Ángel N. Lorasque

Santi Vila, el antihéroe del independentismo

Los independentistas radicales tachan a Santi Vila de «traidor» por abandonar el Govern tras el giro radical posterior al 1-O, mientras la Fiscalía pide para él siete años de prisión por malversación y desobediencia. Su círculo íntimo relata cómo vive el político los días previos al juicio del «procés» que arranca este martes. «Ha estado abrumado por las acusaciones de traidor, pero está sereno y confiado en demostrar su inocencia. Lo que más lamenta es el dolor que han hecho a su madre y a su pareja», confiesan

Entre presos, fugados y procesados. El 14 de julio de 2017 el último «equipo» de Puigdemont juraba su cargo en el Palacio de la Generalitat. En ella se encuentran cinco ex cosellers huidos de España, otros cinco en prisión y tres en libertad tras pagar la fianza impuesta por el juez.
Entre presos, fugados y procesados. El 14 de julio de 2017 el último «equipo» de Puigdemont juraba su cargo en el Palacio de la Generalitat. En ella se encuentran cinco ex cosellers huidos de España, otros cinco en prisión y tres en libertad tras pagar la fianza impuesta por el juez.larazon

Su círculo íntimo relata cómo vive el político los días previos al juicio del «procés» que arranca este martes

Si nos atenemos al dictado de la RAE, el antihéroe es aquel sujeto (criatura o infante a petición del Gobierno aragonés) que goza del mismo protagonismo que el héroe tradicional, pero con las virtudes y defectos de una persona normal. Es decir, con sensibilidad, conciencia –esto ya de cosecha propia- y alta dosis de realismo. Un papel en el que encaja a la perfección Santi Vila (Granollers, 1973), quien fue consejero de los gobiernos de Artur Mas y Carles Puigdemont, un historiador apasionado que aparcó su profesión para dedicarse en cuerpo y alma al servicio público, una decisión, o más bien una cadena de ellas, que le han llevado a uno de los momentos más críticos de su vida: enfrentarse a una condena de prisión. Nunca pensó que ir de la mano de quien había sido su amigo (Puigdemont), de quien incluso le casó con su primer marido, sería uno de los mayores errores de su carrera profesional. Vila formó parte del Ejecutivo catalán que condujo a la Comunidad Autónoma al caos tras el referéndum ilegal del 1-O. Se bajó del tren que ya descarrilaba antes de que el president proclamara aquella declaración unilateral de independencia a modo de estrella fugaz. El 26 de octubre de 2018, Vila dijo basta. Vio como los que habían sido compañeros y amigos de partido realimentaban sus delirios. Hasta aquí hemos llegado, dijo. Una decisión que le costó las críticas de su partido, acusaciones de traidor y desleal. Insultos de los radicales a pie de calle que le gritaban esa palabra cargada de ira que corrió como la pólvora tras la DUI: «Botifler». Ocho letras que también fueron determinantes para Puigdemont quien a punto de convocar elecciones anticipadas tras el 1-O no pudo soportar la presión y le movieron hacia un extremismo exacerbado hasta el punto de vender el futuro de Cataluña a los secesionistas más irracionales. Vila asumió su error, pero aún así lo ha pagado caro. Ahora se enfrenta a siete años de prisión (por petición de la Fiscalía y la Abogacía del Estado) por delitos de malversación de caudales públicos y desobediencia. El único ejemplo de la sensatez, la extraña voz de la moderación de un Gobierno radicalizado se enfrenta a una doble pena: la judicial y la del rechazo del que fue su partido y sus compañeros hasta el «Día D».

La relación con los ex consellers

Su caída fue sin duda el fracaso del diálogo y de la mesura. Ahora, Vila, casi un año y medio después de aquello espera con preocupación el juicio del procés que comienza pasado mañana. Recluido en trabajo universitario (al que regresó tras dejar la política) y amparado por sus seres queridos, el político catalán huye de las entrevistas por recomendación de sus abogados, pero LA RAZÓN ha podido hablar con personas de su entorno (todos ellos bajo condición de anonimato) para descubrir cómo el académico afronta estos días difíciles. «Santi ha vivido todo este tiempo muy abrumado por las acusaciones de traidor de los sectores más extremistas, pero al mismo tiempo se ha visto reconfortado por muchas muestras espontáneas de afecto de personas que han sabido apreciar su intento por evitar el choque institucional», asegura a este diario una persona de su máxima confianza. Todavía, dicen, guarda en sus recuerdos los insultos que recibió al acudir a declarar a la Audiencia Nacional. Allí no sólo le espetaron aquello de «traidor» sino que trataron de hacerle daño a nivel personal al grito de «maricón», unas amenazas y voceríos más dignos de los tiempos más oscuros de la Historia de España e impropios de un país desarrollado, abierto y tolerante. «Él es una persona inteligente y ha sabido gestionar los insultos con resignación. Es muy consciente del carácter impulsivo y poco meditado de aquellos que han realizado este tipo de comentarios», explica otra persona de su entorno. Al ex político, según cuentan sus amigos, lo que más le escuece y lamenta «es el dolor que todo este tipo de comentarios mal intencionados causan a su madre y a su pareja». Y es que, quizá, son ellos los que más han sufrido el callejón sin salida en el que se vio atrapado Vila. Javier Luque, se actual marido y con el que contrajo matrimonio el pasado verano, le recomendó en varias ocasiones que dejara todo aquello. Lo veía venir y quería evitar el sufrimiento. Luque no se ha separado de él en ningún momento en todo este tiempo, incluso fue a buscarle a la salida de la cárcel de Estremera donde pasó una noche y de la que salió tras pagar una fianza de 50.000 euros. «Santi siempre dice que si pudiera dar marcha atrás en el tiempo hubiera dimitido mucho antes debido a la esterilidad de sus gestiones», recuerdan desde su círculo más íntimo. Y es que el que fue alcalde de Figueres entre 2007 y 2012 buscó el entendimiento pacífico y constitucional hasta el último momento. Se erigió, de cara al Gobierno central, en la personalización del buen hacer y del diálogo. Buena cuenta de ello es la estrecha relación que siembre mantuvo y aún posee con la presidenta del Congreso, Ana Pastor. «Afronta el juico sereno y confiando en poder acreditar su inocencia, esto no quita para que esté preocupado por el número excesivo de partidarios del ''cuanto peor, mejor''», dicen sus amigos. Desde que. a finales de octubre de 2017 decidiera dar un paso atrás, en el PDeCAT (partido del cual se dio de baja en junio del año pasado) es persona «non grata». Allí solo triunfan en este momento los radicales o los huidos de la Justicia. «Aún así, Santi ha mantenido contacto en este tiempo con los ex consellers y otros políticos con los que ya tenía amistad antes de entrar en el Gobierno», aseveran desde su entorno. En una encuentro que el ex conseller de Empresa y Conocimiento mantuvo con este diario el pasado uno de octubre con motivo del primer aniversario de la consulta catalana, recordaba que pese a estar ahora en un segundo planto político (o tercero) él es un «animal político» y no puede descartar regresar en un futuro a la primera línea. Pero ahora, sus prioridades son otras, y la primera, que en el Juicio consiga demostrar su inocencia. «Para mí esta situación es muy dura, nunca pude imaginar que llegaría a esto. Lo máximo que me ha ocurrido en la vida es que me pongan multas de tráfico por exceso de velocidad. No puedo creer que un tío como yo pueda estar acusado de delitos tan graves o haber pasado por la prisión», recordaba hace casi cinco meses. Además, subrayaba también entonces que su salida del Gobierno encaró el «fracaso de los moderados y la pérdida del sentido de que yo formara parte de ese gobierno. El independentismo tenía plan hasta la noche del 1-O, a partir de ahí todo fue improvisación y desacierto. Mi dimisión suponía acabar con una carrera y una trayectoria, sentía que decepcionaba en gran medida a gran parte de los ciudadanos por no haber podido hacer triunfar mis pensamientos», lamentaba en aquel momento. Pese a todo, en el libro «De héroes y traidores» (Península) que publicó en marzo del año pasado, subrayaba su incombustible compromiso «en público y privado con la idea de Cataluña como nación, con su derecho irrenunciable a decidir, pero también con la necesidad de respetar el ordenamiento constitucional y de confiar de manera incombustible en la vía reformista como único camino transitable para los verdaderos demócratas». A la espera, de su declaración, que previsiblemente se producirá en marzo, Vila colgaba este fin de semana en su perfil de Instagram una reveladora frase: «Descubrir algo nuevo puede ser ver las cosas viejas con otros ojos. Proust. Último día en La Salle antes de comenzar el juicio .. ufff! Como lo echaré de menos».

La noche más oscura

Sin duda, para Santi Vila, uno de los momentos más duro ha sido la noche que tuvo que pasar en prisión, y así lo relató en el libro que publicó a la salida de la cárcel. «A diferencia de mis ex compañeros, que pudieron ser alojados en parejas, a mí me tocó compartir celda con un recluso de unos sesenta años, corpulento y de apariencia reposada que cumplía ocho años», escribió. «No se apure usted, señor Vila, que de aquí salimos todos. Es del cementerio de donde nadie sale. Póngase cómodo y, si quiere, yo le ayudo a hacer la cama», le dijo el compañero de celda.