Sevilla
Susana Díaz, Una sucesora que apuesta siempre a caballo ganador
Fue en mayo cuando la secretaria general del PSOE de Sevilla, consejera de Presidencia y diáfana sucesora de Griñán, Susana Díaz, mantuvo que los debates internos sobre las posibles Primarias en su partido no le «interesaban», en momentos en los que existen «más de seis millones de parados y miles de ciudadanos que lo están pasando realmente mal» en la comunidad. Pero el tiempo en ocasiones muda palabras y ahora todos los ojos la miran por la celebración de unas Primarias de las que se prevé salga victoriosa, al no haber nadie más en el tablero.
Aúna Díaz dos reflejos. Mientras para algunos encarna la «ambición» para escalar en el poder, desde su entorno rechazan esa imagen de «mujer dura» y distante. Aseveran que es trabajadora y perseverante, además de «dialogante hasta la extenuación», incluso con quienes no están alineados con sus tesis. No es la versión que repiten los críticos. Y los tiene. Socialista religiosa –fue catequista–, defensora de la mujer y bética –recientemente cambió la presentación de un libro por ver jugar a su equipo contra el Barça–, Díaz encarna el perfil de político sin experiencia profesional en el sector privado. Comenzó a estudiar Derecho en los 90, cuando se bautizó como secretaria de Organización de Juventudes Socialistas de Andalucía (JSA) en 1997. Abandonó la carrera momentáneamente para retomarla y aprobarla años después animada por veteranos de su partido. Por el camino ha sabido colocarse siempre junto al caballo ganador, cambiando de padrino –José Caballos, Alfredo Sánchez Monteseirín, José Antonio Viera– hasta mudarse en la mujer de confianza de Griñán, quien la alzó a la Secretaría de Organización del PSOE-A en 2010, tras ser elegido secretario general. Hoy es una de las personas de su círculo de confianza, depositaria de los secretos de partido y de las intrigas de San Telmo. Con 39 años, si se confirma el relevo y gana las elecciones, se convertiría en la primera mujer presidenta de la comunidad. Antes, para algunos, debe depurar su diplomacia, aunque aclaran que no es ninguna «dama de hierro».
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