Terrorismo
«Si los políticos hubieran visto al Rey en un ataúd, habrían negociado»
Un documento interno de ETA revela que la banda intentó desestabilizar España con el asesinato del Rey Don Juan Carlos. La intervención de los GEO lo evitó
Un documento interno de ETA revela que la banda intentó desestabilizar España con el asesinato del Rey Don Juan Carlos. La intervención de los GEO lo evitó
El regicidio que intentó ETA contra Don Juan Carlos en el verano de 1995 en Mallorca respondía a la estrategia de desestabilización de España que diseñó ETA en 1993 para evitar que se consolidara el marco jurídico democrático y lograr así –según pensaban los pistoleros– la independencia del País Vasco a corto plazo. Decidieron emprender una campaña contra políticos del PP, PSOE y UPN y representantes de altas instituciones del Estado. La siniestra estrategia la resumía la banda, en un boletín interno, con una contundente frase: «Cuando los políticos vean caer a sus compañeros (o a un alta personalidad del Estado, como ocurrió con el intento de regicidio) cambiarán de parecer y empezarán a negociar». «El día que un tío del PSOE, PP, PNV va al funeral de un txakurra (agentes de las Fuerzas de Seguridad) o cien, y se le llena la boca de palabras de condena y lágrimas de cocodrilo, no ve en peligro su situación personal y asume este tipo de ekintzas (atentados), pues están hechos una piña en contra de nuestros derechos como pueblo». «Pero el día que vayan a un funeral de un compañero de partido, cuando vuelva a casa, quizás piense que es hora (o una personalidad del Estado) de encontrar soluciones, o quizás le toque estar en el lugar que estaba el otro, o sea en caja de pino y con los pies por delante», en alusión a un ataúd.
Quien organizó y dirigió el intento de regicidio fue José Javier Arizcuren, «Kantauri», un sujeto especialmente peligroso que formó parte de varias células de la banda antes de llegar a cabecilla, cosa que no ocurría, por ejemplo, con Garikoitz Azpiazu, «Txeroki», y así le fue, afortunadamente para la gente de orden, a la organización criminal.
Arizcuren, tanto como «komandoburu» («jefe de célula») como de cabecilla «militar», fue siempre de «sobrado», un individuo que se creía en posesión de la verdad y que no se equivocaba nunca. No debió pensar lo mismo cuando la Policía francesa, guiada por la Guardia Civil, lo detuvo en París. Cosas de la vida. Pero a la hora de la elección de los miembros del «comando» que iba a perpetrar el regicidio no estuvo demasiado acertado. El francotirador, un sujeto que tenía en cada ojo todas las dioptrías posibles; el jefe del «comando», un sujeto obsesionado por hacer daño a algún miembro de la Familia Real (había intentado secuestrar a Don Juan de Barbón); el tercero, su hijo, un «cantamañanas» que se paseaba por Mallorca con una potente moto dándoselas de «yuppie». Salvo Arizcuren, que está en la cárcel por los múltiples crímenes cometidos, el resto de los miembros está ya en libertad. Cumplieron condena conforme a la legislación aplicable cuando se perpetró el intento de atentado.
En 1995, ETA estaba crecida. Había dado un «salto cualitativo» al tomar la decisión de asesinar políticos y altas personalidades de la Nación. El primero en ser acribillado fue el entonces presidente del Partido Popular de Guipúzcoa, Gregorio Ordóñez; el siguiente iba a ser Aznar, que se salvó por los pelos; y para el verano, el ataque contra la Corona.
A «Kantauri» no se le ocurrió otra cosa que escoger, para dirigir el «comando» que debía asesinar al Rey, a un etarra fichado por las Fuerzas de Seguridad y sobradamente conocido por su odio hacia la Monarquía. Juan José Regó Vidal, otro que, como Bolinaga, se puso enfermo en prisión y terminó de cumplir condena en su casa. La elección, al menos sobre el papel, no parecía ser la más adecuada. Rego había formado parte de ETA entre 1962 y 1988, y cuando en el otoño de 1993 recibió la cita de «Kantauri» no lo dudó un momento y aceptó a volver a la actividad en la banda. Hasta el año siguiente, no volvió a saber nada de Arizcuren, que le fijó varias citas en la localidad francesa de Burdeos (Francia). En la de febrero, recibió la que se supone debió ser una de las «mejores» noticias que la podían dar: ETA iba a atentar contra Don Juan Carlos y él iba a estar al frente de la célula encargada de cometer el regicidio. En junio, Arizcuren le hizo llegar 600.000 pesetas para que se alojara en Palma de Mallorca y comenzara a recabar información sobre Don Juan Carlos.
Entre el 25 de julio y el 2 de agosto, Rego Vidal se alojó en el hotel «Born», desde donde podía vigilar el Club Náutico, donde atracaba el yate «Fortuna». Fue entonces, cuando debió hacer una foto de uno de los veleros en el que regateaba el Rey, que en ese momento no se encontraba en la embarcación, y que ETA, tras fallar el atentado, mandó al diario «Egin» con un comunicado, para demostrar lo cerca que habían estado del Monarca. Pero eso merece una explicación más detallada sin adelantar acontecimientos.
Rego volvió a Francia y se reunió con Arizcuren para darle cuenta de lo que había «investigado» y explicarle que había edificios más próximos al club náutico que el hotel en el que había estado hospedado. Fue entonces cuando pensaron que el atentado podría realizarse con un rifle de mira telescópica. El plan para el regicidio ya estaba en marcha y, en febrero de 1995, Rego y Arizcuren mantuvieron una nueva reunión, esta vez en el bar «Le Termometre» de París, a la que también asistió el hijo de Juan José Rego, Ignacio Rego Sebastián (el de la moto), que iba a formar parte del «comando».
Arizcuren entregó a Rego padre un millón de pesetas y un DNI falsificado a nombre de Andrés Sainz de Buruaga Sainz. La célula se trasladaría a Mallorca en un velero, ya que Rego sabía manejar este tipo de embarcaciones. Se dirigió al puerto de Cannes, donde, tras mirar las que había disponibles en función del dinero que le había dado ETA, adquirió uno, llamado «La Belle Poule». No era una joya de los mares precisamente, porque les dio serios problemas con una vía de agua que tuvieron que reparar una vez llegados a la isla. Según algunas fuentes, las primeras pistas sobre los movimientos del «comando» se lograron entonces, ya que Rego era un etarra bastante conocido y un policía advirtió de sus movimientos por el puerto de Cannes. No existía ninguna requisitoria contra él, por lo que al asunto no se le dio en principio mayor importancia, aunque después, uniendo hilos, empezaron las primeras sospechas que fueron comunicadas a la Policía española. Para entonces, el velero ya había iniciado su travesía y fueron nuestros agentes los que lograron localizar «La Belle Poule» en el puerto de Alcudia.
El 1 de mayo de 1995, Rego volvió al hotel Born y, durante su estancia, alquiló un piso desde el que se pudiera disparar contra el yate «Fortuna». Cuando lo encontró, volvió a Francia y mantuvo otra reunión con «Kantauri» en París, en la que ultimaron los últimos detalles del atentado y concretaron que los objetivos serían, en orden de preferencia, el Rey, el Príncipe de Asturias y José María Aznar. Antes de partir hacia Mallorca, se reunió de nuevo con Arizcuren y con otro cabecilla encargado del «aparato militar», Ignacio Gracia Arregui, «Iñaki de Rentería». En Antibes, «Kantauri» entregó a Ignacio Rego 35.000 francos para que comprara una moto, que utilizarían para huir cuando cometieran el atentado.
Unos días después, el 13 de julio, Arizcuren presentó a los Rego a su compañera sentimental, Concepción Iglesias Álvarez, y a Jorge García Sertucha, «Kokito», quien iba a ser el encargado de disparar con el rifle de mira telescópica. Además, les entregó dos granadas, un subfusil, material explosivo, pistolas, documentación falsa y dinero.
A tiro en cuatro ocasiones
El 15 de julio, los Rego y García Sertucha se trasladaron en «La Belle Poule» al puerto de Alcudia (Mallorca). Durante la travesía, realizaron prácticas de tiro, en especial el «francotirador» «Kokito». Alquilaron un coche y se alojaron en el piso elegido por Rego padre durante su anterior estancia en Mallorca. Desde entonces, se dedicaron a vigilar los movimientos que se realizaban en el yate «Fortuna», las entradas y salidas del Rey, el Príncipe y las personalidades que acudían a la embarcación. Unos días después, apareció Concepción Iglesias Álvarez y les entregó dos millones de pesetas en francos, para que arreglaran la vía de agua que tenía el barco y pudieran huir tras el regicidio. Las investigaciones policiales avanzaban, pero los agentes de la Comisaría General de Información (CGI) del Cuerpo Nacional de Policía no habían conseguido reunir todavía todas las pistas. Según manifestaciones de los etarras, entre finales de julio y principios de agosto de 1995, García Sertucha tuvo en cuatro ocasiones a tiro a Don Juan Carlos, pero no llegó a disparar, al no disponer de un dispositivo seguro de fuga.
El plan consistía en disparar contra el Rey desde la ventana del salón del piso alquilado, con un distorsionador para evitar una rápida localización del origen del tiro. Después, activarían un artefacto explosivo, que habían ocultado en un bote de Cola Cao, para destruir el piso, borrar así las huellas y tratar de despistar a la Policía. Al abandonar el inmueble, se meterían en un hipermercado, donde tenían aparcada la moto en la que viajarían hasta el puerto de Alcudia, donde, en «La Belle Poule», volverían a Francia. Confiaban en la confusión que se crearía para que el velero pudiera no ser interceptado, lo que era mucho pensar, dados los dispositivos de seguridad desplegados en Mallorca.
Tras ensayar en varias ocasiones la acción criminal y el trayecto que seguirían para la fuga, el «comando» celebró una «cumbre» el 8 de agosto. Decidieron perpetrar el regicidio el día 13.
Fueron detenidos el 9 por la Policía en una acción en la que, además de la CGI, participaron los Grupos de Operaciones Especiales (GEO), que fueron los que practicaron los arrestos. Los autores materiales, Juan José Rego Vidal, su hijo Ignacio Rego Sebastián y José García Sertucha, fueron condenados a un total de 109 años de cárcel en julio de 1997 por el mismo tribunal que años más tarde condenó a Arizcuren Ruiz a más de 13. La Audiencia Nacional consideró que la autoría de «Kantauri» quedó plenamente acreditada en el juicio, en el que propició su expulsión de la Sala. Los autores materiales del intento de regicidio le implicaron en sus declaraciones anteriores. Durante la vista oral trataron de evitar las preguntas que se referían a la participación del ex dirigente etarra e intentaron, en vano, desdecirse de lo que habían manifestado previamente.
Hasta aquí un sucinto relato de los hechos con los que ETA, dentro de sus planes secesionistas, pretendía desestabilizar España. No es muy difícil imaginar el panorama del día siguiente del regicidio. Pero a los malos, además de no poder culminar alguno de sus siniestros planes, su afán de demostrar que aciertan hasta cuando se equivocan los lleva al desastre y hasta al mismísimo ridículo.
«Errores técnicos»
La banda emitió un comunicado en el que, con la citada foto (del velero «Rioja de España») decía que lo había tenido «dos veces a tiro». La fotografía del barco era para demostrar lo cerca que habían estado del Monarca, pero mentían burdamente. Los pistoleros, con su habitual cinismo, afirmaban que, «desgraciadamente, esta vez no se ha podido culminar la acción debido a complicaciones técnicas». Los terroristas aseguraban que su objetivo era «atacar al máximo responsable de la estrategia que busca la desaparición de Euskal Herria» y acusaban a Don Juan Carlos de ser «la famosa X que encabeza la guerra sucia contra Euskal Herria», porque «es quien da las órdenes y las autorizaciones». ETA quería hacer creer que la foto publicada por «Egin» había sido tomada por los miembros del «comando».
Lo que no sabían los aspirantes a regicidas es que el velero «Rioja de España» no había navegado durante ese año (1995) en aguas de Mallorca. La fotografía era del año anterior, cuando Rego viajó a la isla para preparar el atentado. El «Rioja de España» permanecía en dique seco en el puerto de Valencia desde noviembre de 1994. Cuando ETA se dio cuenta de que le habían pillado «con el carro del helado», emitió un nuevo comunicado y atribuyó a errores técnicos internos.
Lo cierto es que Rego se llevó en la cárcel una bronca de campeonato de los cabecillas por haberles vendido mercancía podrida. El Rey no participó en la primera regata de 1994 debido a una lesión en un brazo, que le obligó a llevar cabestrillo. En la segunda, lo hizo a bordo del «Bribón».
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