Opinión
No es Tarradellas, es Sánchez
¿Qué más puede pedir el independentismo que un Gobierno que considera que el cumplimiento de la ley es un obstáculo?
Quien debería salir al balcón de la plaza de Sant Jaume, alzar la mano como pidiendo un taxi y soltar un «Ja sóc aquí» es Pedro Sánchez. Puigdemont no está para esos trotes, ni es rival. El del PSOE ha hecho más por la independencia de Cataluña que todo el clan Pujol, Artur Mas y el fugado de voz cascada. Las decisiones de Su Sanchidad han acercado más la independencia que el terrorismo de Tsunami, la ANC, los CDR o Junqueras. Sin él, hoy el independentismo sería como esa música de ascensor que sabes que está de fondo, con músicos dándolo todo, pero que no te impide leer el móvil.
Nuestro presidente está poniendo más baldosas en el camino amarillo del independentismo que nadie hasta el día de hoy. Es una máquina de empedrado rápido que ya quisiera tener Ferrovial. No lo supera ni Zapatero, que en uno de sus arranques, allá por el 2003, dijo que aceptaría lo que aprobara el Parlamento de Cataluña. Aunque por lo menos ZP no es profesor de Derecho Constitucional, como la jurista de reconocido prestigio sanchista que preside el Consejo de Estado. Lo digo porque esta semana ZP soltó que el Código Penal no puede detener a la «Política». Escribo este sintagma con mayúscula porque todo lo que hace el PSOE es tan superlativo como interlocutor de la Providencia progresista que está por encima de cualquier legislación, de la justicia, de la Constitución y de la ley de la gravedad si siete diputados se lo exigen.
¿Qué más puede pedir el independentismo que un Gobierno que considera que el cumplimiento de la ley es un obstáculo? Unos y otros coinciden en tantas cosas que enternece al más frígido. Están hechos para seguir juntos hasta que un tribunal o las elecciones del 12-M los separe. De cumplirse el plan sanchista de «concordia» con la amnistía los golpistas estarán en la calle reforzados moralmente y henchidos de independentismo. Ya han dicho que la siguiente temporada se estrena con un episodio sobre la autodeterminación.
El PSC irá a las elecciones del 12-M sin identidad. Salvador Illa dirá lo que ordene Sánchez, que está al dictado del fugado. El candidato socialista hará una campaña insultando a la derecha y hablando, cual Miss, de la paz universal, pero el resto va a sacar al ex ministro de Sanidad los casos de corrupción que se hicieron en su mandato. Recibirá más tortas que el muñeco de la calle Ferraz, y dará igual porque quien se la juega es el amo del PSOE. El PSC hará lo que interese a Sánchez en Madrid, que es el gobierno de los independentistas en Cataluña.
Nunca el nacionalismo catalán lo tuvo más fácil. Las encuestas indican que el PSC baja, como ERC, y que sube Junts hasta el punto de casi empatar con los socialistas. Cualquier opción posterior que se plantee beneficia a los indepes. Si gana Salvador Illa y sale la suma con ERC y los Comunes no habrá ganado el constitucionalismo, sino la idea del referéndum. Si vence Junts, buscará un acuerdo con ERC y la CUP para volver a 2017. El debate será entonces si el Parlament se decide por una Declaración Unilateral de Independencia, que ya no es delito, u otro referéndum, que contará con el pagafantas socialista.
La duda es cómo irá Sánchez a la plaza de Sant Jaume para decir «Ya estoy aquí». Los avispados dicen que viajará en Falcon. Otros malpensados que arderán en el infierno aseguran que volará a Barcelona en Air Europa con Begoña. También hay quien comenta que marchará en tren hasta Sants con el ministro de Transportes aprovechando las maletas vacías de Delcy. Es lógico, porque tener cerca a Óscar Puente, el interfecto ferroviario, siempre puede valer a Sánchez para distraer al personal con alguno de sus exabruptos torrentianos, o con un chiste machirulo sobre Ayuso.
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