrario, opinan que el llamado «pacto de la vergüenza», en palabras del PP y Ciudadanos, es un incentivo más para el apoyo de la izquierda radical al candidato del PSOE.
La estrategia en La Moncloa es clara: los ministros deben estar localizados, habrá reunión del Gabinete todos los viernes del mes de agosto, con excepción de la semana del 12 al 18, que se les dará «cuartelillo», y Pedro Sánchez desplegará una intensa batalla de imagen y comunicación con diversos colectivos sociales para ejercer un protagonismo y presiones inusitadas frente a Unidas Podemos. «Un verano de ida y vuelta», en palabras de colaboradores del presidente en funciones, es la orden dada a los miembros del Gobierno que se mueven en un secretismo absoluto ante los planes de su jefe. Solo el núcleo duro, integrado por Carmen Calvo, José Luis Ábalos y María Jesús Montero, junto a Iván Redondo y la portavoz parlamentaria Adriana Lastra, conocen con exactitud la agenda y los contactos del presidente. «Con cuentagotas y muy discretos», dicen algunos ministros sobre estos encuentros que, a juicio del PP y Cs, se ciñen al puro ámbito de la izquierda, con un cariz bastante sectario, y no representan en absoluto a una sociedad española plural.
Por su parte, y hasta el momento, a pesar de los tiernos mensajes de Sánchez hacia Aitana, la nueva neófita del clan Iglesias-Montero, la desconfianza sigue instalada en Unidas Podemos, dónde Pablo Iglesias ha dejado de guardia en Madrid a su mano derecha negociadora, Pablo Echenique, quien no ahorra críticas a este nuevo «teatrillo» de Sánchez. Para el dirigente morado «la vía portuguesa tiene truco», y así lo ha hecho llegar en varios mensajes a sus bases, insistiendo en que no se puede pedir un pacto programático sin nada a cambio, sobre todo sin puestos en el Gobierno, al tiempo que recuerdan cómo el primer ministro portugués, Antón Costa, ha ejecutado medidas en el terreno laboral contrarias a los postulados de izquierdas. En Unidas Podemos subyace gran malestar por las divergencias con Izquierda Unida o el sector de los anticapitalistas, partidarios de un acuerdo con el PSOE, que atribuyen a presiones de los socialistas. «Sánchez quiere acabar con Iglesias», advierten en el círculo más próximo al líder podemita.
Una batalla sin cuartel preside este verano entre las izquierdas para ver quién aparece culpable de un adelanto electoral. «Nadie quiere comerse el marrón», reconocen en ambos partidos, mientras el PP y Cs observan atónitos el espectáculo.
Un grupo de ministros y diputados recelan claramente del pacto con Podemos que, en su opinión, aterra al mundo económico y lastra la imagen exterior de Pedro Sánchez. «Se nos llevarán por delante», confiesan algunos en voz baja por cómo se están llevando las negociaciones. El bochorno de la investidura fallida ha causado gran malestar en Moncloa, dónde el influyente jefe de gabinete, Iván Redondo, sigue manejando los hilos. A pesar de algunas críticas hacia la vicepresidenta Carmen Calvo, fuentes socialistas reiteran que Pedro Sánchez mantiene intacta su confianza en ella, aunque emerge con mucha fuerza en estas negociaciones «de segunda mano» la ministra de Hacienda en funciones, María Jesús Montero.
Caras largas, secretismo absoluto y mucho «teatrillo» para cargar las culpas, si finalmente no hay acuerdo, al líder de enfrente. «He tenido que devolverla tarjeta de embarque», dice un ministro del Gobierno que tenía previsto un viaje a Estados Unidos y ahora debe quedarse en Madrid. En Moncloa solo confirman que el presidente en funciones se verá la próxima semana con empresarios y sindicatos y que el próximo miércoles acudirá al palacio de Marivent para su tradicional despacho con el Rey Felipe VI. Silencio absoluto sobre si entre medias Sánchez pasará unos días en Doñana o la residencia de La Mareta, en Lanzarote, dónde la familia presidencial gusta de descansar. «El presidente sigue trabajando en Moncloa», zanjan estas mismas fuentes. A los ministros se les ha dicho que solo tendrán vacaciones en la semana previa al puente del quince de agosto.
Mientras, desde el Gobierno mantienen el doble lenguaje de presionar a las derechas, o sea PP y Ciudadanos, para una abstención, algo que enerva en las filas de Pablo Iglesias. «¿Cuántos novios quiere tener»? avisan dirigentes de la formación morada. Pedro y Pablo, Sánchez e Iglesias, son dos novios cargados de ambición que se repelen pero se necesitan, pero en el PSOE juegan con la ventaja de que unas nuevas elecciones son pésimas para los podemitas. «O cara o cruz», dicen fuentes socialistas. O sea, con qué cara Pablo iglesias torpedea un gobierno de izquierdas, y con qué cruz se enfrenta a unos malos resultados electorales. La solución, en pocas semanas.
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