Política

Sólo quiero tus votos

Ignacio Aguado, candidato a la presidencia de la Comunidad de Madrid por Ciudadanos, y Rocío Monasterio, su homóloga por Vox
Ignacio Aguado, candidato a la presidencia de la Comunidad de Madrid por Ciudadanos, y Rocío Monasterio, su homóloga por Voxlarazon

El día que Ciudadanos tomo la decisión de aliarse con el PP y con Vox para desbancar al PSOE del gobierno de Andalucía marcó un antes y un después en la vida de esa formación política. Hay decisiones que son sistémicas, porque afectan a la totalidad de una organización, a su esencia ideológica y a su relación con el resto de fuerza políticas. Aliarse con Vox en Andalucía, aceptando sus votos para entrar en una coalición de gobierno con el PP, es una de esas decisiones que imprimen un carácter indeleble, del que no es posible desprenderse de un día para otro.

Vox no es un partido más, y de eso Ciudadanos debería haberse dado cuenta a tiempo. La organización verde representa en España, lo que la extrema derecha populista europea, xenófoba, nacionalista y nostálgica del pasado, representa en Italia, Francia, Hungría o Polonia. Además, en España Vox tiene la virtud de recoger cierta fragancia del franquismo, que fue la manera castiza de interpretar el fascismo en la península.

Por eso parece lógico que a un partido como Ciudadanos no le guste contagiarse del aroma que desprende Vox. Los planteamientos de los dirigentes verdes en relación con la violencia de género, la igualdad de oportunidades, los derechos LGTBI, las libertades públicas o el derecho de asilo no son fácilmente digeribles por una organización que hasta hace bien poco se declaraba de centro liberal, en la que convivían tendencias más conservadoras con otras más sociales.

Sin embargo, en las democracias representativas, cuando se hacen alianzas o acuerdos, se está asumiendo una parte los planteamientos del otro. La negociación es cesión de un porcentaje de las pretensiones propias asumiendo algunas ajenas. Eso también pasa cuando se aceptan los votos de aquellos que tienen ciertos tintes xenófobos o que consideran que las políticas de género deberían desaparecer de las instituciones públicas.

La pretensión de los dirigentes de Ciudadanos de que su relación con Vox no se vea y no se note es imposible en la sociedad transparente e hiperconectada del siglo XXI. Pero es que además, mientras Ciudadanos huye despavorido de la foto y de la negociación con Vox, el PP se sienta encantado con una formación que pretende que algún día vuelva a la casa común de la derecha que construyó José María Aznar.

La situación es paradójica, porque Ciudadanos reniega en público de Vox para que no le contamine, mientras que los de Abascal insisten una y otra vez, con mucha razón por cierto, en decirle a Ciudadanos que si quiere sus votos, tienen que hablar con ellos, negociar y pactar. Y eso, se pongan como se pongan en Ciudadanos, es abrir el camino a que las tesis de Vox entren en las instituciones, marquen la agenda política y condicionen la vida de muchas personas.

Ribera pretende decir a los votantes de Vox que no le gusta la ideología, ni el programa político, ni las actitudes públicas del partido al que han votado, y que lo único que quiere de Abascal, Monasterio o Espinosa son sus votos. Y claro, esa es una humillación a sus electores que un partido que también es nuevo y con mucha ambición, no están dispuesto a consentir.