Jorge Vilches

El tándem de Sánchez y Díaz

La amnistía que plantea Sumar más atrevida para que el presidente parezca sensato y moderado diciendo que no quiere ir tan lejos

El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez (i) durante su encuentro con la líder de Sumar, Yolanda Díaz (d) este miércoles en el Congreso durante su ronda de contactos para buscar apoyos a su investidura.
El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez (i) durante su encuentro con la líder de Sumar, Yolanda Díaz (d) este miércoles en el Congreso durante su ronda de contactos para buscar apoyos a su investidura. David JarLa Razón

Una de las grandes ventajas de PSOE y Sumar sobre PP y Vox es que Sánchez y Yolanda Díaz trabajan juntos. Se reparten los papeles desde la campaña electoral del 23J. Lo vimos en el debate televisivo frente a un inoperante Abascal y un ausente Feijóo. La imagen del equipo que se complementa, con su guion, fortaleció al Gobierno «progresista» y dio la sensación de bloque compacto frente a la horda desordenada de bárbaros fascistas que venían a conquistar Roma.

Esa actuación conjunta se ha repetido en la propuesta de Yolanda Díaz sobre la amnistía. El contenido de su plan es más atrevido para que Sánchez parezca sensato y moderado diciendo que no quiere ir tan lejos. También han escogido el momento de su exposición: justo antes de la cumbre de Granada y en los días previos a la ronda de consultas para la investidura. El objetivo era que el presidente hiciera las declaraciones rodeado de autoridades de la Unión Europea, como si le respaldaran.

Por cierto, ese trabajo conjunto entre Sánchez y Yolanda está sirviendo para quitar de en medio a la gente de Podemos que molesta al sanchismo. De ahí que Irene Montero tenga los días contados. Sus campañas violentas y, sobre todo, los efectos de la ley del «solo sí es sí» pusieron en peligro el voto al PSOE de las mujeres mayores de 45 años. Y eso son palabras mayores. Es ingenuo pensar que la gente de Yolanda Díaz tuvo la ocurrencia de anunciar su plan de amnistía sin conocimiento de Sánchez.

Tanto como el considerar que fue a hablar con Puigdemont de espaldas a Moncloa, por iniciativa propia, como si fueran una sandez equiparable a sus cohetes y los horizontes. El plan de la jefa de Sumar, con la exoneración de los delitos independentistas desde 2013 hasta la actualidad, quiere que el proyecto de Sánchez parezca el término medio entre el maximalismo de Junts y la rendición de Sumar. De hecho, Díaz ha asumido la proposición de amnistía que los separatistas llevaron al Congreso en 2021.

Una vez que Sumar expuso su programa de máximos, Sánchez ya estaba en disposición de pronunciar la palabra tabú: amnistía. El presidente se presentó en Granada como un árbitro de la situación política española ante la Unión Europea, un hombre capaz de arreglar el desaguisado que creó el PP en Cataluña en 2017, y, al tiempo, resolver una «crisis territorial».

La amnistía sanchista sería, dice, «una manera de superar las consecuencias judiciales de los delitos». Sanchez ha asumido, por tanto, la justicia de las demandas independentistas y su martirologio por la represión legal del golpe, al tiempo que finge un sentido de Estado para ocultar el interés personal. El problema, en su relato, no ha sido el delito, sino el funcionamiento de la justicia. La amnistía así planteada no es la respuesta a un arrepentimiento de los delincuentes acompañado de la promesa de que no volverá a suceder, sino una humillación de la democracia en beneficio de Sánchez.

El presidente quiere salir indemne del pacto con Junts tanto si prospera como si fracasa. Si no hay investidura tendrá que ir a elecciones con un discurso construido, vagamente españolista y constitucionalista, para enfrentarse al PP. La alianza con Yolanda Díaz es puramente instrumental, de usar y tirar. Ahora es útil porque le sirve para retirar a las podemitas molestas, lo que exime de responsabilidad directa a Sánchez, y para equilibrar el teatro del pacto con los independentistas, dando al presidente un tono de estadista ecuánime.

Ese dúo que componen Sánchez y Díaz es una ventaja estratégica considerable, que nunca hubiera ocurrido con Iglesias, más acomodado a sus ínfulas bolcheviques y a su egomanía. Ese trabajo coordinado de los líderes de dos formaciones colindantes es un modelo nuevo en la política española que funciona para manipular a la opinión pública. La izquierda lleva ventaja siempre en este campo.